Sentada frente a una tapa de boquerones se imaginó nadando en un mar de aceite como la sirena dorada de las conservas en lata. Le encomendó su pedido de siempre al camarero que la miró de soslayo, como siempre. Algún día se lanza, pensó. Algún día me preguntará porque siempre desayuno sola. Pero no. Volvió a su perspectiva y se recordó nadando en el dulce mar plateado de su adolescencia, en aquel verano que conoció las calas de Mallorca, aquel tiempo glorioso en que fue simplemente feliz, rodeada de chicos guapos, de lugares hermosos, de músicas embriagadoras, de las maravillosas perspectivas de su futuro.
Algún día volveré, se decía. Me convertiré en alguien importante, me compraré un yatecito y me pasaré el verano aquí, bailoteando con el agua, con el sol, llenándome el alma de sal y bossanova. Pero no. Sus planes de vida no se cumplieron y ella se encontraba sola en pleno mes de julio frente a una tapa de boquerones en aceite, soñando con ser sirena, hastiada de la polución del verano inmisericorde y preguntándose dónde había estado el error. Tanto luchar para nada, pensó, a punto de fenecer por inundación de zumo de aceituna en sus pulmones. Era una más y no se habían presentado ni uno sólo de sus sueños juveniles.
Sus ídolos ya estaban amortajados, dispuestos a la eterna sepultura y en la lápida de su cementerio figuraba la palabra RESIGNACIÓN. De fondo sonaba la voz desgarrada de un cantaor: “Mira como le baila la noche al alba y el alba a la noche” y una lágrima salada, como su corazón se escapó de sus ojos negros. ¿Por qué lloras? Le preguntó el camarero en una ruptura de su mutis del todo insospechada. Es bonito, le dijo. Es muy bonito, insistió, y rompió con la inundación más amarga que conociera la barra de aquel bar. Oye, intentó consolara él, ¡venga, anímate, que a la Coca Cola Light te invito yo”.
Algún día volveré, se decía. Me convertiré en alguien importante, me compraré un yatecito y me pasaré el verano aquí, bailoteando con el agua, con el sol, llenándome el alma de sal y bossanova. Pero no. Sus planes de vida no se cumplieron y ella se encontraba sola en pleno mes de julio frente a una tapa de boquerones en aceite, soñando con ser sirena, hastiada de la polución del verano inmisericorde y preguntándose dónde había estado el error. Tanto luchar para nada, pensó, a punto de fenecer por inundación de zumo de aceituna en sus pulmones. Era una más y no se habían presentado ni uno sólo de sus sueños juveniles.
Sus ídolos ya estaban amortajados, dispuestos a la eterna sepultura y en la lápida de su cementerio figuraba la palabra RESIGNACIÓN. De fondo sonaba la voz desgarrada de un cantaor: “Mira como le baila la noche al alba y el alba a la noche” y una lágrima salada, como su corazón se escapó de sus ojos negros. ¿Por qué lloras? Le preguntó el camarero en una ruptura de su mutis del todo insospechada. Es bonito, le dijo. Es muy bonito, insistió, y rompió con la inundación más amarga que conociera la barra de aquel bar. Oye, intentó consolara él, ¡venga, anímate, que a la Coca Cola Light te invito yo”.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho. Seguiré visitando tu Blog. Saludos. :)
LOLAAAAAAAAAAAAa
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