Déjame recrearte a mi manera ¿Qué más da si la realidad nos contradice? Nada eres, salvo el personaje que inventé. Y cuando te me desdibujas, retorno a mi mente, a la silueta perfecta, a la palabra exiquisita, a los dedos de níquel, al alquitrán de tus ojos, al luchador sin miedo, al héroe que fabriqué en mi corazón hace muchos años. Déjame que sueñe con él, que le adore y, por favor, no permitas que un mal día rompa mi fantasía. Muérdete la lengua, que no salga de tu boca la vulgaridad ni la mentira. Eres bueno, bello, verdadero. Así eres, porque así lo ordeno ¿Qué te cuesta mantener la compostura, erguirte orgulloso, noble y sagrado? Que no manche tu torso otra saliva que la mía. Que las miradas furtivas no deformen la imagen sin mácula que he fabricado en noches insomnes de música triste. Que nada turbe tu visión, la dote de tus atributos imaginados --con la insolente pasión del creador-- verbalizados, materializados con mis ojos, que te hacen grandioso. No. Mejor, guarda silencio. Es preferible preservarte hierático y majestuoso a que la vida real te corrompa y te torne mortal.
lunes, octubre 23, 2006
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4 comentarios:
No sé si podría renunciar a la carne...
Yo creo que si no quieres que se te rompa el mito es preciso renunciar a la carne,desgraciadamente.
cierto
Me acojo al silencio, para
preservar el mito sin
corrupción verbal.
DTB
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