jueves, septiembre 08, 2016

Hillary y el sexo

      Según el moderno concepto de sexualidad y sexuación humanas, lo de Clinton y la Lewinsky apenas si puede calificarse como sexo. Un encuentro sexual, sí. Una relación amorosa, erótica y completa, en absoluto. El antiguo orden establecido relegaba el sexo al locus genitalis y a la función reproductora. Todo lo que saliera de susodicha parte era irrelevante. Este viejo orden también destinaba a las mujeres a las labores de procreación y no tenían derecho al goce. Su papel era traer vástagos al mundo y satisfacer el placer extramatrimonial de algunos hombres. Parece mentira que tras tantos avances en la civilización muchas mujeres permanezcan asentadas en esos roles de esclavas del hogar, meros recipientes de futuros seres humanos u objetos de placer y contemplación. He leído recientemente algunos artículos escritos por la muy amiga íntima de Hillary Clinton, Diane Blair, y me quedo estupefacta  al saber que Hillary perdona esta infidelidad porque se trata de un hecho consensuado. Faltaría más. Si no, estaríamos hablando de un delito sexual. Añade después adjetivos contra Mónica Lewinsky que, francamente, me decepcionan; habla de ella como lunática y narcisista y contempla a Bill como una pobre víctima de esta mujer "mala". Es evidente que Hillary—por mucho que adore su carisma, que crea en ella como presidenta—es cómplice de la machista educación recibida. De su retrógrada visión como practicante de la religión metodista. Sé que son muchos los motivos porque Hillary pasó por alto esta y otras infidelidades de su amado marido Bill pero están fuera de lugar los comentarios contra Mónica Lewinsky. Esta actitud poco reservada  y algo barriobajera, no le suma. Todo lo contrario. El hecho de ver a su marido como una pobre víctima no deja de sorprenderme y de afirmarme en ese micro machismo o súper machismo que permanece instalado aún hoy día, incluso en las mentes de mujeres que pelean por los derechos de otras mujeres, pero que pierden todo su coeficiente intelectual cuando se trata de defender a su macho y a la manada. Por mi parte, como ser humano, escritora, sexóloga y periodista, creo que hubiese sido más noble, elegante y sincero el admitir que perdona a su marido Bill Clinton porque le ama, porque es el hombre de su vida, porque, a pesar de los años, sigue enamorada de él; Y porque ambos  gozan de aquello que es esencial en las parejas: la auténtica intimidad. ¿Que Lewinsky fue de un oportunismo descarado confesando la felación Bill? indudable pero Hillary y sus asesores no debieran haber dudado en ningún momento del papel que debía jugar la próxima presidenta de los Estados Unidos. Y este en su día fue vulgar. En este sentido, habla mi también inevitable deformación profesional como directora de comunicación de cargos públicos. Bill hizo bien dando la cara pero Hillary debió correr un tupido velo y debió tener la suficiente fuerza de voluntad para no descorrerlo jamás. Hillary es una visionaria y ella misma tenía tanta ansia o más que el propio Bill. Es una gran corredora de fondo, ya lo estamos viendo. Hillary y el sexo se han llevado igual de bien que Hillary y las mentiras, algunas imprescindibles para la supervivencia política y familiar pero sustentadas por una gran verdad esencial: la fe indestructible en sí misma y su proyecto de vida. La fe y la creencia de que ella, por sus actos, su entrega y su propio sentido religioso, es una protegida, una elegida del mismo Dios que ya escribió en el libro de su vida, antes de nacer incluso, que sería la primera presidenta de un gran país como es Estados Unidos.

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