sábado, agosto 24, 2013

Habitación 69




 Él trajo las velitas, ella a Diana Krall. Quedaron en aquella habitación de hotel. Se desvistieron aprisa. Ella era una artista de desembarazar hebillas. Él un prestidigitador de sostenes. Rachel se enseñoreó con su cuello. Sus besos calientes recorrían los pezones de Arthur, bajaba con la boca por todo su cuerpo. Ella le empujó a la cama. Se encaramó a su hombre que le acariciaba la espalda, que enganchó el bikini, tan hostil en aquel territorio salvaje. Rachel introdujo su pene con suavidad y comenzó a moverse, como un platillo chino, aprisionando la verga suave y cálida. Despacio, sin pausa, al ritmo de la bossa. Él pensaba en Angela Merkel para prolongar el placer. Intentó balbucear una palabra y ella le atajó con un dedo en sus labios: “ni se te ocurra decirme que pare”. Seis canciones después, sus sexos latían al unísono. Tras una mirada casi romántica la cama hizo catacroc y Arthur cayó estrepitosamente al suelo.  Rachel soltó una sonora carcajada

-Perdóname ,ja, ja,ja  pero ¿Te imaginas a tu junta de accionistas viendo esta escena?

-Mira que eres cabrona.

--Es hilarante. Tú y tus calcetines y esta horrible moqueta.

--Creo que me he roto algo.

Ella se encendió un cigarrillo. Él no podía moverse ni un milímetro sin ver las estrellas.

-Dame.

-Ni de coña, tú lo estás dejando.

Rachel se tumbó cruzada sobre él, cogió su móvil y marcó el número de urgencias. Arthur, aprovechaba la coyuntura para acariciar su trasero.

--Por el amor de Dios, estate quieto que me desconcentras ¿Sí? ¿Oiga? ¡Quieres parar! No, no, se lo digo a usted. Tenemos una pequeña contingencia, un herido; nada grave, una caída tonta ja,ja, ja ¿El lugar? Los Garden Hotels ¿Qué quién soy yo? ¿Quién es usted?

--Te paso a Sophie, dice que es tu novia .

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