Athina Onassis se ha deshecho de Skorpios, la isla donde se broncearan algunos cuerpos gloriosos en una década que se nos antoja ideal y perfecta desde este preapocalíptico siglo XXI.
El hecho de que el paraíso se venda por 200 millones de dólares y que lo compre un millonetis ruso es hortera, vulgar. Ni el sueño más edénico escapa de la atroz realidad. Skorpios acogió los amoríos confesables e inconfesables de aquel tipo algo excesivo, frío, villano incluso, que alcanzó todas las cotas de poder imaginables por un niño pobre y que se llamaba Aristóteles. Ari para los amigos. Ari para María Callas, que lo adoró siempre a pesar de portarse de modo tan lamentable con ella. Ari se casó con la viuda de Kennedy alcanzando el caché que siempre le faltó a este nuevo rico. Un hombre hecho de la nada que labró su fortuna traficando con tabaco en los puertos de Grecia. Y así, del tabaco pasó al mundo de los barcos y a convertirse en uno de los hombres más influyentes del mundo. Lo tenía todo: dinero, posesiones y a ella; a Jackie.
Ari también consiguió su isla. ¿Acaso no todos soñamos todos ella? Un paraíso remoto de aguas cristalinas, palmeras, brisa veraniega, cálida temperatura y, acaso, un amor para compartir los días, como robinsones de nuestra cosmogonia particular. Pero claro, todo eso está muy bien en nuestra cabeza. En la realidad, mantener una isla es un gastazo que pocas almas en el mundo se pueden permitir. Vivir como lo hacía Brooke Shields en el "Lago Azul" o el propio Crusoe es tan romántico como poco práctico, para qué nos vamos a engañar. Y acabar como los pringaos de la serie "Perdidos" tampoco seduce demasiado. En resumen, que todos nos pasamos la vida con el rollo de irnos a una isla desierta pero llegado el momento ¿Quién se atrevería a vivir sin ADSL? ¿Sin microondas? ¿Sin televisión? ¿Sin libros? ¿Sin cama?¿Sin agua corriente? ¿Sin electricidad?
Pa volverse locos.
Una isla es fantástica para disfrutar un par de días con un ligue, como hacía Ari, que sería algo cabrón pero muy listo, y gozar de todas las comodidades que ya había en los 60. Después regresas al mundo real relajado y feliz. Ya sabéis: bien comido, bien dormido y bien de lo otro ¿Pero os imagináis de por vida recluidos en ella? Yo estuve seis meses viviendo en una isla, en Puerto Rico. Todos sus habitantes adolecían del mismo mal: la claustrofobia.
Skorpios apenas cuenta con ocho kilómetros cuadrados, está situada en el mar Jónico y para colmo, separada unos 50 kilómetros de la mítica Ítaca. Ya sabéis, el hogar de Ulises.
Cuenta con todos los ingredientes para que este paraíso natural sea una especie de Shangri-La. Algo fantasmagórico, eso sí.No olvidemos que algunos de los Onassis, incluido el armador griego y Christina, están enterrados allí.
Lo paradójico de Skorpios es que el viejo Ari lo convirtió en un símbolo de poder, del amor por su tierra y de su recién estrenado estatus como rico respetable, ya que eligió la isla para casarse con Jackie. Digo paradójico porque,de un plumazo, la nieta pija le ha arrebatado todos sus galones, 38 años después de su muerte. SKorpios regresa a las manos de un nuevo rico y tiene todas papeletas para que lo conviertan en un mall de súper lujo. Imagino al viejo Ari --con esa dentadura algo tiburonesca, la mirada malévola-- revolviéndose en su tumba, bramando contra la desagradecida de Athina, quien lo ha heredado todo de un país y una familia de la que reniega por completo.
1 comentario:
¿Nostalgia?..
Que agradable comprobar que una fortuna se deshace y otra crece... el mundo sigue girando.
;D
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