domingo, noviembre 18, 2018

El ego masculino, esa criaturilla

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Complicado escribir de este asunto y que mis amigos, amores, novios y ex de todos los tamaños y colores no me odien para siempre pero, ea, soy una temeraria. El triunfo es de los valientes.
Tengo muchos amigos hombres. Sin saber la razón, siempre me he llevado de mil maravillas con ellos. 

De niña, odiaba la pandilla de las crías, me parecían unas cursis horribles. Yo prefería correr, saltar, subir árboles y me reía con las gracietas de ellos. Ellas estaban todo el día poniéndose lazos y comprando purpurina. En la carrera casi igual. Mi mejor amigo, Juan, fue un camarada leal. Todavía lo es. Flirteamos un tiempo pero eso dio paso a una extraña relación. Éramos como novios pero sin serlo. Nos contábamos todo, todo, todo. A veces con una crudeza extraña. Íbamos a los conciertos de piano de la Fundación Juan March, comía en su residencia; Robaba libros para mi. A su novia oficial, por supuesto, jamás se le habría ocurrido ofrecerle un presente semejante.

Cuando pasaba de Juan entonces ocurría lo de siempre: miraba con recelo a mis pretendientes a quienes calificaba sin compasión. Y la palabra de Juan iba a misa. No porque estuviese enamorada de él si no, porque, en mi inocencia, creía que me aconsejaba bien. Ese es muy gordo, ese tío no está a tu altura, el  otro vivía muy lejos. Total, que entre Juan y todos los gais de los que me enamoriscaba (y no fue uno, sino varios, algo digno de estudio) me pasé la juventud más casta que una gominola.

En Puerto Rico mis tres mejores amigos --Carlitos, Joselitos y Alexis-- también eran hombres y gais. A este equipo se unió mi novio en la isla: Luis.

Gais o heteros, a los chicos los conozco bien. Los sé llevar y sé cuán fácil es herirles. Demasiado fácil. Ellos no pueden evitarlo. Siempre se comparan con tus anteriores y actuales amigos, novios y amantes.

El hombre, todavía hoy, responde a un estereotipo de tipo aguerrido, viril, vencedor en todas las batallas pero, a la hora de la verdad, tienen esposas más listas que ellos, hijas que les superan en inteligencia y/o valentía y compañeras de trabajo que se los comen con patatas de forma sutil. No porque ellas sean malas sino porque ellos se pierden en el detalle y la mujer tiene una visión de conjunto con la que jamás podrán competir.

Vale que aún domina el patriarcado. Vale que ellos hacen corporativismo masculino y nos arrojan de los puestos de mando pero en el ámbito más cercano y personal han perdido la batalla. Y aguardan dentro de sí esa criaturilla indefensa, su ego fabricado con palicos y cañicas, que puedes derrumbar con un soplido de tu sensual boca.

Reconozco mi culpa. Soy muy bruta y sin querer queriendo aplasto egos masculinos. Una venganza póstuma a todos los que me hicieron daño. Desde el crío que me dio la primera hostia en el cole --y que le devolví, por supuesto--  hasta otros dolores más privados.
La venganza de ellos es que se pueden pasar un año, dos o tres, tranquilamente, sin dirigirte la palabra. Así de capullos son… y de frágiles.

Sin embargo, les haces un favor. Cuando vuelven a ti con el rabo entre las piernas reconocen que en todo llevabas razón y la verdad dolorosa era verdad después de todo.
De Juanes, padres que no me hablan y hombres delicados como cáscara de huevo está mi biografía llena, pero, híjole, me niego a cambiar. Eso sí, le pongo silenciador a las críticas y minimizo sus inseguridades porque sí, porque les quiero y me divierto con ellos que no veas.

2 comentarios:

JotaTuis dijo...

Un post muy sincero! Enhorabuena por tu blog.

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Besos!!

Elvis dijo...

El ego va por libre, no hay quien lo controle. A veces se daña por cualquier tontería y otras lo soporta todo.
Saludos.