La vida, entonces, se tiñó de color verde absenta y se unió a la legión de bohemios que recorrían toda Europa en París, persiguiendo la belleza, los nobles ideales y las vidas austeras entonando el canto de Keats: “La belleza es la verdad, esto es todo lo que sabes de la tierra, todo lo que necesitas saber”.
Vincent y Terry se divirtieron de lo lindo hasta que la belleza tomó forma en cuerpo de mujer y se enamoró perdidamente de una bailarina del Moulin Rouge.
Aline era una gárgola con rostro de ángel. Vincent se sumergió durante meses en burbujas alcohólicas, parecía como si éstas estuvieran dando vueltas en su interior ininterrumpidamente. Apenas dormía; la comida no era más que una excusa para ver a Terry y darle una cuantas telas a cambio de los muchos francos que ganaba, salvo la comisión del americano. Representado y representante siempre anduvieron en armonía, sin avaricias innecesarias. Ambos eran honestos y generosos con la parte más empresarial de la actividad de Vincent. Terry aprovechaba la gran confianza con el joven para darle un consejo: “muchacho, te van bien las cosas, pero no entiendo como no guardas nada para salir de ese cuchitril de Monmartre que tienes alquilado. Incluso yo estoy mejor establecido que tú, cerca del Bois de Bologne, en un sitio respetable, y eso que sólo vivo de tus comisiones. ¿Qué haces con el dinero pequeño Vincent?. Cuídate de las bailarinas, cuídate de las borracheras, de las juergas....todo tiene un límite y hasta la suerte del gran talento que tienes como don del cielo se puede pudrir como una raíz encharcada en sustancias que no le son propicias”.
Vincent tranquilizó al americano. Lo único que le sucedía es que estaba enamorado de Aline, y no dudaba en cubrirla de joyas y ricas telas en cuanto tenía la menor ocasión. “No te preocupes gran Terry...soy feliz viviendo de este modo, tengo unos amigos maravillosos y tengo el amor y la juventud....esto nada tiene que ver con sustancias turbulentas, salvo unas copas de vez en cuando, que uno tiene también derecho a sus francachelas ¿no?”.
Vincent estaba exultante, casi resplandecía. Su corte de admiradoras crecía día a día y no había noche que no tuviese la visita de alguna belleza en su estudio. Estaba enamorado de Aline pero ¿por qué negarse el placer de otros rostros, de esos cuerpos perfectos de alabastro que se entregaban a él a cambio de su propio retrato?. Muchas, a cambio de nada. Porque Vincent, además de su talento poseía encanto, era apuesto, cortés, educado y generoso. Siempre hacía espléndidos regalos a sus hermosas concubinas....Un punto que la gárgola no estaba dispuesta a tolerar por mucho tiempo más. El propio Vincent, a veces, en un arrebato de culpabilidad, se acercaba a las elegantes tiendas de la Place Vendôme y le compraba el brillante más escandalosamente caro y enorme que se exhibía en el escaparate....”Querida Aline. Las demás no me importan...son sólo un pasatiempo....No seas tan dura conmigo, que me consta que tu también tienes los tuyos ¿o me equivoco?”.
Detrás de Aline le seguían en el ranking, Eponine, Magloire, Cosette, Leslie, Sharon y hasta la vizcondesa de Boischevron, que le visitaba al mediodía para servirle de modelo, después servirle la comida y, de postre, la cama. ¡Qué dulce y maravillosa era su vida en aquellos momentos!.
Pero Cupido no se resistió a ofrecer algún fruto real de esos amores llenos de almíbar y fragancia pasajera: Leslie y Magloire quedaron encinta, casi al mismo tiempo. Una noticia que no pilló desprevenido en absoluto a Vincent— a aquellas alturas absoluto conocedor de los encantos de las belleza femenina, de sus tendencias, y de las naturalezas poblaban los hermosos cuerpos de sus amadas—Sabía que Leslie y Magloire compartían el olor y los pigmentos de la tierra muy fértil. Sólo había que detenerse un momento a contemplar las curvas de sus caderas, la redondez total de sus formas, incluso rostro, nariz y grandes ojos. Eponine y Cosette eran de naturaleza sensitiva, casi visionaria con largos dedos de ninfas que remueven las cenizas de un sacrificio dedicado al amor. Todo en ellas era frescor, suavidad, dulce claridad matinal. Se podía decir que su reino no era exactamente de este mundo, por eso, hacer el amor con ellas era casi una experiencia mística, un viaje astral desconcertante, mientras que con Leslie y Magloire todo era pasión desbordante, instintivo, fecundo, repleto de mil olores y sabores como si ambas fuesen las cocineras de los más dulces elixires de este mundo. Las adoraba por eso y por eso mismo no tuvo inconveniente en poner el apellido a sus vástagas, en contribuir a su pensión alimenticia y a visitarlas de cuando en cuando. Los encantos de la paternidad no pasaban tampoco desapercibidos para el genio de las pinturas y las manos imparables y expertas. Vincent adoraba a sus hijas con un fervor impropio de un muchacho en la flor de su juventud.
