viernes, junio 06, 2014

Tu peso



Me gusta sentir tu peso. Te lo dije. Ese after love que disfrutamos entre carcajadas, tú sobre mi, fue de las cosas más bonitas que permanecerán en mi recuerdo. No te conté que me vino a la mente la imagen de mi hijo con cuatro años, que se dormía así, sobre mi pecho, escuchándome cantar María, María de West Side Story. Cuando terminaba el estribillo, levantaba la cabeza y me pedía: ¡ottta vess!

Creo que nuestras últimas risas fueron tan bellas como los besos. Que no hay dulzura semejante a esos momentos. Qué final tan abrupto e insospechado. Es como matar a un recién nacido.
Quedan tantas cosas por decir. Por hacer.
Desprecias el milagro, Herodes del amor.
Tampoco te conté la terrible pesadilla. Ví morir a mi hijo. Era mucho más pequeño. Pero mi hijo era un símbolo. Éramos nosotros.

Me gustaba sentir tu peso, tus risas. Escucharte decir lo feliz que eras conmigo en esos momentos. Las interminables despedidas.

Cómo puedes ser tan cruel. Tan frio. No tienes alma, no.

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