miércoles, julio 16, 2008

Un traje blanco II


Elena conoció a Ismael en una deliciosa juventud de los ochenta--inocentes pandillas, niños pijos y chicas monas con su jersey de Lacoste--Elena tenía un padre restaurador. Vivían bien pero tenían que trabajar en el negocio familiar. Para Ismael era todo un reto sacarla del comedor, quitarle el moderno uniforme de camarera y llevársela en la moto. Nadie puso jamás una buena cara a Ismael. Sabían que era un niño demasiado fino para Elena. Un niño rico predestinado a estudiar en el ICADE, a heredar la responsabilidad de la gran empresa de su papá. Los padres de Elena acababan de invertir una enorme suma en "El Souflé". Un nombre peregrino resultado de una broma de sus hermanos y ella, que los padres aceptaron con resignación y que atrajo a una clientela simpática.

Ella tendría que trabajar duro, estudiar duro. Nada de pedigrís ni apellidos con abolengo. Todo lo contrario de Ismael.

Se les veía tan enamorados que toda la clá acabó aceptando la relación. Incluso, los dueños de "HLD, SA", el negocio de saneamiento de la familia de Ismael, vieron con buenos ojos aquel matrimonio del príncipe con la cenicienta, como la llamaba ,con bordería, la hermana de Ismael, Teresa.

Cenicienta era entonces bellísima. Luchadora, con gran tesón, deportista, con múltiples ideas. Hizo Económicas y cuando ambos terminaron de estudiar se celebró una boda con guirnaldas, cesped bajo los pies de los invitados, damas de honor, pajes y toda la corte celestial.

No eran malos recuerdos para una muerta, pensaba. Pero una muerta no puede vivir sólo de recuerdos. Elena no dejaba vigilar a sus hijos cada día desde la eternidad. Olga, Teresa, Hugo, Gonzalo. Dos niños y dos niñas. Hasta en eso fue obediente con su marido al que le proporcionó siempre todo cuanto le pidió. Incluso desde su mortaja pudo contemplar la serenidad mayúscula de sus facciones. "Ya te he dejado tranquilo, cabronazo", masculló a su oído. "Me he ido en el mejor momento. Ahora tiene años por delante para vivir sin mentiras. Si es que acaso alguna vez aprende a vivir así. Porque los hábitos son complicados de arrancar. Ahora mentirá a todas sus novias. A todas a la vez". Rió para sí, mientras su sombra pálida volaba al lado de sus pequeños a los que añoraba poder tocar. Transmitirle el calor de sus manos.

Eso era lo que llevaría peor. No poder darle una colleja al canalla de su esposo. No poder besar las mejillas sonrosadas de Hugo, ni acariciar el pelo de Teresa y Olga. No sorber las lágrimas de Gonzalo, el mayor. El más sensible, el tocado por todos los dones. El llamado a sufrir por una excesiva conciencia de cuanto acontecía en derredor de él.

Sus hijos eran su mejor victoria e intentaría apoyarles desde su condición de no viva, ni muerta del todo. Si hacía falta, abandonaría la buena senda para condenarse en los infiernos. No iba a ser peor de la tortura padecida todo este tiempo. Su espíritu se tornaría puerco espín, poltergeist, tormenta, con tal de proteger a la carne de su carne.

7 comentarios:

Antonio Rentero dijo...

Magnífico!!!!!

Podría ser un delicioso serial veraniego...

Camille Stein dijo...

las obligaciones de los espíritus son interminables... y el amor que pervive a la muerte no es condena, sino bendición... para muertos y vivos destinatarios

me ha encantado, Lola

un beso

coco dijo...

Querida, a veces, me asustas.

Sintagma in Blue dijo...

Moriremos como vivimos? Espero que no.

El buzon de mi casa dijo...

Loli, ni de vivos ni de muertos, siempre vuelves al amor, escribes desde él y para él.... ¿para cuando nos hablaras de placer?, quiero leer una una historia de sexo sin amor ni pasión, solo lujuria.

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Un beso "light" ;)

Anónimo dijo...

Un beso veraniego, Lola
Armstrongfl

LOLA GRACIA dijo...

Replicante, te emplazo a mi segundo libro de relatos "Cariátide en vacaciones", que se publicará...algún día, pronto, tras las vacaciones de muchos de vosotros.
Besos