La gárgola, Aline era, sin embargo, todo un misterio. Allí donde ella posaba sus dedos, su lengua o muslos sólo aparecía noche oscura, abismal. A veces, sentía miedo ante su presencia pero ¡ah!, el deseo siempre era mucho mayor. Su frescor y suavidad bajo las sábanas siempre dejaba tras de sí un aroma amenazante. ¡Oh!...Aline era muy poderosa. Su voz, un susurro apenas perceptible, siempre con la entonación de quien pasa la noche en vela practicando juegos sexuales inexplicables, casi irracionales.
Sin duda, Aline, era su musa pero no podía considerarla su único amor por esa distancia que ella misma interponía, por esa superioridad mental y el atisbo de maldad que le fascinaba y atemorizaba a un tiempo.
Por supuesto, Vincent nunca olvidaba las palabras, pocas, escasas, pero sabias de su abuela Fatih: “Lo propio del amor es el error”.
Por eso no le pareció descabellada la idea de abandonar algún día su húmedo, estrecho y pequeño estudio de Montmartre sin dejar señas para desaparecer al mismo tiempo de la vida de Aline. Porque en el fondo, él sabía, que ella era una gárgola escapada alguna noche loca de un arbotante de Nôtre-Dame.
Aline, no sudaba, no se quedaba embarazada, pero gritaba estrepitosamente en los momentos del abandono. Eso también le daba miedo y placer a un tiempo ¡Qué hombre no se sentiría vanagloriado ante esa reacción tan desmedida!. Aline moría y resucitaba cada vez que él entraba en su cuerpo. En ocasiones se sentía atrapado en una tela de araña. Tras el amor, siempre agotado, exhausto, hasta sus manos se paralizaban durante todo el día siguiente. Aline robaba su aliento vital hasta ese extremo y lo sumía en la dependencia de una sustancia tóxica, mientras que sus otras amantes dejaban tan sólo almíbar tras de sí.
Cuando la gárgola descubrió la reciente doble paternidad de Vincent y barruntó el alejamiento de éste de su vida, gritó estrepitosamente como en los momentos del sexo, pero en esta ocasión sólo se dejaba llevar por un odio descomunal, por el sentido de posesión que tenía sobre el pintor. Por la red interminable de sentimientos oscuros que habitaban en su interior: La envidia, la aniquilación, la pura maldad, la imposibilidad de ver a nadie feliz a su alrededor...porque, por supuesto, ella era todo menos feliz. Tan sólo un alma en pena que vagaba con la opresión del Sena en sus senos, la humedad de París destruyendo sus huesos inhumanos, el cielo plomizo como la mortaja que descendería sobre ella para colocarla de nuevo en ese arbotante desnudo de Nôtre-Dame.
Vincent y Terry se divirtieron de lo lindo hasta que la belleza tomó forma en cuerpo de mujer y se enamoró perdidamente de una bailarina del Moulin Rouge.
Aline era una gárgola con rostro de ángel. Vincent se sumergió durante meses en burbujas alcohólicas, parecía como si éstas estuvieran dando vueltas en su interior ininterrumpidamente. Apenas dormía; la comida no era más que una excusa para ver a Terry y darle una cuantas telas a cambio de los muchos francos que ganaba, salvo la comisión del americano. Representado y representante siempre anduvieron en armonía, sin avaricias innecesarias. Ambos eran honestos y generosos con la parte más empresarial de la actividad de Vincent. Terry aprovechaba la gran confianza con el joven para darle un consejo: “muchacho, te van bien las cosas, pero no entiendo como no guardas nada para salir de ese cuchitril de Monmartre que tienes alquilado. Incluso yo estoy mejor establecido que tú, cerca del Bois de Bologne, en un sitio respetable, y eso que sólo vivo de tus comisiones. ¿Qué haces con el dinero pequeño Vincent?. Cuídate de las bailarinas, cuídate de las borracheras, de las juergas....todo tiene un límite y hasta la suerte del gran talento que tienes como don del cielo se puede pudrir como una raíz encharcada en sustancias que no le son propicias”.
