Reservó una mesa en el Ritz de Madrid y una habitacioncita modesta pero elegante. Se trataba de pasar unas horas con una joven artista procedente de Zacatecas, México, deseosa de triunfar y con pequeños logros que le auguraban una esperanza de laureles. Era sospechosamente parecida a ella y eso le entusiasmó cuando se conocieron. Estaba dispuesta a todo. Por tanto, no habría problemas, ni malentendidos, ni negativas fuera de lugar. No era ella, desde luego, pero podría imaginar que sí, que ocuparía su lugar, que la vestiría con sus ropas, como hacía con todas las que amaba, que la recorrería entera y escudriñaría cada milímetro de su piel a cambio de unos miles de dólares. No muchos, los que ella necesitaba para su primera exposición fotográfica en México D.F.
Se atusó la barba y se reconoció con su nueva imagen en el viejo y descomunal espejo de casa. Estaba a punto de salir. Revisó su fisonomía, aún lucía algo de apostura a pesar de los años, el alcohol, los desengaños y las incontables horas de trabajo. Puso un poco de loción en sus hombros y muñecas, revisó su perfil, siempre mejor que su frente, y salió a la calle, sabedor de que ya nadie repararía en lo hidratada que estaba su piel, en sus nuevas ropas de Armani, ni en sus gafas Dior último modelo. Ni él sabría calcular la pasta que llevaba encima entre atuendos y billetes de cincuenta euros. Invisible pero forrado.
Siempre se había negado a pagar por el amor pero se sabía incapaz de afrontar la navidad sin ella, después de haberla saboreado, esperado y recreado durante meses.
La otra era un sucedáneo: algo más joven, bastante más inculta y por supuesto, la naturaleza de su relación se basaba en una imitación a la vida, en verdad, muy triste. Sabía que los halagos eran engaños, sabía que ya no era deseado (salvo por aquella otra, aquella sí que lo deseó durante breves instantes en los que se creó el hechizo de las almas que se buscan y se encuentran en el océano de los siglos); sabía que la chava lo quería para sufragarle su primera exposición en el México D.F de los cojones pero ¡qué importaba!¿No había hecho él lo mismo durante su juventud? ¿Vivir de las niñas y no tan niñas ricas de la alta sociedad de Madrid?¿Defenderse como gato panza arriba mientras en el terruño esperaba la novia y después sacro-santa esposa?
Ya no podría perder nada, porque su corazón era un puñado de escombros. Al menos esperaba que la chava se portase bien, como lo hizo ella, con esa dulzura descomunal y gratuita, con los innumerables besos que le secaban el aliento, a los que se sentía incapaz de responder por mor de la vejez y con la osadía de levantarle el vigor de puro amor, de puro y sincero afecto.
No, eso no iba a pasar con la chava, pero podría fantasear que se trataba de ella, aunque esta es más joven —maldita sea y con ese acento, cómo podré evitar que se rompa el sueño si habla así como hablan los de allá, “no más”?— y menos interesante. ¡Qué demonios! es falsa moneda. Pero...ya no puedo pedir más. La perdí, definitivamente.
Sí, no es ella. Pero casi. Proporciones similares, color de pelo y ojos. Más fresca incluso. Le pediré que use el mismo perfume, así en la penumbra de la habitación las diferencias serán aún menores. Le rogaré que no hable, de modo que con un poco de suerte será otra vez la misma.
Aquella que amó perdidamente veinte años atrás; después, tres años atrás y, por último (marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto —mejor no recordar ese mes fatídico, por favor, no, no recordar las negativas dolorosas, las ilusiones rotas definitivamente, ese calor del demonio, esa gente invadiendo su casa esperando a la que nunca llegó— septiembre, octubre, noviembre) diez meses atrás y, posteriormente, en su cabeza y en sus miembros, cada día hasta aquel 24 de diciembre. Pero...¡diablos! ¡La última! Ella había sido en realidad la primera a sus muchos años. Casi había logrado olvidar su nombre pero no la forma de sus pechos, sus diminutas manos, los gemidos agradecidos, la sonrisa... Nunca tuvo nada igual, nunca amó del modo desesperado y casi desinteresado. Ella era la mejor creación de todas. Lo supo de inmediato cuando la gozó desnuda en sus brazos y en su lecho. La certeza fue aplastante cuando se marchó, cuando se dijeron definitivamente el último adiós. Aunque él nunca perdió la esperanza. Ni siquiera ahora, momentos previos a la cita sucedánea, a las navidades más espantosas de su vida y de su muerte ¡Qué bonito, demonios, qué bonito! Todavía era posible. Apenas quedaba media hora para su encuentro con la chava pero ella podría volver en cualquier instante, tocarle al móvil y pedirle que le abriera la puerta, porque no recordaba el número de su casa, ni el piso “¡divino despiste, hija! Pero te abriré la puerta y la otra, la de Zatatecas, se quedará aburrida en el vestíbulo más elegante de Madrid. Le daré sus pesos, pero jamás mi corazón. Sube, sube. Ella no eres tú, pero tú...¡demonios!, tú ya no eres más que una fantasía ¿Qué estoy haciendo? ¡Ella no vendrá!”, se dijo en voz alta con un asomo de lucidez que casi le pasma vivo. Se sorprendió de nuevo en su espejo y se vio más anciano que nunca. Dio un portazo y tomó un taxi hasta el lugar establecido. Después de todo, ya llevaba los dólares en la cartera, para que la chava no tuviera siquiera que hacer cambio de moneda ni perdiera guita por comisiones. Después de todo, ella no era ella, pero se le parecía.
Mi regalo de Navidad para todos vosotros
Foto de Antona
14 comentarios:
Nada borra las marcas del amor
cuando su fuego, todo lo ha
consumido.
DTB
PD: Gracias por tan bello regalo!
Precioso regalo. :)
Muchas gracias, niña.
Hermoso de verdad, hermoso en su verdad.
¡Qué bonito cuento! Lo de los parecidos me ha recordado a la película Vértigo, no sé por qué.
Por cierto, yo soy filólogo y periodista. Si creas el programa, puedes contar conmigo. Soy muy imaginativo.
Eso sí, yo detrás de cámara.
¡Besos!
Muy "chulo" pero muy triste...pero ¿tú crees que una mujer recurrieria aun "auto-engaño" semejante?, no sé, los hombres "funcionan" de otra manera, supongo...
En el amor como en todo, a falta de pan, buenas son tortas.
Felicidades, muy bonito
Nanci...has dado en el clavo. Creo que en estos somos bastante distintas. Yo creo que no podría.
Hermoso regalo, en verdad. "La otra era un sucedáneo", me encantó, vi en esa frase la misma frase que nunca llegó cuando tenía que haberla dicho.
Gracias a vosotros (por cierto)
Preciosa fantasía que, con tu ayuda consigue tornarse realidad en nuestras mentes.
Un blogsaludo.
lola... pedirle a los reyes magicos, ke te trayan algo materiaL, es desearte cosas menores.
a ti te trayeron la magia de la inconformidad y te la pusieron en la cuna el dia que nacistes.
FELICES FIESTAS
felices días lola
un achuchón lleno de champagne y espumillón
Amor, aunque sea descafeinado y mercenario, para hacer olvidar la soledad.
Paz y Amor para todos.
Triste,muy triste y a la vez conmovedor.Me ha encantado.Mil gracias por el honor que me has hecho
salu2
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