jueves, febrero 02, 2012

Tetas a manotazos y orejas élficas




No siento envidia por las orejas de Galadriel


En Thailanda han inventado algo que se denomina Tobnom. En murciano lo llamaríamos ponerse tetas a manotazos. Porque en eso consiste esta técnica que promete colocarte y aumentarte las mamas y el trasero a cachetazo limpio. Una clienta explicaba: duele un poco, pero merece la pena ¿Merece la pena? De verdad que cada día estamos más locas. Vale que estar mona es una trabajera: cremas, gimnasio, depilaciones, peluquerías, ropa, algún tratamiento. Hasta ahí tolero nuestro sometimiento brutal a los cánones de belleza que nos sacan las perras y, en algunos casos, hasta el saín; pero eso de pagarle hasta 1.500 euros a la señora Khemmikka de Thailandia para que me hinche a hostias –con perdón— las tetas –con perdón—, eso no. Ni hablar del peluquín. Además, que a los tres años hay que volver a pasar por semejante tortura y por caja. Casi prefiero comprarme un tarro de La Prairie, que por lo menos huele bien.

Ustedes dirán que esto es una rareza, un exotismo propio de Bangkok; pero, ¿y si les cuento que hay personas humanas que se gastan incluso 6.000 euros en hacerse una orejas élficas? La idea se le ocurrió a un cirujano búlgaro, y ha causado tanto furor que hay locales de moda en ciudades europeas donde sólo te dejan entrar si pareces un fauno. El búlgaro decía que su invento afinaba el rostro, que sólo por eso y por nada más lanzó esta nueva operación al mercado; pero ahí lo tienen: hordas de jóvenes deformando su aspecto hasta parecerse a Legolas. Ay, bendito. Casi me da risa lo escandalizada que estaba hace unos años Zoe Valdés con el ansia que tenía una amiga suya en operarse el chumino una y otra vez. Que si reconstrucción del himen, que si vaginoplastia, que si lifting del pubis; “tú estah ida, m´hija”, le recriminaba al móvil. Las operaciones de la vulvita causan furor en nuestro país. ¿Y por qué? Porque, señoras y señores, ahora la cosa va pelada, desnuda. Lo del Matto Grosso pasó a la historia. No hay nada más demodé que ver una peli de destape de los 70. Resulta hasta grotesco con la perspectiva actual.

La última moda en Nueva York es que las mamis se tatúen los nombres de sus hijos por todo el cuerpo, como hace Angelina Jolie: Visto lo visto, lo nuestro es sufrir. “Duele un poco”, dice la clienta de la doctora Khemmikka, esa púgil de los pechos. Me aterra sólo el pensarlo. Esta sociead no se contenta con pedirnos que tengamos la talla Auschwitz 34. Quieren que seamos hadas. Eso sí, con dos lolas como camiones y con el culo de Jennifer López. Y, además, quieren marcarnos cual reses. A mí que no me busquen para hacerme un tatuaje ni muerta, ni viva; que la seta me la dejen quieta (como diría mi amiga Ana María Tomás) y, sobre todo, mis tetas (de momento en su sitio). Lo de convertirme en pariente de Galadriel ni se contempla. He dicho.

4 comentarios:

Antonio Rentero dijo...

¿Se han ofertado ya plazas de Operador Técnico Cacheteador de Bustos?

Por mandar CV y tal.

Antonio Rentero dijo...

Para demostrar la profesionalidad y las aptitudes, en jornadas tan frías como estas yo sería de los que previamente calentaría las manos antes de proceder al tratamiento.

Anónimo dijo...

!Hemos perdio la perola pero del tó!

pazzos dijo...

En la sección masculina hay un boxeador thai que da unas patadas en los güevos que te dejan el paquete como el de un mandril en celo. Ay la obsesión por el tamaño...