domingo, diciembre 13, 2015

El sexo de nuestros padres

       
 Siempre digo que si las parejas se guardasen un día en semana completo para ellas no habría crisis, ni divorcios ni terapias. Quizá muchos sexólogos se quedarían de brazos cruzados. O no. Quizá serían un estímulo más en sus vidas. Porque el sexo ha de ser otro ingrediente más de la pareja y cuanto más variado y diferente, mejor. Imagine que le gustan mucho las ostras. Pero imagine que le ponen ostras para comer, merendar, desayunar y cenar. La cosa cambia si se las cocina de un modo distinto. Esto, que es una obviedad, se nos olvida en muchas ocasiones. Nuestros padres creo que lo tenían todo más claro. Vale que muchos vivieron en una moral sexual castrante pero una cosa era fundamental: la pareja era lo primero, lo segundo, lo tercero. Los hijos, una consecuencia. Un precioso fruto, por supuesto, pero en ningún caso podría sustituir el germen, el amor primero por el que llegaron a este mundo. Entiendo que vivimos en un entorno estresante, competitivo, complicado. Sacar tiempo para cuidar nuestras relaciones personales se nos puede antojar un exceso en determinado momento, pero nunca lo es. Ese tiempo es ganado. Los hay que prefieren pagar los servicios de una prostituta/o una vez al mes, a tener una relación. O descargarse un amante por internet, salvando tediosos encuentros y frustraciones. Lo que sea por un polvo rápido. Una pena. Me gustaban las mujeres de los años 30, las reinas de la era Pre-Code, esa doña poderosa, independiente, que disfrutaba de su sexualidad, e incluso su bisexualidad o lesbianismo sin ningún miedo. Si se fijan, siempre hay políticas o órdenes morales que tienden a reprimir estos movimientos. En el caso del cine americano fue el Código Hays. En España, la Guerra irrumpió y paralizó las investigaciones que a principios de los 30 se desarrollaron en nuestro país. Arrancadas de caballo y paradas de burro. De tal forma, que desde los 80 hasta la actualidad no hay grandes mejorías. Nuestro país pasó del destape a la medicalización de la sexualidad. Volvemos al XIX donde los únicos tratados que existían sobre este género se referían únicamente a la parte higiénica del asunto "Higiene del matrimonio o libro de los casados" (Monlau, 1853) o "Los peligros del amor, de la lujuria del libertinaje en el hombre y la mujer" (Peratoner, 1873) y una larga lista donde el sexo sólo se estudiaba desde el punto de vista del frikismo, la rareza, la verruga, la enfermedad ¡y el pecado!. Seguimos casi igual. El sexo es un objeto de consumo de primera necesidad y hay un marketing increíble que casi nos obliga a perseguir orgasmos como posesos con los rudimentos que sean menester. En otros ámbitos, la cosa empeora: el sexo vuelve a ser el causante de enfermedades, de embarazos no deseados y, en algunos casos, de complicaciones vitales. Muchas veces nos negamos nuestra propia naturaleza; nuestro deseo genuino e intransferible para encajar en el puzzle de la sociedad. Nos recortamos a nosotros mismos y nos engañamos y engañamos al resto. Somos, por así decirlo, piezas falsas. Polizontes en un cuadro que no nos corresponde pero en el que nos empeñamos en permanecer, incluso si eso nos cuesta la propia salud psíquica. Se nos olvida la importancia fundamental del sexo en la esencia de la pareja. Su papel capital en nuestra conformación como seres humanos y no sólo como seres sociales y familiares. Veamos el sexo como lo que es; nuestro aliado, una parte irrenunciable de nuestra vida y que nos acerca a los demás con momentos imborrables, perfectos e inolvidables. La más sana de todas las "enfermedades".    

1 comentario:

Beauséant dijo...

Creo que un problema de nuestra sociedad es que hemos acabado viéndolo todo como una carrera en la que debemos sumar logros y puntos en vez de disfrutar del camino. Al final acabamos valorando más la cantidad, de amantes, de cosas que hacemos, de deportes que practicamos, de lo que sea, y al final construimos vidas llenas de muchas cosas y vacías de lo que de verdad debería importarnos...