martes, marzo 15, 2011

Tranquilidad y buenos alimentos

Estimados todos. Quería contaros algo de la vida real. Tan real como la Oficina del INEM donde me personé el otro día. Estaba yo consultando mi vida laboral cuando empiezo a escuchar gritos. Un tipo con camiseta naranja butano increpaba a un pobre y, me pareció, joven funcionario. A lo mejor ni siquiera era funcionario, que era contratado temporal ante la avalancha de parados que padece este país. El caso es que, fuera lo que fuera, el muchacho topó con un animal de bellota, con camiseta naranja. Poco a poco el susodicho, el melón-sandía del peticionario comenzó a elevar la voz. "Que quiero saber si voy a cobrar, sólo quiero saber eso". Total, que tras muchos dimes y diretes el funcionario le dijo que NO. Que no tenía derecho a prestación. El otro, se levantó, tiró la silla al suelo y soltó "¿Pero qué coño me estás diciendo? Vaya mierda, pero puta hostia, qué asco de sitio". El que daba asco, por cierto, era él , porque olía a león podrido. Mi interlocutor, al que ya veía yo nervioso mirando de soslayo la situación momentos antes, se levantó y le dijo que se sentase. "Tranquilízate si no quieres que llame a los guardias". Nada, que vinieron los guardias. El guardia en este caso. "¿Qué te pasa, eh?". Cómo era más alto que el vaca burra de naranja, hasta se dignó en contestarle: "Que no me van a pagar". Y mi interlocutor se fue pa él: "Y si no tienes derecho a prestación, nosotros qué quieres que hagamos".  El naranjito taimado se volvió para mi interlocutor y a voz en grito, así para que le oyera todo el mundo, le dijo: "¿Y cómo coño pago yo mis púas, eh?".
- Pues como quieras, pero aquí no vengas a buscar problemas y tranquilízate o si no llamamos a los policías--amenazó el segurata, teléfono en mano
- ¿Te calmas?- repitió
- No me da la gana de calmarme
- Muy bien.


Se puso a marcar y el cochinillo malandrín comenzó la retirada no sin antes recordarnos a toda la concurrencia que él no tenía miedo a los seguratas porque había estado ocho años en el ejército.
Desde luego, modales no aprendió y la propaganda que le hace es penosa.
Al final se fue, se fue, como cantaba Laura Pausini. El pobre funcionario, o contratado, seguía amedrentado en su asiento, del que no despegó el culo, y sólo cuando el interfecto demandante salió por la puerta respiró tranquilo. Estaba el muchacho más blanco que el papel.

3 comentarios:

Antonio Rentero dijo...

Lamentablemente como esa anécdota se van a poder contar unas cosas más.

Pero la reflexión que me gustaría que hiciésemos no es, ante la grave crisis: "está la cosa muy mala" (genial blog de Angel Cobacho) o ante la ineducación de los interfectos como el peticionario: "no ha lugar" (excelente blog de mahn).

Lo que deberíamos reflexionar es ¿quién nos creemos que somos para que siempre tenga que sacarnos alguien las castañas del fuego?

Lo de "¿cómo pago yo mis púas?" es antológico. Reclamar (¡exigir!) algo a lo que no se tiene derecho es muy grande.

Anónimo dijo...

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Daniel

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