martes, marzo 29, 2011

Borde



Se sentó en el borde de la cama. Le dolía el cuerpo. Demasiada cama, quizá. Demasiada rabia también ¿Por qué debía ser todo así entre ellos? Tan angustioso, tormentoso, tan letal. Como un veneno. La palabra "borde" la pensó en múltiples contextos. Vivía al borde de mil cosas que no llegaban y vivía con él que no era más que un borde y un amargado. El borde de su vida asomaba hacia un acantilado del norte. Un abismo de olas gigantes que abordaban las rocas. Que bordaban en los cuerpos de piedra dibujos constantes y continuos. El aire zumbaba en sus oídos y cada oleada de su playa imaginaria arrojaba imágenes de su fondo submarino: los abrazos, los besos, los encuentros, la zozobra, el palpitante deseo. Y se quedaba igual que la roca: inhóspita y fría, después de tanto amor, en el borde de la cama, extática, a la espera de un nuevo abordaje de su borde al borde. Y pensó en otra palabra: bordear. Fin de los enfrentamientos, fin de la lucha del agua contra la roca -- ya tan pulida como vacía-- fin de emboscadas, retiradas y batallas campales. En el borde de la cama, su borde dejó de significar amor lunático y extraña belleza. Para cuando hizo el primer pis de la mañana, le había olvidado por completo.


La imagen es de Germán Sáez

3 comentarios:

Tere Garibay dijo...

Qué intenso. A veces no sabemos si somos el mar tratando de abrazar la roca, o somos ésta golpeada por el mar.

Besos,
Tere

Javier Divisa dijo...

Qué peligro los bordes, y qué buena tu intensidad. bs

Federico Gómez dijo...

...desbordante entrada.