domingo, febrero 10, 2013
De Sosoman a Peter Pan
Adoro a los inmaduros. Tal y como está el patio, los prefiero. Sabes a lo que atenerte. Son alocados Peter Pan pero les gusta arriesgar. Desconocen el sentido del compromiso pero te entretienen. A estas alturas de mi vida sólo quiero reírme. ¿Y vosotras? ¿Y vosotros? Esto es un suspiro. Mañana estás en la decrepitud: sarmentoso, matusalénico, con el tembleque propio de los años. ¿Y cuántos momentos de felicidad te llevas? Ese es el balance que cuenta.
Además, Peter Pan nunca ha tenido malicia. Nunca podría ser un Bárcenas y quedarse con el botín. Eso es más propio del capitán Garfio. Peter siempre estará enamorado de Wendy. Irrumpirá en su mundo para enamorarla, para enseñarla a volar. Tonteará con las sirenas, se entretendrá con los niños perdidos, pero regresará a ella, una y otra vez. Realiza esa tarea titánica de intentar entrar en la vida de otros. Por eso enamorar es tan trabajoso, tan digno de admiración. Alguien deja a un lado sus inquietudes para ocuparse de las tuyas. Lo explicaba muy bien Girard: "aquel al que empiezas a amar pertenece siempre a otros; tú eres el extraño, eres el ladrón que viene a llevarse lo que no te pertenece y puedes ser rechazado por esos otros y por el mismo objeto de tu amor".
En este mundo sin tiempo, de pronto, alguien, decide emplear el suyo para descubrirte, para instalarse en tu espacio (aunque sea por unas horas). De acuerdo, no lo hace gratis. Si es hábil, tú también perderás algo, o mucho, de tu valioso tiempo pero, a la postre, lo ganarás. Por eso, en el fondo, muchas siguen enamoradas de Peter Pan. Aunque sepan que es un tipo con el que no llegarán a nada; aunque le presupongan aventurillas, aunque tengan que cuidar de él en muchas ocasiones y no porque se sientan sus madres. Es simple agradecimiento.
La inocencia es un bien tan escaso que hay que preservarlo. Nos tomamos tan en serio a nosotros mismos que olvidamos el sentido lúdico de la vida. Y sin eso, queridas, queridos, estamos perdidos. Harta estoy de esos tipos tan responsables. De los sosoman que jamás han roto un plato, ni un huevo, ni un corazón, ni nada de nada; que perpetran un sabor neutro en las vidas ajenas. En otras palabras: ni chicha, ni limoná.
Harta de los pretenciosos y grandilocuentes, de los sacabarrigas de coche caro que siempre es del banco; de los trascendentes, de los divinos, de los grandes hombres de mundo. Creedme; hoy todo es mentira. Vivimos en el mundo de las apariencias.
Me engancha la gente sin pretensiones. Son transparentes. Son lo que ves. Por eso, Peter Pan siempre es irresistible. Sólo quiere volar. Ni hacerte reina de Saba, ni ser el padre de tus hijos, ni ponerte un piso (qué cosa tan antigua, tan machista pero es lo que hizo Julián Muñoz con la Pantoja, no lo olvidéis), ni besar el suelo que pisas. Vamos, que un tío que bese el suelo me dará mucho asco. Qué decir de los pelotas irredentos, los sumisos mugrientos. Me provocan primero el bostezo, la ira después.
Si estáis enamorados en San Valentín: mis felicitaciones, es un estado de gracia imposible de mantener en el tiempo pero maravilloso mientras dura. Alberoni lo explica así de bonito: "el enamoramiento profundo es la única situación donde la experiencia de lo sagrado está omnipresente en la vida cotidiana. Los celebrantes, al unirse, encienden ese fuego sagrado, invadidos por la divinidad". Grandioso ¿verdad? Pues no, yo creo que tener a Peter Pan es aún mejor: la diversión está garantizada.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario