jueves, febrero 24, 2011

Cosas raras IV



Borges decía que el tiempo es circular y creo que tiene razón. De mis seis meses en el paraíso a la conversación en mi coche con Vila-Matas han pasado 17 años nada menos. Y cierro el círculo. Antes me sucedían cosas sensacionales, como encontrarme con Sigourney Weaver por una avenida vacía cerca de Columbia University con un frío que pelaba;  bailar en un musical de Londres (sacaban a bailar al público), o encontrarme con mi compositor favorito por una calle de Madrid una tarde muy especial. Una tarde de brisa mágica, de summer wind.  Ahora no. Nada de eventos sensacionales. Aunque vivo en un microcosmos, como en Puerto Rico. Y toda mi vida parece una fantasía una animada. En apariencia mi vida es mágica y maravillosa pero es un espejismo. Un microcosmos de pequeñas labores que alumbran esta oscuridad. Y sí, puede ser sensacional, aunque no impactante el hecho de trabajar como una fantasma en proyectos fantasmales. Porque nunca cuajan. En vivir rodeada de una aureola “chic” y cobrar una miseria por hacer un programa. O hacer mil cosas que me solicitan y que nadie cobra. Y porqué las iba a querer cobrar yo también, habráse visto, qué codiciosa soy.
Rodeada, eso sí,  de amigos maravillosos. Exitosos, encumbrados, de esos que pertenecen al 1% y sentirme una garrapata a su lado. Porque no se me pega nada de ellos por más que yo me pegue a ellos. La garrapata literaria, parece el nombre de un club fantasma. El club de los escritores que nunca terminan su primera novela, casi como los Baterbly de Vila-Matas, y volvemos a la visión circular, a los circunloquios de momentos y vida, de letras y muerte.
Pero no desesperemos, que estoy escribiendo mi primera novela y he de sentirme segura de terminar y de su éxito posterior, pero, hoy por hoy, vivo una realidad fantástica. Exactamente igual que en Puerto Rico. Sólo que allí todo aquello tenía una fecha de caducidad muy clara, la de mi regreso. En estos días no sé cuando acabará esta sin razón de cobrar como una becaria y contar un un prestigio que me sobreviene, que no busco, que me dan los demás y que agradezco, pero que no paga mi hipoteca ni me da independencia para poder comprarme un bolso Gucci, si se me antoja, o un Birkin, que es una inversión (Haber porque iba a ser mejor inversión una vaporetta que un Birkin, que alguien me lo explique, aquí y ahora. Y si no, que calle para siempre).
En este circunloquio de miserias con lentejuelas, cobro como cuando trabajaba en Radio Universidad de Puerto Rico, tengo tres amigos gays, como allí, y me pierdo en la magia de las letras y las palabras, como en Puerto Rico. Sólo que allí, vivía en el paraíso y, hoy, hay días en que mi vida me parece un auténtico infierno. Aunque lo disimulo muy bien, la verdad. Tan bien, que incluso a veces me creo la mentira de mi personal branding y de pronto hago una locura y me compro un abrigo Custo (de rebajas, por supuesto) que es muy celebrado por todo el mundo. Ay qué ver lo chic que soy, lo moderna, decidida y poderosa que le parezco a todo el mundo. Cuando sólo soy una niña en cuerpo de adulto --como dijo mi querida Encarna Talavera, cuyo personal-branding, responde a su realidad verdadera al contrario que yo— una mujer al borde de la indigencia económica que odia  ser mantenida, controlada en las cuentas y en los gastos y que ya no puede justificar un gasto “extra” porque no se lo ha ganado. Odio esta dependencia. Una mujer a la que ya no le pasan cosas extraordinarias como cuando vivía y estudiaba en Madrid. Extraordinarias y terribles pero también extraordinarias y maravillosas.
Pero no quiero parecer aquí una impostora. En mi fuero interno, ese que es inviolable, insobornable e inasequible al desaliento (por más que parezca lo contrario, a tenor de estas pobres palabras) ese personal-branding existía antes incluso que yo misma. Antes que existiese esa terminología tan moderna. Tener un poderoso personal-branding es una ventaja para muchas cosas pero una enorme desventaja para casi todas las demás, sobre todo aquellas relacionadas con el mundo laboral, donde tanto sello personal está mal visto por los jefes, que imponen su sello y que para eso son  jefes; o por las grandes empresas, que para eso arriesgaron su capital un día, para que su marca sea poderosa y no tú, claro. Es lógico. Pero que me pierdo y no quiero, porque me he propuesto, por más que algún lector muera asfixiado por este rollo enfermizo, terminar mi novela. Y si algún lector muere abotargado entre estas letras, son males menores. En la guerra lo llaman daños colaterales y en el amor, en la literatura y en la guerra, todo vale.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay etapas en la vida en las que nos pasan cosas sensacionales porque hacemos lo que nos gusta y disfrutamos.El futuro está por llegar, lleno de ilusiones y de proyectos y además no tenemos más responsabilidad que la de disfrutar de las circunstancias de ese momento mientras podamos.

Puede que consigamos materializar de alguna manera esas ilusiones y proyectos o no, y entonces la realidad es diferente.Ya no tenemos beca ni dinero para comprar más tiempo y seguir siendo eternamente becarias y entonces se acabó la magia.
Y claro,ya tenemos cierta edad, una familia y otras obligaciones normales de esta vida como pensar en pagar la hipoteca si tenemos la suerte de tener casa o llevar al niño a un buen colegio.
Y entonces qué?
Tu misma dijiste el otro día y cito tus palabras " el arte no puede crearse con un fin, los artistas tienen que comer pero no deben pensar en las lentejas y la hipoteca o si?
De acuerdo sí, pero no son artistas son otra cosa: artesanos eficaces y que realizan un trabajo digno pero no apasionante".
Entonces tú que te consideras? Una artista o una escritora eficaz? tu trabajo no es apasionante como el de muchos que no podemos permitirnos otra cosa? Cómo te gustaría que te recordaran?
Un panadero no puede ser un artista? o un cocinero?
Un artista no puede permitirse comprarse un bolso de Gucci o de Birkin si tiene que invertir en cosas más importantes como a veces en su propia obra.
Lo bueno lo sabemos apreciar muchos y no todos podemos comprarnos un Custo aunque sea en rebajas.
En definitiva creo que vives en una realidad paralela y que tendrías que estar contenta de que lo que haces por lo menos te gusta y que estás rodeada de gente estupenda de quien puedes aprender y disfrutar.Lo que te pasa a ti en tu trabajo le pasa a la gran mayoría de los que trabajamos y a veces ni nos gusta lo que hacemos.
Me da la sensación leyendo lo que cuentas que estás eternamente insatisfecha con tu vida y por eso añoras el pasado. Está bien que te quejes, por supuesto,y tenemos derecho a soñar y a "la paz en el mundo", pero no crees que algunas personas que están a tu alrededor se pueden sentir menospreciadas porque no pueden aspirar a otra cosa que la normalidad? y eso en ningún caso significa ser mediocre. Todos tenemos nuestra marca personal, nuestra huella y al fin y al cabo lo que tú quieres es lo que todos queremos. QUE NOS QUIERAN Y QUE NOS VALOREN SEAMOS FAMOSOS O NO.

LOLA GRACIA dijo...

El personal branding no tiene nada que ver con la fama...puede ir acompañado de ella pero no necesariamente

LOLA GRACIA dijo...

La gente que me rodea...la gente que tengo más cerca, no sé si se sentirá valorada o no....pero no tienen culpa de esta sensación y yo los valoro y los quiero.E intento demostrarlo aunque no siempre me sale. Creo que las personas luchadoras siempre estamos insatisfechas. Eso no es culpa de nadie, ni de nosotros. De todos modos....en fin,todo esto está escrito con sentido del humor y de la autocrítica, por si no lo habías notado.

LOLA GRACIA dijo...

Yo qué me considero? Un poco de todo y un poco de nada. Más bien un poco de nada...y de eso nadie tiene la culpa, querido anónimo.

Anónimo dijo...

Pues me alegro de que te lo tomes todo con sentido del humor aunque a mi me parecían quejas en vez de autocrítica.Es lo fantástico de las palabras y de su interpretación. Que te vaya muy bien hagas lo que hagas y que seas feliz con lo que tienes o con lo que buscas.

sushi de anguila dijo...

Todavía no se ha inventado el tirano, ni la pastilla, ni la vida que pueda acabar con la incombustible Lolica Gracia... su capacidad de decisión y de lucha le dan de sobra para mover montañas y tocar estrellas con la mano como aquel que se come una tostada con mermelada a la orilla del mar mientras cuenta las gaviotas pasar...

LOLA GRACIA dijo...

Sushi, muchas gracias...pero la verdad es que llevo unos días al límite de mis fuerzas...A ver si resurecciono :)