lunes, septiembre 29, 2014

Bueno, bello y verdadero




Me abordas desde atrás. Tus dedos recorren mi espalda y todo el contorno de mis hombros. Hay algo mágico en esos dedos, me digo. Debiera ser más paciente y aguardar a que completaran su itinerario. Y permanecer inmóvil. Pero soy carne trémula. La misma carne que se ducha contigo, que te hace un café, que te sirve un zumo --no te gusta-- que se bebe a medias una cerveza.

Y fantaseo con tu fantasía de llevarme en volandas y hacerme en amor contra una pared. "Peso mucho"—sentencio. "Tengo que hacer más abdominales"— te auto recriminas. Somos el uno para el otro. Nunca estamos contentos con nosotros mismos. Siempre todo es culpa nuestra.

Y odio que te culpabilizes porque quiero mimar tu alma y tu cuerpo.
Porque la culpa no sirve para nada. Es un lastre inútil que nos mina silenciosamente.

Me subo a horcajadas en tu cintura y me sorprende tu resistencia. Y me digo que sí, que sería divertido ese polvo salvaje contra una pared. E imagino la pared. Quizá blanca, quizá gris. Y yo me reiría porque seguro que me clavarías algo y tú pondrías esas caras entre sufrimiento y placer. (Porque tú no te has visto las tuyas, comentas divertido).

A veces nos precipitamos. No cumplimos nuestros propios planes. El antifaz se queda para otro día. Las esposas, también. No nos hacen falta.

Me doy la vuelta y nos mecemos en la espiral de nuestros besos perfectos. De nuestras bocas que se encuentran a las mil maravillas, como si hubiesen nacido para amarse. Y llegamos rápido al lecho. Te quitas tus deportivas. Luego tú me pondrás los zapatos como si yo fuera cenicienta y tuviera que salir volando, siempre hay que salir volando, en verdad. Pero merece la pena.

Y valoro cada beso, cada caricia, cada roce de nuestra piel, cada mirada. En el maremágnum de los días, esos minutos a solas, esa pasión casi adolescente, dibuja una sonrisa en tu cara y en la mía. Eres el caballero andante que me monta en su moto y acaricia mi mano mientras conduces y me cuenta mil cosas a través del casco. Y me sorprende con un beso apasionado en medio de la calle.

Como un buen padre, tu prudencia me hace prudente. Tu paciencia, paciente. Aunque a menudo, tengo que encerrar al tigre. Hay remolinos en mi cabeza, pensamientos tóxicos, fantasmas del pasado que reaparecen. Maldita inseguridad.

El frescor de aquella noche de estrellas fugaces viene a mi. Recostada contra tu pecho, protegida, amada y casi feliz, cerca de tu carne, cerca de tu alma.

 A veces, siento que siempre estás ahí, tras mi espalda, como en la noche de estrellas fugaces, como tantas veces que inicias el cortejo para consumirnos en el fuego. No me dejarás caer. Y yo no permitiré que te tambalees, a pesar de las turbulencias. Eres demasiado bueno, bello y verdadero para eso.

domingo, septiembre 28, 2014

Las mollas en Territorio G



Esta semana hablamos de gorduras hermosas, de esa morbidez bella y clásica y de otras cosas en el TerritorioG con la inestimable colaboración de Miguel Ángel Hernández.
Para escuchar el podcast, pinchad aquí

Swingers y romanticismo







La propuesta me llegó por e-mail: "me encantas, pareces de porcelana. A mi novia también le gustas, nos apetecería hacer un trío contigo". Creo que me ruboricé de inmediato. El mensaje parpadeaba en mi móvil entre las hileras de un gran hipermercado.
De un intercambio profesional, de verme en fotos, quizá en alguna entrevista on-line, pasé directamente a sus fantasías. Pero hay señores así, que no se conforman, que se atreven con todo. Y señoras.
El  supuesto seductor anduvo como un mes mandándome mensajes del tipo, estoy tirándome a tres tahilandesas, una de ellas ganadora de un certamen de belleza, pero no dejo de pensar en tus labios. Me enviaba una foto de su chocita de fin de semana: "Estoy sólo. Esta noche mi chica hace el amor con otro hombre. Me pone muchísimo saber que está con otro".
No me importó parecer una timorata a sus ojos. Hay cosas que no censuro, cada cual es libre de hacer con su pareja y su miembro sexual lo que quiera pero "soy una romántica — le decía — Estoy más cerca del joven Werther que de las heroínas del Poliamor".
—Es una pena porque eres tremendamente sexy.
El caso es que pensaba a menudo en esta pareja, cuyas andanzas profesionales seguía por Twitter y Facebook, su gran compenetración, su gran amor incluso; él siempre me recordaba lo enamorados que estaban — sobre todo él, me remarcaba— y  me contaba que fue ella quien le introdujo en estos juegos donde compartían cama con otras parejas amigas, después de compartir la cena. Lo mismico que si se jugasen un Monopoly a los postres.
Pero, por otro lado, estoy segura que cuando una pareja está muy enamorada no necesita nada para hervirse la sangre el uno al otro. Apenas un roce, un beso más profundo de lo normal y la excitación está servida en bandeja. Siempre he sospechado que en estos locales de parejas hay mucho matrimonio aburrido —sobre todo ellos— que buscan subirse a otras mujeres con el consentimiento de la propia porque, salvo excepciones, en todo este tipo de encuentros hay muchos más hombres que mujeres. Aunque, sí, es posible que haya personas que vean el sexo como un juego, como una posibilidad creativa más, como una performance de la propia vida.
Como la mayoría, pertenezco quizá al aburrido segmento de la "monogamia sucesiva" y además otorgo al sexo una importancia capital en las relaciones de pareja. Como dice Silvia de Béjar, el sexo es el pegamento que une a la pareja. Hacer malabarismos con cuerpos propios y ajenos siempre conlleva cierto peligro,  aparte de asquillo que me da pensar que mi pareja estuviera metiendo el churrico en cuatro o cinco cuevas diferentes. Creo que al sufrimiento y los celos le seguirían la repulsión.
No me malinterpretéis. El tipo de la propuesta era apuesto, guapo, un triunfador hombre de negocios, forrado hasta el punto de pegarse un viaje de una punta hasta la otra del mundo para echar un kiki. A simple vista, una se puede sentir halagada, incluso le puede parecer fascinante y curioso este universo de swingers pero esto no es para mi. Y sí, por muy guapo que fuese el tipo, por muchos condones que me asegurasen una relación completamente saludable —quizá aséptica—mi mente no dejaría de pensar que para este señor yo era otro coño más en su inmensa colección de tías a las que se ha tirado. Y perdonad mi rudeza.

