jueves, marzo 01, 2018

De cabrones y cabronas

 
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  En Yecla hay un macho cabrío suelto "asilvestrado" haciendo de las suyas. Es una cabra loca pensarán ustedes. Pero se equivocan, esa, en todo caso soy yo. A ver, pobrecillo. Es como si  a mi me soltaran en Tiffany's una noche —avariciosa e incrédula— ; rompería las sofisticadas vitrinas y me lo colgaría todo con furia y desasogiego. Y luego, luego deberían detenerme porque joya puesta, joya que se queda la nena. Ya me veo, con un macizo a mis espaldas esposándome con su cálido aliento en mi cogote.

Si es que ya me lo dicen mis amigas, tengo que ser más cabrona, a ver si alguno consigue detenerme, ejem. Como mi sueldo de columnista no me da ni para un Michael Kors, desde aquí les pido como cabrona que soy, que dejen de felicitarme las pascuas, no quiero cosas intangibles como el amor o las buenas intenciones. Yo lo que quiero es un bolso Gucci y después soy capaz hasta de domar al macho cabrón, digo, cabrío. Lo que haga falta por un Chanel o un traje de noche de Dior. Ya de adolescente solía gritar aquello de Dior mío.

Mis amigas ex-adolescentes de la escuela lo pueden corroborar. Pero nada, el universo no me envía trajes de colección, sólo pirados en las redes que me molestan. No se puede ser amable con los desconocidos por muy bonito que sea el concepto de Almodóvar. La amabilidad de los extraños en twitter conlleva su correspondiente peaje. El macho suelto me ha hecho reflexionar acerca de cuántas veces destrozamos las vidas de los demás por estar en el lugar equivocado. El cabrón tiene que irse con Pedro y Heidy a las montañas. Y allí será feliz y hará felices a los demás con su rica leche y su caliente lana. La ecuación cuernos más ciudad es por fuerza desastrosa

Las almas libres no pueden jurar eterno amor aunque lo sientan en sus corazones porque se convertirá en una pesada cadena que los convertirá en cabríos/as desalmados. Putos en esencia. Los hombres, los machos cabríos asilvestrados, no son malos en el fondo. Para ellos romper tiestos o clavarte sus afilados cuernos es lo natural. No entenderán porqué te quejas, o porqué los bloqueas o te alejas de ellos. Ellos, que son únicos en su especie, consideran que te están haciendo un favor. Imagínate, un ejemplar único que ha posado sus desorbitados ojos en ti. Es para estar agradecida al universo ¿O no? Pues no, universo, déjalo ya por favor, que paso de hacer más antropología social. Ya aprendí la lección. Vete con los "jelipollers" a otra parte.

  La moraleja de esta columna es que uno no es bueno o malo. Que estar en el lugar equivocado te puede convertir en un monstruo o en una zorra sin corazón. Las cabras locas necesitan espacio, naturaleza y algún bolso caro, o algún reloj bonito para sentirse felices. En serio, una cabra loca es la mejor de las amantes incluso abnegada esposa pero si tratas de dominarla, macho (cabrón), estás acabado y siempre perderás la partida. No hay nada que hacer. Con los cabrones sucede igual. Mujer, abandona tu plañiderismo y fíjate en otro ejemplar. El chulazo al final siempre te clavará el puñal por la espalda. Porque no lo pueden evitar. Es su naturaleza: no son nobles, ni fieles y apenas piensan en otra persona que en ellos mismos. En esta vida, todo es cuestión de elegir tu papel en la vida. Eres fruto de tus decisiones. Tú eliges si te quedas o te vas. Ya sabes que la cabra y el cabrón siempre tiran al monte.

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