Vincent tranquilizó al americano. Lo único que le sucedía es que estaba enamorado de Aline, y no dudaba en cubrirla de joyas y ricas telas en cuanto tenía la menor ocasión. “No te preocupes gran Terry...soy feliz viviendo de este modo, tengo unos amigos maravillosos y tengo el amor y la juventud....esto nada tiene que ver con sustancias turbulentas, salvo unas copas de vez en cuando, que uno tiene también derecho a sus francachelas ¿no?”.
Vincent estaba exultante, casi resplandecía. Su corte de admiradoras crecía día a día y no había noche que no tuviese la visita de alguna belleza en su estudio. Estaba enamorado de Aline pero ¿por qué negarse el placer de otros rostros, de esos cuerpos perfectos de alabastro que se entregaban a él a cambio de su propio retrato?. Muchas, a cambio de nada. Porque Vincent, además de su talento poseía encanto, era apuesto, cortés, educado y generoso. Siempre hacía espléndidos regalos a sus hermosas concubinas....Un punto que la gárgola no estaba dispuesta a tolerar por mucho tiempo más. El propio Vincent, a veces, en un arrebato de culpabilidad, se acercaba a las elegantes tiendas de la Place Vendôme y le compraba el brillante más escandalosamente caro y enorme que se exhibía en el escaparate....”Querida Aline. Las demás no me importan...son sólo un pasatiempo....No seas tan dura conmigo, que me consta que tu también tienes los tuyos ¿o me equivoco?”.
Detrás de Aline le seguían en el ranking, Eponine, Magloire, Cosette, Leslie, Sharon y hasta la vizcondesa de Boischevron, que le visitaba al mediodía para servirle de modelo, después servirle la comida y, de postre, la cama. ¡Qué dulce y maravillosa era su vida en aquellos momentos!.
Pero Cupido no se resistió a ofrecer algún fruto real de esos amores llenos de almíbar y fragancia pasajera: Leslie y Magloire quedaron encinta, casi al mismo tiempo. Una noticia que no pilló desprevenido en absoluto a Vincent— a aquellas alturas absoluto conocedor de los encantos de las belleza femenina, de sus tendencias, y de las naturalezas poblaban los hermosos cuerpos de sus amadas—Sabía que Leslie y Magloire compartían el olor y los pigmentos de la tierra muy fértil. Sólo había que detenerse un momento a contemplar las curvas de sus caderas, la redondez total de sus formas, incluso rostro, nariz y grandes ojos. Eponine y Cosette eran de naturaleza sensitiva, casi visionaria con largos dedos de ninfas que remueven las cenizas de un sacrificio dedicado al amor. Todo en ellas era frescor, suavidad, dulce claridad matinal. Se podía decir que su reino no era exactamente de este mundo, por eso, hacer el amor con ellas era casi una experiencia mística, un viaje astral desconcertante, mientras que con Leslie y Magloire todo era pasión desbordante, instintivo, fecundo, repleto de mil olores y sabores como si ambas fuesen las cocineras de los más dulces elixires de este mundo. Las adoraba por eso y por eso mismo no tuvo inconveniente en poner el apellido a sus vástagas, en contribuir a su pensión alimenticia y a visitarlas de cuando en cuando. Los encantos de la paternidad no pasaban tampoco desapercibidos para el genio de las pinturas y las manos imparables y expertas. Vincent adoraba a sus hijas con un fervor impropio de un muchacho en la flor de su juventud.
La gárgola, Aline era, sin embargo, todo un misterio. Allí donde ella posaba sus dedos, su lengua o muslos sólo aparecía noche oscura, abismal. A veces, sentía miedo ante su presencia pero ¡ah!, el deseo siempre era mucho mayor. Su frescor y suavidad bajo las sábanas siempre dejaba tras de sí un aroma amenazante. ¡Oh!...Aline era muy poderosa. Su voz, un susurro apenas perceptible, siempre con la entonación de quien pasa la noche en vela practicando juegos sexuales inexplicables, casi irracionales.
Sin duda, Aline, era su musa pero no podía considerarla su único amor por esa distancia que ella misma interponía, por esa superioridad mental y el atisbo de maldad que le fascinaba y atemorizaba a un tiempo.