La frase: pareces de porcelana es romántica, incluso cursi. Pero compartir al tipo que dice semejantes cosas con su novia, pues no. Llamadme antigua. Incluso muy antigua.

lunes, septiembre 22, 2014

Sexo cada siete segundos






Llevo dos horas como loca buscando esa noticia de un estudio de la Universidad de Massachusets que asegura que los hombres piensan en sexo unas 280 veces al día. Me temo que  es una leyenda urbana: la cifra, el estudio de dicha universidad o, sin duda, algo que ha salido por la tele —que para el caso es lo mismo—en alguna teleserie.

Veamos, si cualquier ser humano masculino del planeta tierra piensa en el sexo 280 veces en 24 horas es que no tiene la mente en otro sitio. O que, contrariamente a lo que los psiquiatras nos han hecho creer, vuestras mentes no son como cajas estancas que no se comunican entre sí. No, en realidad sois tan multitarea como nosotras, sólo que con esta excusa (barata) psicológica nos obligáis a dejaros en paz: "animalico, si es que no puede tener la cabeza en dos sitios".

Pongamos que la cosa fuera así:  vosotros metéis el embrague del coche y al mismo tiempo creéis que estáis metiendo otra cosa, empujáis una alcallata contra la pared, y de pronto se transforma en Scarlett Johansonn, cogéis el taladro y fantaseáis con una súper broca que profundiza en cavidades más húmedas. Quizá por eso os gusta tanto el bricojale ¿ Os facilita pensar en el sexo mientras tenéis las manos ocupadas (ejem)?. Ni sospechar quiero cómo vivirán los pobres carpinteros, manitas y fontaneros. ¿Pensarán en su novia cada vez que desatascan una tubería? ¿Se pasan el día calientes como un bollito de canela recién sacado del horno? La virgen del Perpetuo Coscorro ¡¡Pobres criaturas!!.

A lo que iba. No me creo yo este dato. Pero es que hay otro que me resulta aún más inverosímil. Tradicionalmente, se ha sostenido que el hombre pensaba en el sexo cada 7 segundos.  Total, nada. Eso no se sostiene por muy machitos que seáis ¿Os imagináis? Sería algo así como tener 8.000 ideas de sexo en las 16 horas que se está despierto. Vamos, que, quizá algún ser con imaginación espectacular, súper inteligencia y satirismo avanzado pueda ver en su mente 8.000 imágenes de sexo cada jornada (porque vosotros pensáis en imágenes). Francamente, me parece un poco incompatible con el día a día. Incluso algo angustioso. Imaginaos esa sucesión de instantáneas al intentar pagar en el súper, repostando (ay, esas mangueras y esos depósitos), llevando al niño al cole o jugando al pádel. Oye, que a mi me encanta el erotismo de las cosas y lo cotidiano, pero sin extremismos.

La Universidad estatal de Ohio sacó un estudio similar pero más realista. El número de veces que los hombres piensan en el sexo es 19. Ni más ni menos. Justo el doble que nosotras pero es que además, dan una explicación muy plausible. No es que los hombres sean todos unos salidos que se pasan la vida imaginando penetraciones y coyundas. No. Es que ellos, por lo que sea—en estos adentros no entro porque no soy científica— piensan con igual reincidencia en necesidades básicas y biológicas: se acuerdan de comer 18 veces al día, y de dormir 11 (los escatologismos, imagino que estarán cuantificados).

