martes, diciembre 05, 2006

DESAPARECIDA


Amigos bloggers. Os subo un relato que leí en la "Feria del Libro 2006" de la Región de Murcia. Por si os apetece echarle un vistazo este puente. Aunque espero que tengáis cosas más interesantes que hacer


Andaba como si eslabones de mil generaciones lo ataran a la mundanidad. Era una cadena gruesa, pesada como los transbordadores de amargura que transportaban inmigrantes irlandeses a Liberty Island, Exhausto de malvivir, hastiado de largos meses y años de sequía amorosa, desnudado de su orgullo viril, de su petulancia juvenil, de su antaño éxito con las mujeres y de su arrollador triunfo, pensaba en la imagen de Susana tendida en el suelo de la cocina, bajo un charco de sangre, con su melena trigueña jugueteando con los glóbulos. Y esa mirada. Estupefacta, sombreada por el khol que gustaba usar, atenta a los acontecimientos que todavía se podían adivinar asomando a su retina. Él no era malvado. Todos lo conocían afable, pesaroso a veces, amargo casi siempre, y gruñón como un Papá Noel de vacaciones. Salvo aquel día. Algo surcó su mente y la contención y el desgaste de los fracasos sentimentales se vinieron a pique en un segundo. Una compuerta de rencor secular quedó entreabierta en los hilvanes de su mente y pasó lo que tenía que pasar.

No salió corriendo. No. No era un cobarde, asumiría la acción. Así lo había decidido mientras el pequeño Klein gateaba, ignorante, sobre su madre muerta mirando, ora al viejo artista, ora a Susana, como cuando jugaban a los sustos. Un puchero se dibujó en su rostro cuando se acercó varias veces al pecho de mamá y no observó movimiento. Miró a aquel señor mayor que visitaba la casa de cuando en cuando pidiéndole inútiles explicaciones. Tengo que salir, me falta el aire, le dijo excusándose.

Marchó a dar una vuelta por aquel barrio residencial de Dakota.
En “Engelberg Lane” todo parecía en calma. Un nublo descomunal y húmedo remojaba el césped de los vecinos y sólo a lo lejos contempló a un deportista haciendo jogging. Eran las siete de la mañana de un 1 de noviembre. Henning imaginó el fantasma de Susana pegado a ella como una lapa, como el rocío que te cala los huesos para llevarte con la culpabilidad más allá de la otra vida. Dio varias vueltas a la manzana como un lobo acorralado. Desde luego, había sido un hombre de éxito, tenía una reputación, no podía dar un disgusto semejante a sus hijos. Todos lo tenían por un tío un poco raro pero en absoluto malvado. Incapaz de agredir a nadie, al menos físicamente. Aunque conocían su mal genio, sus depravadas palabras, sus ataques de ira y su subjetivísima visión del mundo. Nadie esperaría algo así de él. ¿Qué hacer?.

Entró de nuevo en el hogar de Susana. Agradeció los 24 grados de calefacción central y el aroma familiar pre navideño, casi pacífico que se respiraba. Volvió a la cocina con la esperanza de un milagro. Que ella ya no estuviera muerta, ni ensangrentada, ni con sus ojos clavados en el techo. Que todo hubiese sido un mal sueño. Pero no. Ahí permanecía y ahí seguía el pequeño Klein con sus pucheros, sin llegar a romper el llanto. Él también esperaba un milagro.
Inició el monólogo más absurdo del mundo. El que dedican los humanos a los que no están. El del verdugo y la víctima, el del despechado contra el desencantado. El de la conciencia contra la pasión.
“Susana eras mi única oportunidad de volver a ser feliz, de iniciar una nueva vida a tu lado. Pero en el fondo te lo mereces por ser tan independiente, por arruinarme mis planes. Por ser tan mala, por decirme que en realidad no me amas, que sólo te apetecía un coqueteo. Aposté por ti y me defraudaste. Sí, estás mejor muerta. Quise ser tu Pygmalión ¡Tenías tantas posibilidades de convertirte en alguien extremadamente elegante! Pero tuviste que estropearlo todo con aquel, por favor, seamos amigos, por favor, no quiero perderte. Necesito tu apoyo, tu cariño incondicional y no, no me pienso volver ir a la cama contigo. Esto ya ha llegado demasiado lejos. Te aprecio mucho pero no estoy enamorada. Hace siglos que no siento eso por nadie, soy una descreida, una desconfiada. ¡Anda! No te enfurruñes conmigo. ¡Qué tristeza por Dios! ¡Qué medianía! ¡Podríamos ser algo tan grande juntos, tan felices!”

Susana bella era secretaria de dirección; políglota, culta e instruida. Se casó enamorada de un empresario de cementos pero al poco tiempo se divorciaron porque ella no sentía nada concreto por él. ¡Pero estamos bien!¿No?. No, cariño...Hagamos las cosas bien. Tú puedes volver a empezar, como yo. El niño estará bien atendido, podrás verlo cuando quieras. Es mejor decir adiós, ahora.
Susana Bella ahora estaba fría como el mármol y un hurón arrepentido daba vueltas a su alrededor intentando encontrar una solución a lo irremediable, una justificación a su villanía, la valentía de su cobardía.
El pequeño Klein acababa de ensangrentarse con su mamá y alzaba sus brazos, esperando el regazo de aquel señor mayor que visitaba la casa de cuando en cuando. Jason tomó al nene. Acto seguido lo envolvió en una manta y llamó a la policía. Encararía la situación como el caballero consecuente que era, sin pizca de cobardía. Pero, antes, solicitó un último favor a Susana Bella.
“Susana, desaparece, por favor, desaparece. Con un poco de suerte, sin cuerpo del delito no habrá delito que valga. Susana, por favor, haz esto último por mí: Desaparece, desaparece, desaparece”.
Como por arte de magia, el cadáver de Susana se convirtió en aire. Estupefacto, tomó al niño en brazos y abandonó aquella casa residencial estilo Tara, demasiado grande para una madre, ahora, soltera. Ahora, en realidad, muerta y desaparecida.
La policía nunca dio con el paradero de Jason que viajó hasta el Mar de Cozumel y allí se instaló con unos miles de dólares que guardaba bajo el torso de un emperador romano, fruto de su imaginación y de sus manos ya tan gastadas por el uso.
Allá marcharon el niño y él y comenzaron la nueva vida.

3 comentarios:

Landahlauts dijo...

Yo lo tuve:
Pillar un resfriado de un par de narices que me ha tenido y me tiene al borde de la muerte (exageración propia de aprensivo). Lo leeré cuando coordine mejor y te cuento. :)

Luis Vence dijo...

Muy buen relato. Pero la fotografía es BELLÍSIMA.

LOLA GRACIA dijo...

Luis, muchas gracias. La foto es bellísima pero no es mía,ja, ja. La bajé de internet. Cuando veo referencias al autor las suelo poner, pero este no fue el caso. Gracias por tus palabras y visitas.