Por supuesto, Vincent nunca olvidaba las palabras, pocas, escasas, pero sabias de su abuela Fatih: “Lo propio del amor es el error”.
Por eso no le pareció descabellada la idea de abandonar algún día su húmedo, estrecho y pequeño estudio de Montmartre sin dejar señas para desaparecer al mismo tiempo de la vida de Aline. Porque en el fondo, él sabía, que ella era una gárgola escapada alguna noche loca de un arbotante de Nôtre-Dame.
Aline, no sudaba, no se quedaba embarazada, pero gritaba estrepitosamente en los momentos del abandono. Eso también le daba miedo y placer a un tiempo ¡Qué hombre no se sentiría vanagloriado ante esa reacción tan desmedida!. Aline moría y resucitaba cada vez que él entraba en su cuerpo. En ocasiones se sentía atrapado en una tela de araña. Tras el amor, siempre agotado, exhausto, hasta sus manos se paralizaban durante todo el día siguiente. Aline robaba su aliento vital hasta ese extremo y lo sumía en la dependencia de una sustancia tóxica, mientras que sus otras amantes dejaban tan sólo almíbar tras de sí.
Cuando la gárgola descubrió la reciente doble paternidad de Vincent y barruntó el alejamiento de éste de su vida, gritó estrepitosamente como en los momentos del sexo, pero en esta ocasión sólo se dejaba llevar por un odio descomunal, por el sentido de posesión que tenía sobre el pintor. Por la red interminable de sentimientos oscuros que habitaban en su interior: La envidia, la aniquilación, la pura maldad, la imposibilidad de ver a nadie feliz a su alrededor...porque, por supuesto, ella era todo menos feliz. Tan sólo un alma en pena que vagaba con la opresión del Sena en sus senos, la humedad de París destruyendo sus huesos inhumanos, el cielo plomizo como la mortaja que descendería sobre ella para colocarla de nuevo en ese arbotante desnudo de Nôtre-Dame.
6 comentarios:
Un relato fantastico! en el más amplio sentido de la palabra, estoy totalmente enganchado.
Un saludo.
Troman. No leo relatos, por lo que mi opinión no te será muy útil. Francamente, me ha costado decidirme a leer los 3 episodios, pero lo he hecho. Sinceramente, me ha gustado. Al principio me ha costado integrar el significado de las frases, ya que el vocabulario que utilizas es muy rico. En el segundo capítulo he cogido el ritmo. La descripción que haces de Aline es muy dura (pero muy real) y original (es la primera vez que veo descrita una personalidad “gargólica”). La descripción de su relación sexual con Vincent es muy bella y erótica. Conclusión: muy bien. Me ha gustado lo que he leído.
Cosas que me llaman la atención:
a) El utilizar en el texto la palabra “ranking”
b) La frase “pensión alimenticia” (me ha sacado del tema)
c) El buen estado mental Wallys. Cuando uno se recupera de un coma de 10 años, la inteligencia queda severamente dañada. Tras un coma tan prolongado, el pobre de Wallys también estaría hecho una gárgola…pero física. Entre nosotros, esto lo sabe poca gente, así que no se nota.
P:D: ¿sabes que el gargolismo (también conocido como Síndrome de Hürler) se asocia a retraso mental, deformidad del esqueleto, enanismo y sordera entre otros… ¡pobre Aline!. Para finalizar…el gargolismo también es hereditario.
Saludos
Muchas gracias rafael. Me alegro que te guste, gracias por leerlo.
Hermoso, lola. simplemente hermoso. me encanta como escribes, como describes las situaciones, como engarzas los pensamientos.
Sigue asi.
un beso
Gracias Aloren y Gracias Troman.
Troman, ayer te dejé un comentario pero tengo una conexión pésima de internet los fines de semana mientras no me consiga un equipo nuevo...que creo, será pronto. No sabía lo del gargolismo, Me parece muy interesantre y también te decía que tus comentarios me parecen muy oportunos y que ojalá tenga algún día un corrector así de mis textos.. Y por supuesto, muchas gracias por leeros esta historia...que todavía no ha terminado. Un abrazo a los tres y gracias `por estar ahí
De prosa hábil, ágil y que atrapa,
que te situa perfectamente en cada situación y se perciben perfectamente las escenas, que quieres transmitir.
Menos mal que no tuvo que pintar a todas sus concubinas.
Saludos.
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