Un buen pandero es capaz
de mover montañas. Es la llamada de la selva. Es el origen del mundo. Sofía
Vergara, más lista que el hambre, enseña el tanga en twitter. Nadie olvidará su
nombre en la entrega de los últimos premios Emmy. Viggo Mortensen cae al suelo, desnudo, en una sobrecogedora escena violenta de “Promesas del Este” y yo, ¡Ay, bendito! No puedo quitar los ojos de
esas nalgas de acero, perfectas, níveas, como moldeadas por un Dios.
La culografía humana es
variopinta. No hay dos culos iguales. Incluso uno mismo, en función del estado
de ánimo –apagado, alerta, a la búsqueda, acomodado – se mimetiza con un trasero
diferente. Lejos de querer ocasionar un
altercado público, les sugiero que aprovechen un día de paseo, uno de esos días
en los que no van con demasiada prisa, y
estudien las asentaderas de los viandantes.
Personalmente, desconfío
de los huidizos. Mala señal. Poco
ejercicio, dejadez y, quizá, igual que huye el culo, huye su poseedor cuando
surge un problema. No olvidemos que sobre la nalga hay un tronco, sobre este
unos hombros y sobre ellos la noble y testaruda cabeza. O alocada, fulera,
débil, venerable, obtusa cabeza.
Hay culos jamoneros,
huertanos, urbanos, lozanos, caribeños, bohemios, burgueses, serranos, generosos,
tacaños, peludos, respingones, sofaleros; culos como melocotones y culos como balcones. Algunos con esa
redondez lunar, con la perfección del círculo; otros, labrados al gusto
apolíneo. ¿Qué me dicen de aquellos marmóreos del Clasicismo y del
Renacimiento? Nunca la piedra habló tan alto y tan claro. Estoy convencida de que
el síndrome de Stendhal no lo ocasionó la Santa Croce , sino un bello
trasero florentino de carne y hueso.
Si los grandes artistas se
han rendido ante su magnificencia por algo será. Todos los maestros dedicaron
el tiempo preciso para mostrar rubicundos, oliváceos, perfectos, descarnados,
sensuales traseros. Desde Rubens a Velázquez. Desde Picasso a Van Harleen. Una
profesora de arte neoyorquina sostiene que la sonrisa de la Gioconda no es otra cosa
que un culo. Gire la imagen noventa grados et voilà!
Las nalgas son el foco del
pecado, el tam-tam, el redoble de tambor. Pulsiones desatadas a cada compás. El
culo es Marilyn en Niágara, es Brando en La ley del silencio, es el Bond de las
chicas Bond. Es incluso el espíritu audaz y aventurero de 007. Ya lo dijo Dalí:
“A partir del culo, los mayores misterios se hacen comprensibles”
Tal y como está el patio,
querido lector, para qué le voy aburrir con independentismos, bancos centrales
europeos, titulares del New York Times o pactos fiscales. Con la que está
cayendo, lo mejor es refugiarse en la belleza castiza, rotunda, visceral de un
buen culo. Y que llegue la fin del mundo.
(La imagen es de Robert Mapplethorpe)
1 comentario:
Cuanta razon... Se mueve el mundo con esa parte del cuerpo..
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