domingo, junio 23, 2013

El latido nipón




Grabados de Utamaro




Grabados  de Hokusai  (El imaginativo grabado El sueño de la mujer del pescador)

Estoy consternada. Resulta ahora que lo más in es lamerse las córneas. Que cuando un morenazo te mira fijamente desde la otra punta de la calle no se fija en tus piernas. Que ese guiño entre escrutador y curioso. Esa mirada al acecho de una pieza, busca algo más recóndito. Ese suculento manjar escondido bajo tus párpados: la córnea. Sí, usted se ha quedado como yo al escuchar semejante disparate. De una pieza. Pero qué grima. Los chupeteos son cosa de cuidado. No todo el mundo sabe cómo, ni el cuándo ni en qué zonas exactas, pero lo de chuparnos las córneas mutuamente, oiga, un ascazo. Aparte del escozor y la conjuntivitis salvaje que se puede contraer.

Con lo bonito que es besarse en los párpados. Y besar las lagrimitas del otro y los besitos de mariposa. Pues no.  Eso son mariconadas en el Japón. Tanto como admiro la cultura nipona, con lo rico que está el shushi y el wasabi  y luego mira que son frikis con el tema del erotismo. Para empezar, los japoneses lo tienen todo en la cabeza. Esto es, que follar, follan poco. Hacen otras cosas más raras: compran  bragas usadas en los denominados burusera; acuden a salones rosa pindaro (una especie de prostíbulos donde se practican exclusivamente felaciones) o anda locos con las fantasías de colegialas y colegiales. ¿Por qué les ocurre esto? Porque, al igual que sucede en nuestra cultura judeo-cristina, para ellos, el tema del sexo es tabú, con la diferencia de que  son introvertidos hasta el punto de hablar aspirando hacia dentro. Son circunspectos y silenciosos, mientras que nosotros somos expansivos y lo "cascamos" todo. Lo que no nos enseñan en casa, lo aprendemos en los corrillos adolescentes (algo peligrosísimo, claro. Recordad la cantidad de mitos, mentiras y leyendas que circulan en esas conversaciones). Las dudas no nos carcomen, las expulsamos en busca de un feed back inmediato. Máxime hoy día con las redes sociales. El sol, la calle, las terrazas, el pálpito del mediterráneo es explosivo. El carácter nipón es implosivo. He ahí la gran diferencia.

Para ellos el contacto físico es algo antinatural. Pero es que ni palmaditas, ni abrazitos, ni nada. Aunque en su caso, es algo relacionado con la educación y no con la religión. De hecho, la monogamia es una "moda" importada de Occidente. Sólo hemos de detenernos en sus deliciosos grabados eróticos, los denominados Shunga. Auténticas obras de arte con los maestros Hokusai y Utamaro como máximos exponentes y la recreación de escenas absolutamente explícitas con parejas del mismo y distinto sexo; con tríos, con la imagen penes y vulvas enormes pintadas en un afán didáctico. Por tanto, el sexo, aunque tabú, es importante para la cultura japonesa. Mucho más que para nosotros.

El japonés parece que va por la vida protegiéndose del mundo pero cuando dice de lanzarse al ruedo es apasionado, fogoso, imaginativo, exquisito, sofisticado, refinado e incluso temerario, tal y como podemos ver en el film "El imperio de los sentidos" (Nagisa Oshima, 1976). La dimensión sexual de un país tan peculiar, tan dominado por el afán de superación en el trabajo, no es baladí aunque es triste que el concepto de erotismo y sexo excluya en tantas ocasiones la interacción humana. Me pregunto si aquí vamos a lo mismo. A un refinamiento tal, que elimine la propia vida, los fluidos y los sudores.   A una virtualidad comodona y aburrida. Al placer solitario de los onanistas. Me respondo que no, que, por suerte, vivimos en un país lleno de bares, de gente ruidosa y tocona y que eso nos salva siempre. Incluso de esta maldita crisis.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen articulo. comparto en face