sábado, diciembre 30, 2006

FIN DE LA HISTORIA


La ciudad era un bullicio de semáforos jugando con la noche. Confeti de luces, mareas de humanos que deambulaban a prisa. Uno mira el reloj, la otra escucha atenta al móvil. Aquella lleva tantas bolsas que se tambalea como un tentetieso. Salvador conducía un coche de tapicería deportiva, nuevo, perfecto para lucir la última noche del año y encontrarse con ella. En su cabina escuchaba "I was doing alrigth". Al piano, Diana Krall. De pronto, verde. Al punto de arrancar, otra figura de la noche, una chica de abrigo rojo, botas negras, se le figuró una caperucita posmoderna. "¿Podrías llevarme a casa de tu abuelita?"
--pensó preguntarle-- pero, al contrario de como planeaba, aceleró. "Es una estupidez, me mandará al carajo".

Otro stop. Más gente. Algunos ya lucían smoking a las ocho de la noche. Algunos, ya estaban completamente bebidos a las ocho de la noche.
Ella. Sara. Tan linda. Siempre con la sonrisa aviesa y esa inocencia perversa que le llevaba por el camino de la amargura ¿Con cuántas chicas había intentado olvidarla sin conseguirlo?   "Vale, tío, deja de pensar ya en esa pedorra --le decían sus amigos-- no es más que una calienta pollas. Joder, parece mentira que no te des cuenta su jueguecito. Mira, yo creo que es lesbiana porque tampoco es normal que no le gustes ni un poquito, chico, con todas a las que te beneficias".
Eso era amor de amigos y lo demás eran tonterías
Por fin, aquella noche, una cita. Y en fin de año.
Ella Fitzgerald cantaba "Body and Soul". Sara era mayor que él la friolera de 13 años. Estaba divorciada, tenía un niño y aquel fin de año también estaba sola. Le esperaba en su coqueto apartamento abuhardillado en una calleja cercana al metro Sevilla. A Salvador le encantaba aquel lugar tan pequeño. Un apartamento de soltero y no de una mamá, pero es lo que le había tocado en el reparto matrimonial. Sara era su profesora de Armonía, una asignatura que Salvador cursaba sin excesivo interés puesto que el piano sólo era una afición. Así lo habían decidido sus padres y no quiso contradecirles. Tampoco tenía un especial talento, sólo "sensibilidad" decían algunos de sus profesores.

Cuando llegó al hogar de Sara se encontró una mesa perfectamente orquestada, con sus velitas, vajilla de "Limoges", cristalería de Bohemia, música de Puccini rozando el parquet del suelo.
Ella lucía bellísima, como un anuncio de perfume desorbitante. Sonriente, tranquila, segura de sí misma.
Al traspasar el umbral de la puerta, un terror desconocido se apoderó de Salvador. Los pendientes de Sara, unas harracadas con brillantes de firma, se le figuraron redes de araña que le atraparían como a un indefenso insecto. Acaso lo soñó, pero juraría que de su inmaculada sonrisa surgían unos colmillos sedientos de sangre, su sangre,y que sus pequeñas y cuidadas manos con manicura francesa se transformaban en garras de monstruo medieval. Enseguida se acordó de la chica de abrigo rojo, con botas negras.
"Espera, me he dejado algo en el coche".
Salvador dejó a la guapísima con un palmo de narices y se fue a buscar a caperucita por la urbe que brindaba y anhelaba lo mejor para el año nuevo.
"Soy, soy un insecto...Pero tú no me comerás", musitó en su deportivo.Fotografía: Diego Sevilla

17 comentarios:

nancicomansi dijo...

Anda ya...a mi Sara me caia fenomenal...¿era el Lobo?

José Manuel Martínez Sánchez dijo...

Como siempre, estupendo texto.

Feliz Año, y que la vida nos trate bien a todos.

Besos.

Juan Solo dijo...

Uy enorme, y el final me ha encantado.

LOLA GRACIA dijo...

Nanci...es que en la historia Sara es la maravillosa y él un cobardica sin personalidad que prefiere soñar con su mujer ideal antes que comérsela con patatas fritas.

Vane dijo...

El día que nos demos cuenta de que lo ideal no existe,el día que entendamos que la persona amada puede ser todo lo perfecta que queramos... será el día en que el amor pueda escribirse con mayúsculas...
un saludo y Feliz entrada y salida de año...

George Hazard dijo...

La transformación belleza-vampira me ha parecido magistral. Salvador se salvó. Noto por tus escritos que te gustan los ambientes refinados, como a mí.
A ver si esta noche yo me encuentro con algún caperucito.
Muchos besos y muy feliz año!

Sintagma in Blue dijo...

Mientras haya peter pans y wendys...

JOHNNY INGLE dijo...

Pues yo me identifiqué perfectamente con el hombre insecto. Muchas veces yo también escapé por el temor a ser devorado. Las redes de las arañas son peligrosísimas. Tienen mayor resistencia que el acero...

Besos.

LOLA GRACIA dijo...

Si Johny...pero qué sentido tiene perseguir a la mujer fantástica y luego salir huyendo...para seguir soñando con ella una y otra vez...

Mgda dijo...

Me ha encantado!
Besos

Diego Sevilla dijo...

Lola,

No te puedo explicar lo honrado que me siento por haber usado una imagen mía. El relato es magnífico. Como todos los tuyos. Nos adentra desde la primera frase en una atmósfera que atrapa. Muchísimas gracias, de corazón.

Un abrazo,
diego.

LOLA GRACIA dijo...

Diego, gracias a ti.

. dijo...

Gracias por tu visita a mi blog.

Besos y deseos de mucha felicidad.

bohemiamar.

Rufus T. Firefly dijo...

Dicen que el ser humano (y a pesar de todo el hombre aun se considera ser humano) se concentra tanto en buscar la felicidad que al final tiene tan claro el camino que confunde la meta. Vivimos tan acelerados que nos ocultamos nuestra propia verdad, y aunque nos hastíe la busqueda rezamos en nuestro fuero interno para no encontrar nunca lo que buscamos porque encontrarlo es perderlo del todo.
El relato es estupendo, y los personajes tangibles. Lo que no consigo entender es por qué unos colmillos con sangre deberian ser tan temibles para un hombre, oh dulce y deleitante aroma de perdición: ¡si he de perderme para conocerme, permitanme los hados alcanzar el mayor grado de sabiduría posible!

Txe Peligro dijo...

sí, suena como a fábula.

El detective amaestrado dijo...

La realidad a algunos les da mucho miedo. Es una piscina a la que no saben lanzarse

eSadElBlOg dijo...

Mucho me temo que cuando encuentre a caperucita volverá a Sara.