domingo, enero 15, 2017

Mierdas fuera



 En primer lugar, disculpen por el título. Ahora voy al lío. El otro día alguien me explicó que su madre, llegado el mes de septiembre hacía un zafarrancho que titulaba así: mierdas fuera. Y que él hacía lo propio en casa, con su propia familia Es surrealista la cantidad de trastos y ropa que acumulamos. Ropa que ya no nos ponemos, libros que leímos y no releeremos jamás, enredos que ni embellecen ni aportan valor a nuestra vida  pero que mantenemos ahí, conformando el paisaje de la cotidianidad, colmando el aire que nos rodea. Y así es imposible. Nada nuevo puede entrar.

 Muchos de esos objetos podrían ser útiles a otras personas y tener otra vida después de nuestra vida. Pero lo que me preocupa no son los objetos si no ustedes y yo. Nosotros: hombres y mujeres. Material sensible Que el otoño no nos pille con basura en nuestro corazón, en nuestra mente. La peor de todas, esa basura que otros arrojaron sobre nosotros: "no vales para esto", "eres torpe", "las cosas están muy mal", "a tu edad ya no encontrarás trabajo" "la pareja perfecta no existe""confórmate con lo que tienes".

 Personalmente, he decido vetar determinadas frases en mis oídos. Quienes proclaman ese saber de estercolero no hacen otra cosa que reflejar su propia cortedad de mente y simpleza espiritual. Esas frases NO me definen. Las definen a ellos. Que se queden con su mugre y ¡mierdas fuera!.

 Nosotros mismos generamos nuestro propio detritus y basura emocional. Ponemos límites a todo, nos quedamos anclados en relaciones infructuosas, repetimos patrones que nos conducen sólo a la frustración y nos machacamos con pensamientos automáticos que nos destruyen cada día un poquito por dentro. Hagamos balance y mandemos a la mierda todo eso. Pero, así, con entusiasmo.

No hablemos de la basura conceptual que intoxica la cultura, el sexo, la política. Nos encanta poner nombres rimbombantes que sólo conducen a la confusión y el engaño. Pero, como estamos en periodo de !Mierdas, fuera! Nos negaremos a darle entrada en nuestro vocabulario y cabeza. La peor basura que somos susceptibles de acumular son esos pensamientos que nos alimentaron como las galletas María en el desayuno: los ricos son siempre los mismos y tú eres pobre. Tu vida ha de ser un valle de lágrimas, repleta de sacrificios y abnegación, si te esfuerzas y luchas, conseguirás eso que tanto ansías. Más mierdas.

 La verdad es esta: lo importante de la vida te llega solo y se queda porque sí. Si alguien te ama, te ama porque sí, no es preciso que le construyas un arco de iglesia cada noche. Las relaciones no se pueden pelear. Eso es absurdo. Sinceramente, cogería a muchos terapeutas de pareja y los mandaría de vacaciones. Las relaciones se pueden enriquecer, endulzar, armonizar pero cuando alguien me dice "voy a luchar por mi pareja", me dan ganas de ponerle una escafandra espacial y mandarlo de una patada a Júpiter. Más que nada, para que reflexione en el trayecto. La vida es muy simple y nosotros la complicamos. Si se hizo el vacío entre dos personas será por algo. Será porque ya no escuchan la misma canción, la misma melodía. Quizá es posible que sí, con dedicación y amor vuelvan a estar en la misma onda. Pero seamos precisos. Palabras como lucha o pelear están fuera del ámbito de lo amoroso (salvo que luches en la cama en plan loco). El lenguaje tiene una importancia vital. Si apenas atisbáramos la forma en cómo modela nuestras vidas cuidaríamos cada palabra, cada silencio.

 Así que, señores, mierdas fuera. Así, con todas sus letras.

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