sábado, junio 18, 2016

Respeto e identidad sexual

   


 Esta semana hemos conocido una gran noticia: la Sanidad Regional financiará a partir de ahora el pago de sexo a los transexuales. La Verdad sacó en portada un tema que preocupa a muchos afectados y con el que la sociedad demuestra, una vez más, estar escasamente sensibilizada. En la información publicada en la web encontramos los típicos comentarios de si es realmente necesario una operación de este tipo y que en la Sanidad Pública hay otras necesidades perentorias.


 Leemos opiniones de personas que ven más importante que sufragar los empastes en lugar de algo tan básico como puede ser el cambio de sexo para alguien que se está completamente desubicado con unos pechos que no siente como suyos o un pene que le sobra porque es mujer de la cabeza a los pies. Siguen existiendo las lamentables confusiones: transexual no es travesti. No lo es por hobby. Si uno nace sintiéndose mujer aunque los genitales masculinos contradigan esta cuestión sagrada de identidad, no puede hacer otra cosa.

 A la costosa operación y dolorosos post operatorios se añade que el transexual renuncia al placer en pos de vivir acorde con su identidad. Probablemente muchas personas desconocen este particular. En esta columna hemos tratado en alguna ocasión el tema y hace pocas semanas lo asocié a la difícil época de la pubertad. Aunque el transexual lo tiene complicado siempre mientras la sociedad siga patologizando el sexo en general (más que de sexo o sexuación se habla de prevención de enfermedades, como si fuera la bicha malévola).

 Hace poco tuve una discusión con un compañero en una tertulia de televisión. Y vuelvo a encontrarme que incluso los propios gais carecen de la empatía necesaria para comprender este asunto que aún hoy podemos definir como problema. Yo no soy transexual pero he sido adolescente.

Puedo entender la horrible vergüenza que se pasa a determinadas edades donde aún careces de la personalidad y el valor propios para reafirmarte en ser lo que eres y como eres, aún a riesgo de ser impopular. Vamos con el tema, por ejemplo, de los aseos públicos. Si yo fuera adolescente y transexual me gustaría entrar a un aseo donde nadie me mirase raro porque soy chica por fuera y me siento chico por dentro y voy al de los chicos.

Cambiar la mentalidad en algo así es imposible de un día para otro, por eso yo propongo la opción de aseos especiales para que cada cual los  use con libertad. Este chico hizo un comentario muy desafortunado. Entonces ¿Qué? ¿Los vas a comparar a los minusválidos? ¿Cómo si fueran bichos raros? Vaya por delante que odio las palabras minusválido y discapacitado. Deberían desaparecer del diccionario asociadas a personas que van en sillas de ruedas por accidente o por nacimiento.

 En este caso, acabaremos patologizando al mundo entero siempre y cuando no se ajuste al estereotipo marcado por esta sociedad que, por ejemplo, se empeña en meter a todas las mujeres en una talla única. Todos tenemos derecho al respeto de los demás, da igual nuestro color de piel, nuestra opción sexual o de identidad sexual, nuestra talla, los pájaros que tengamos en la cabeza, lo incoherentes que seamos o los aciertos y errores de nuestra vida. El respeto se mama y se aprende. Y también se gana, por supuesto.

 El colectivo transexual se lo ha ganado con creces. Hace algo más de 50 años a los gais se les dejó de considerar enfermos mentales. Ya va siendo hora de acabar con eso de que los transexuales de nuestro país tengan que decir que están mal de la mollera para acceder a su operación de cambio de sexo.

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