lunes, octubre 16, 2006

EL RETO DE DON SALVADOR


Hoy le he visto en el periódico y se me han puesto los vellos de punta. Hacía tiempo que no me tropezaba con él por el barrio. Creo que la última vez llevaba a mi hijo recién nacido en brazos y nos reímos ambos de una pedorreta que nos hizo. Puede que esto último me lo haya inventado en un rapto literario nada propio para un personaje con tanta carne como Don Salvador.
Fue mi profesor de quinto curso. Fue quien me bautizó como Lola. Atrás quedó para siempre aquello de "La Loli" y fue el único maestro de este mundo que me ha metido los números, sin sangre, aunque con mucha disciplina.
Su entrega era algo ejemplar. Cuando terminaba la clase, los chicos se marchaban y se quedaba conmigo hasta comprobar que hubiese terminado todos los ejercicios. Gracias a él conseguí ejecutar esas divisiones de decimales imposibles. Imposible reproducir esa proeza en mis días. Los quebrados, ¡¡las raices cuadradas!! y las conjungaciones de todos los verbos.
Sentía rabia, y hasta dolor si queréis ,cuando me secuestraba después de las cinco de la tarde pero no podéis imaginar qué satisfacción cuando salía a la pizarra y como una maga de las matemáticas hacía el ejercicio más complicado. Don Salvador me miraba con con ese puntito de soberbia y pygmalionismo que tienen los buenos profesores.
Aunque en mi época había algunos pegones, él nunca fue de esos. Eso sí, se ponía rojo como un tomate cuando le contestaba (es que yo era muy, muy contestona) y se le veía visiblemente enfadado.
Don Salvador es el profesor por excelencia. Me enseñó la lección más importante de la vida: Que en este mundo no somos torpes, ni ignorantes, ni lentos. No, si tenemos fuerza de voluntad.
Que hay que creer en que uno puede y que, con tesón, todo se logra.
Desde luego, mi querido profesor, tenía más moral que un patinador en el chinarro.
Pero todo este afán tiene una explicación. Yo era un reto.
Lola (le doy las gracias eternamente por quitarme el Loli de enmedio) se llama mi abuela y por eso él me llamaba también así. Mi abuela Lola le rogó encarecidamente que metiese en cintura a mi difunto padre, cosa que no logró a pesar de su gran obstinación. Imagino la frustración del maestro.
Creo que cuando me vio entrar en clase el primer día ya sabía quien era y que pensó para sus adentros :"esta no se me escapa".

7 comentarios:

Alma dijo...

Y según lo que cuentas, no se le escapó...,

DTB

LOLA GRACIA dijo...

Pues aprendí las mates de quinto, pero después se me olvidó todo. Se me dan fatal los números

LOLA GRACIA dijo...

Pues aprendí las mates de quinto, pero después se me olvidó todo. Se me dan fatal los números

Landahlauts dijo...

Doña María se llamaba aquella de la que guardo mejor recuerdo. Bondad infinita era.

Lola, veo que las fotos de blogger y tú... ya os habéis reconciliado... ¡¡qué bonito!!!

LOLA GRACIA dijo...

Me he reconciliado regular. Tenía una foto chulísima elegida para "Sentir" pero no hay cooo a subirla

Para, creo que voy a vomitar dijo...

Es una suerte tener un profesor así, te lo digo desde mi propia experiencia donde todos mis profesores eran mediocres..., o lo sería yo?

LOLA GRACIA dijo...

Yo tuve de todo...algunos eran buenos. Otros una catástrofe. Y luego, tipos como Don Salvador creo que sólo otro, Juan Bautista Montes Bordajandi, que me dio literatura en el Bachillerato