lunes, febrero 20, 2012

Es el miedo, idiota, el miedo




Lo veo en sus caras. Me miran como si fuera la suicida, la que no se calla nunca. Algunos me dicen: como sigas así te echarán de la región. Medio en broma, medio en serio. La crisis calla las bocas, calla las ansias y crea una legión de muertos vivientes que acuden al trabajo y apechugan con todo, sea justo o injusto. Y no levantemos la voz que ahí está the wicked witch al acecho. Con las manos verdes del desahucio, las uñas largas de los números rojos. Calla, camina o revienta. A mi no me estallará un bomba en las vísceras ni se atreverá el cáncer de páncreas porque lo suelto todo. En ocasiones sin el menor pudor, de una forma temeraria incluso y otras, me calzo unas mallas, unos calentadores y salto y bailo hasta que me falta el aliento. Y así, agotada; empleando la rabia para crear belleza, mantengo la calma, no me hago el harakiri.
En otras ocasiones me dicen: vaya unos huevos que tienes. Porque señores, yo no tengo el futuro asegurdo como Pérez Reverte, por ejemplo. Yo todavía no he podido comprar mi libertad. Porque de eso se trata, de comprar nuestra libertad. Apenas tengo unos céntimos en mis bolsillos pero vivo como si la libertad -- ese regalo envuelto en papel azul Tyffanys-- fuera efectivamente mía. No me sale ser de otra manera. No es ningún mérito, no es ninguna temeridad. O vivo de esta manera o fallezco en vida. Ya estuve unos años así y me niego a repetir la pesadilla. Quizá muera a los 50 como mi pobre padre. Quizá el destino de su primogénita sea imitarlo hasta la oscuridad de la sinrazón. No me importa ¿Quien quiere vivir para siempre? Yo no. Bajo ninguna circunstancia. Quiero que cada minuto de mi vida sea hermoso, brillante, luminoso, intenso. Un chute de alegría, o de tristeza pero nada de medianías en mi camino. Ni un sólo día baldío. Odio a los miedosos. Los alejo de mi vida porque su miedo no les mata sólo a ellos. Nos matan a todos un poco cada hora. Y a todos aquellos que estos días bajan la cabeza porque no les queda más remedio, porque tienen que pagar una hipoteca (como yo, por cierto), porque tienen niños que mantener (como yo) les digo...no, no es el camino. Jamás llegarán los Happy Days, jamás. El miedo conduce al odio y el odio al lado oscuro, decía el maestro Joda. Yo he ido soltando la rabia. En ocasiones la descubro agazapada. La vida ha sido injusta conmigo, me digo a veces. La vida es una mierda, me digo otras. Pero cuando analizo la realidad con calma veo que los injustos penarán por el daño causado; que soy libre, que no tengo miedo... QUE NO TENGO MIEDO. Ese ogro polvoriento, viscoso, maloliente, mediocre, absurdo ya no me alcanzará. Y sí, cantaremos Happy Days y Roosevelt nos aplaudirá desde un despacho oval sin paredes.

2 comentarios:

ANA MARIA TOMAS dijo...

QUERIDA Y ADMIRADA LOLA, TÚ NO SÓLO NO TIENES MIEDO. TÚ, NENA, TIENES LOS HUEVOS MEJOR PUESTOS QUE MUCHOS GALLOS QUE SE PRECIAN DE SERLO. ES UN ORGULLO CAMINAR CONTIGO, AUNQUE SEA SÓLO ALGÚN PEQUEÑO TRECHO.
ENHORABUENA, PRECIOSA.

coco dijo...

Te iba a escribir algo inteligente, pero es que no puedo dejar de imaginarte calzada en las mallas. Y así no hay quien piense, querida.
(Yo tampoco tengo el futuro asegurado, ni un duro en la cuenta corriente, pero también me siento libre. Eso sí, sólo le tengo miedo a una cosa: a mí mismo).