Esto es un mero desahogo después de seis horas pegada a twitter leyendo sobre las riadas, algo tan antiguo como imperecedero, aquí, en esta tierra. O como decía mi abuela Micaela, la riá.
En ese mundo mítico de la infancia, siempre exisitió la riá. Todos los otoños se temía el agua. Como un Dios justiciero, llegaba para arruinar un poco más la vida a la pobre gente de la huerta.
Quería enfadarme otra vez con los políticos que rentabilizan las desgracias con esas fotos absurdas que no sirven para nada (a las pruebas me remito); Quería solidarizarme otra vez con mis compañeros de 7RM que podían estar ofreciendo información casi al segundo y tienen que tuitear lo que oyen por Onda Regional, lo que ven en los diarios digitales desde casa. Podría escribir de lo cohesionada que está una población ante el dolor. Como, incluso sin tele autonómica, incluso sin tener tantos testimonios como sería deseable, los periodistas, la gente de a pie, han ayudado a conformar el mapa de un día triste para la región. Lo hemos visto en las redes sociales, en esa estructura horizontal a la que todavía no se acostumbran muchos. “Toc, toc ¡Estamos aquí, hoy todos informamos!”.
¿Saben qué? He pensado incluso que es narcisista y algo inútil esto de poner negro sobre blanco lo que uno piensa: impactada como todos por esa imagen que envió el conductor de la empresa LVT. El puente partido en dos, abocado al abismo, construcciones como un lego endeble ante la fuerza de la naturaleza. Hoy más que nunca, un puerte partido en dos es de un simbolismo descorazonador.
No nos acordamos de Santa Bárbara hasta que truena. No nos acordamos de las ramblas hasta que llega la gota fría, pero las ramblas son con como ese novio vengativo del que te olvidas y, el día menos pensado, saca tus trapos sucios. Todos de golpe. Y como en Murcia nunca llueve no les tenemos respeto. Luego pasa lo que pasa.
Lo ocurrido en el centro no es de recibo:60 litros por metro cuadrado no fueron los 140 de Lorca: el puente de El Rollo, la moderna Avenida Juan de Borbón, más conocida como la milla de oro (tiene guasa después de verla ayer como si fuera una plantación de arroz) o el desborde de la Rambla de Espinardo. La ciudad y muchas poblaciones limítrofes convertidas otra vez en Venecia porque caen cuatro gotas, así de claro.Algo que se nos olvidará en un mes hasta que Santa Bárbara vuelva a tronar ¿No es hora replantearse las infraestructuras de a ciudad de Murcia, de sus pedanías?
Siete fallecidos . Una niña de 10 años entre ellos.
Las palabras no sirven de nada ahora. No hay vuelta atrás. Por eso, todo esto es inútil.
Los compañeros que tienen la posibilidad de tener un micro o escribir en este periódico se felicitan por el trabajo hecho. Han echado el resto. Pues sí, igual que la gente del 112, que bomberos y policías. Igual que Luis Gestoso, que la gente de AEMET, que los políticos que viajan en su coche oficial hasta el lugar de los hechos. Todo eso está muy bien. En esta lista todos son vocacionales y por eso mismo, uno adora lo que hace y no espera compensación, porque no vendrá, porque esto es así. Sin embargo, todo este esfuerzo será en balde si no logramos, de una vez, que las cosas cambien. Que la gente de Lorca no sume más dolor a su dolor, que la ciudad no se convierta en un pantano cada vez que llueva.
La riá era un Dios justiciero para la entrañable Micaela. En los días de tormenta se rezaba a Santa Bárbara y se sacaba una cruz de Caravaca de latón a la puerta para proteger el hogar. Remedios de hace más de un siglo.
Como cantaba Mecano: desde Kunta Kinte a nuestros días, pocas mejorías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario