domingo, enero 15, 2017

Pesadilla antes de navidad

     

 Sueño con un coche oficial. Los conozco. La rutina del chófer, su vida sacrificada pero sencilla como el padre de Sabrina, aquella película maravillosa de Audrey Hepburn. Sueño con la Gran Vía madrileña en plena Navidad. La añoro como se añoran las mañanas bellas. Ese chófer planta su calabaza-carroza en la puerta del Primark. De ahí sale Soraya que no, no es una princesa Disney, es la vicepresidenta de un país llamado España y donde ella se persona con toda su autoridad para comprar tres cuartos de kilo de pijamas, bragas, tazas, purpurinas, velas, suéters, vaqueros y complementos. Allí se compra la ropa al kilo, soy usuaria habitual. Los defensores de Soraya diréis que no es para tanto la cosa, que a Diana de Gales le cerraban Harrod’s. Sí, pero no paraba el tráfico y Mohamed Al-Fayed decidía en su espacio privado lo se le antojaba hacer.  Diana compraba bragas —más caras, es de suponer— pero no imponía a los londinenses su superioridad, ni se saltaba básicas normas de tráfico.

  Disney me repite desde su tumba: sueña, sueña y diversifícate, mujer. Vale, vale. Hace ahora 50 años de su muerte. Murió joven. Fumabas demasiado, Walt, pero ¿Quién quiere vivir para siempre? Te dio tiempo a todo: recibiste palizas de niño, repartías periódicos aterido de frío y casi descalzo, hiciste 81 pelis, ganaste 22 Oscar, creaste dos parques temáticos. Para todo eras un exagerado y tu factoría es el segundo conglomerado mediático más importante del mundo según Forbes. Pero Walt, qué repelente era Blancanieves, por todos dioses. Presumo que se parecía a la novia más frígida que tuviste. Y qué forma de cambiar las historias. Fuiste el inventor de la globalización y de la corrección política. Lo sabías mejor que nadie.

Un buen final siempre es rentable en taquilla. Walt se da la vuelta y me topo al cruzar la esquina con un desfile de Moros y Cristianos de la ciudad de Murcia. Están muy cabreados. Unos seguidores de Trump han subido una foto suya a Twitter y dicen de ellos que son un alzamiento neonazi. Más de 5.000 retuits de los homófobos de la américa profunda. Hay que joderse. Murcia siempre tan mal parada. El karma de twitter se cumple inexorable. Ya lo califican de herramienta del odio. Nadie lo quiere comprar. Si dejas que tu casa se convierta en una taberna medieval, en un espacio divulgador de libelos y sin finales felices esto es lo que obtienes.

 En mi sueño he llegado a la ciudad Alepo a punto de ser evacuada. Las imágenes son desoladoras. Nada queda de su antiguo señorío. Todo es polvo, cenizas, retransmisiones de civiles que narran al mundo su horror. Están a punto de morir, aterrorizados. Cruz Roja llega muy tarde. En mi sueño, la ciudad de Murcia está bonita, con sus luces de Navidad, y su frío y su olor a dulces tradicionales, y sus niños con naricitas rojas, gorras y bufandas. De pronto, una tromba de agua lo apaga todo. Nos acongoja la fuerza de la naturaleza.

 He restado del paisaje a algunos matones impresentables que pegan por deporte. Pienso en el karma, en los empresarios que permiten que sus negocios se conviertan en vulgares tabernas medievales. En la chulería apestosa que destilan. Entre los escombros de la guerra, las princesas de pacotilla, el matonismo y la estulticia de la incultura homóbofa, me pregunto cómo se las maravillaría Disney para encontrar un final feliz. Pese a todo, estas fiestas tendremos el perfume de la vida, abrazos de nuestros amigos. El beso de algún antiguo amor, veremos reir a nuestros hijos y nos sentaremos alrededor de una mesa, o de muchas. Y daremos gracias porque somos muy afortunados.

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