domingo, mayo 26, 2019

Hermanas de Eva




Algunas interpretaciones del Zohar sostienen que Eva copuló con la serpiente adquiriendo de esta forma la sabiduría y el conocimiento. El Génesis es más cauto. Fue una manzana y no un acto de zoofilia el que proporcionó los secretos de la vida a Eva. Comer del árbol del bien y del mal la convirtió en poderosa.

Sea como fuere, ahí estamos nosotras. Cobramos menos que nuestros compañeros hombres, dejan de contratarnos porque somos madres, o podremos serlo, y en algunos casos sufrimos violencia en el entorno familiar y sutiles discriminaciones que no levantan ampollas, ni ponen moratones en nuestras caras pero que calan igualmente.
Eva, a veces, se ha callado y aguantado la situación. Pero nuestras Evas de hoy están hartas y muy cabreadas. Y el coraje es bueno para romper barreras y cadenas. Para romper con las desigualdades. El coraje es el camino de la liberación y de la sanación.
Y en este camino es imposible no tomar partido.
El principal enemigo de las mujeres reside en nuestra programación. Al día surcan nuestra mente unos 30.000 pensamientos. De algunos somos conscientes, de otros, no. La mujer que se sabe poderosa puede controlar hasta cierto punto esa programación pero procedemos de una escuela del dolor, de una escuela de valle de lágrimas, de sufrir en la tierra para gozar en otra dimensión. Esta perniciosa programación ha tejido nuestra mente y la de nuestros ancestros.
El neurocientífico Salvador Martínez Pérez, me confirmó que el pensamiento positivo da resultados. Que no es una magia de abracadabra. Que las palabras crean y que lo que crees, creas. También los hechos traumáticos en tu vida generan una muesca en tu cerebro. Una cicatriz en la que nos es muy sencillo volver a caer. Ese precipicio está siempre presente. Es el precipicio de la escuela del dolor de nuestros antepasados. El abismo de creer que no merecemos la felicidad. Que ésta dura poco en la casa del pobre. Que la mujer siempre tendrá sobre sí un techo de cristal. Estas creencias vetustas nos alejan de la verdad primordial. Y es esta: somos poderosas. Tenemos el mundo en nuestras manos y la capacidad suficiente de cambiar las cosas.
Cierto, no será sencillo. No lo es, de hecho. Hemos de tirar por tierra esa escuela del padecimiento en la que hemos crecido y que nos ha sometido. Esa escuela del dolor que crearon los poderosos para mantenernos inmóviles, muertos de miedo. Con las manos atadas
a hombres pero aún más a las mujeres. Hay que abandonar el discurso victimista y tener el valor y la osadía necesarios para coger las riendas de nuestra vida.
Volvamos a la Eva sabia. La sobredosis de realidad es beneficiosa en el fondo. Quizá sean un jarabe amargo al principio pero aceptar y conocer esa realidad es el primer paso para cambiarla. Las mujeres tomaron conciencia de su punto de partida en el 2018. El año del “Me too”, supuso también un descorrer velos y armarse de coraje para gritar un unánime “Basta ya”.
Las mujeres ya se han subido al carro, han conectado el GPS. Ya saben desde donde vienen y hacia donde quieren ir. Ellas, la mayoría de ellas, no se dejan engañar por el ruido mediático de patrones anquilosados y vetustos. Esos patrones que nos quieren divididas, insolidarias y perdidas.
Por suerte, ya sabemos el camino. Un camino de hermandad donde cada mujer agredida, vilipendiada o tratada injustamente es nuestra hermana a la que hemos de cuidar y proteger como si se tratase de nosotras mismas y que todas somos en el fondo esa Eva primordial.

No hay comentarios: