Celos y miedo son casi siempre palabras sinónimas. Cuando
sobrepasan otros significados es momento de preocuparse. ¿El ser humano siempre
fue celoso? ¿El hombre siempre ha marcado el territorio para que nadie toque a
su hembra? De ejemplos están los documentales llenos pero ni en todas las
especies, ni siquiera todas las tribus encontramos este comportamiento.
En aquellas sociedades donde el concepto de paternidad
masculina se diluye, desaparecen celos y sentido de la posesión. Porque parece
ser que, en el fondo, todo es cuestión de no cargar con una progenie que no
procede de tu semilla. Así me lo ha explicado el experto en Genética de la
Universidad Politécnica de Cartagena, Marcos Egea. Por esa razón, los machos sufren más de celos
físicos y las mujeres nos preocupamos más por el aspecto emocional porque,
mira, si el macho echa una canita al aire pero sin abandonar la manada, tampoco
es tan grave. La progenie seguirá bien alimentada. Queridas y queridos, la
ciencia genética lo reduce todo a esta aplastante simpleza y nos hace quedar
como unas interesadas que sólo queremos al macho para que ingrese calorías en
nuestros hogares, o en su defecto, mujeres que aguantan carros, carretas y ese
par de tetas que se impone entre el marido y ellas por el bien común de la
tropa.
Cierto, con la incorporación de la mujer al mercado laboral
todo eso ha cambiado una barbaridad pero, incluso una señora con cuentas
saneadas siempre observa el aspecto pecunario en el partenaire. Lo llevamos en
el ADN, queramos o no. Pero, no nos desviemos del tema.
El profesor Psicobiología de la Universidad de Murcia, JoséMaría Martínez Selva, asegura que los celos son dañinos cuando se convierten
en el centro de la relación. Cuando lo presiden todo y consiguen el efecto
contrario en nuestra pareja. El que cela acaba transformándose en una pesadilla
insoportable. Selva apunta otros celos, como
los profesionales, los familiares. Hay personas que se creen dueñas de
todo cuanto les rodea y una insalvable inseguridad los convierte en víctimas de
sí mismas.
Tenemos otro aspecto no menos baladí. ¿Podemos creer a esos
hombres y mujeres que confiesan no sentir jamás, jamás celos? Mi amigo DanyCampos afirma que si la mujer quiere tomarse un
break, que lo haga pero con él delante y que le gustaría mirar y
disfrutar del asunto (No es por ná, Dany, pero hay que ser masoca y en el fondo
eso también son celos porque estás marcando territorio: "tú te la tiras,
pero esta es mía")
Hay celos que son justificados. La escenita presidencial de
los Obama el otro día en el funeral de Mandela no es propia de una pareja
pública. La cara de perro de Michelle está completamente acorde con tanta tontería. Vamos, si por mi fuera, le casco una colleja, con toda la ceremonia y pompa de la
circunstancia. Porque, una cosa es no ser celoso y otra cosa poner la mano en
el fuego y acabar más chuscarrao que la pata de una gallina.
Y añadiré otra
consideración de mi cosecha; Creo que gran parte de las personas celosas son
terriblemente injustas consigo mismas. Ya no hablo de inseguridad sino del
miedo a la propia felicidad. Incluso de no creerse merecedores de que alguien
maravilloso esté a su lado. Lo único bueno de ese monstruo de ojos verdes son
las grandiosas obras literarias que esta pasión humana ha generado: desde la
terrible Medea a Otelo; canciones como Jealous guy o letras como esos "celos del forro de tu abrigo, de la sonrisa del vecino, que me hacen tu enemigo".
2 comentarios:
Qué bien explicado el miedo en el concepto CorCon (Cornuda y Consentida), esto es, ¿a cuanto sale el kilo de cuernos? A un abismo de la felicidad
A mi me gustan los celos.
los celos profesionales, los que hacen mejorar y hacen competentes a los que desarrollan sus carreras profesionales.
Todos los demas celos, son una gran cagada almentada por nuestras convicciones judeo-crisianas
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