domingo, mayo 26, 2019

La primera vez




El amor real es una incontenible fuerza de la naturaleza que arrastra convenciones y con todo lo establecido. El amor real no tiene principio ni fin. Un infinito surca las cabezas de los amantes que se reencontrarán cuantas veces sea necesario para su realización. Carece de secretos, derriba murallas, fronteras. El amor real pisa el suelo una y otra vez. Pero al mismo tiempo aspira a la perfección, a que cada momento sea el mejor. Aspira a vivir cada día como si fuera el último y sentirse agradecido por semejante privilegio.

Es el amor que te empuja abandonar la zona de confort. Que te hace replantear todo tu esquema vital y te pone a los pies de los caballos pero que después alumbra e ilumina tus días tras surcar la noche oscura del alma. La existencia que resultaba tan cómoda pero que te regalaba un terrible vacío y la terrible pregunta flotando en el aire ¿Esto es todo? ¿A esto se reduce la vida?
Cuando uno prueba el amor real ya no le valen sucedáneos. Los hay afortunados que se topan con él en las primeras fases de su existencia y viven felices por siempre. Los hay que realizan búsquedas en su interior y en su inmediato presente y tienen que tropezar hasta tres veces en la misma piedra para caerse del burro.
Necesita de pocos aderezos este amor real, tal vez, quizá el descanso en el abrazo. La paz necesaria tras el largo itinerario recorrido. Navegar en los océanos del tiempo resulta agotador, tanto como mantener la fe en el reencuentro de las almas que se han extrañado por interminables momentos.
Y una tarde cualquiera —en el paisaje de una cama revuelta de abrazos y caricias— los amantes se contarán su primera vez. Y no darán por perdido el tiempo perdido.

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