Pensar en sexo es bueno; de hecho, los que lo hacemos es porque vivimos una sexualidad con las que estamos conformes y nos agrada. Obsesionarse con el sexo, no. Hay patologías de muchas clases y la temida adicción al sexo que puede ser tan peligrosa como cualquier otra
Lo mejor, creo, es dejarse de cuantificaciones, relajarse y disfrutar con el camino del placer. Los estudios nos dan mucho juego a los periodistas pero lo mejor es mandarlos todos al carajo y reírse mucho.

lunes, septiembre 15, 2014

Sobredosis de realidad





Hace años se lo dije a un amigo que decidió un día, de golpe y porrazo, dejar los chupitos de whisky. De pronto, el sol no le parecía tan brillante, su calle no era tan cool, yo no era tan guapa. Le vino la realidad como una enorme montaña de piedra, insalvable, inabarcable y sufría lo indecible por haberse mentido a sí mismo tanto tiempo gracias a los chupitos de whisky. "Tú lo que tienes es sobredosis de realidad", le dije. "A pesar de todo, cuando dejes el alcohol del todo comprobarás que la vida sigue siendo maravillosa".

De igual modo, recién aterrizados de las vacaciones, con este calor infernal, con los madrugones y el fardo de obligaciones diarias, de pronto, los días nos parecen una sucesión insufrible de pesadas horas. Ha cambiado la perspectiva desde la cual contemplamos el paisaje. Igual que cantaba Edith Piaf, ver la vida de color de rosa depende sobre todo de nosotros pero, qué duda cabe que el entorno ayuda.

El verano es crucial para las parejas. O las une, o las separa definitivamente. No hay como pasar un montón de horas con tu partenaire, compartir experiencias, situaciones —agradables, desagradables, inoportunas— para saber si la persona que tienes a tu lado merece tu confianza, tu amor, tu interés o tu lástima, tu desidia y tu "hasta aquí hemos llegado".

Sucede que, en ocasiones, uno vive un verano espectacular, redescubre a quien tiene a su lado. O, simplemente, baja la guardia, se relaja y se atreve a conocer de verdad a otra persona. Porque esto es así. Durante la vigilia, o sea, durante el curso normal, salvo excepciones, mantenemos las barreras levantadas. El sentido común es el capitán de nuestro cuerpo; las obligaciones, unos coroneles de hierro que nos impiden sentir. Que atenazan los deseos. Y el deseo, tan menospreciado en ocasiones, también tiene derecho a opinar sobre nuestra vida.

Me imagino al deseo y al instinto peleando contra el sentido del deber y la responsabilidad. A la locura contra la cordura. Y, sí señor, a veces hay que pegar un golpe de timón y hacerle caso a nuestro afán "vividor"; al niño que ansía nuevas experiencias y quitarnos las viseras que quizá nos colocaron en la infancia, arrebatándonos todo el campo de visión. 

El verano es un tiempo de gracia, perfecto  para liberar al enfant terrible que llevamos dentro, así que, querido lector, quizá te ocurra como a mi, que regresar a la áspera ciudad de calores, prisas, atascos y ruido haya roto en parte tu sueño, el sueño que creías cumplido (quizá una autoliberación, quizá un buen amor o incluso un súper amor) y despiertes abotargado, desubicado, perdido.

Te diré como le decía a mi amigo, el que abandonó los chupitos de whisky. No sufras, avanza en tu día a día, lleva sobre tus espaldas con una sonrisa el maldito síndrome post vacacional y abandona las dudas. Si sentiste libertad, pasión por vivir y amor cerca del mar, en la montaña, en el extranjero o haciendo el Camino de Santiago, qué se yo, no fue una alucinación ni una ilusión. Te atreviste a quitarte esas anteojeras que llevamos como los burros para no distraer nuestra atención. 

Hoy tienes sobredosis de realidad pero si te atreves a vivir sin las barreras que la rutina nos impone, todo te resultará igual que hace unas semanas (que parecen años, quizá por lo lejano que resulta ya todo). Tú serás cool, tu calle te encantará, tú mismo creerás de nuevo en la posibilidad de una "isla", esa donde eres el rey, esa que has habitado siempre y que, en definitiva, te pertenece.

Imagen de Herb Ritts



sábado, septiembre 13, 2014

Los recuerdos en Territorio G



Aquí va el TerritorioG de esta semana por si te lo has perdido. Esta semana ha ido sobre recuerdos, con José Hernández, jefe de Psiquiatría de La Arrixaca. Muy interesante.¿Cómo creamos los recuerdos? ¿Por qué recordamos unas cosas y otras no? ¿Cómo funciona nuestra forma de almacenar los recuerdos?

Para escuchar el podcast, pincha aquí


jueves, septiembre 11, 2014

Bricolaje




Entre tornillos, brocas y sudores, me cuentas el menú del día. Martillo, sonrisas. Escoba, escalera, agua. Secretos de bricolaje, llaves maestras y besos. Botín se ha muerto. Como para no enterarse. Me corté el pelo. Es bonito ese cuadro. El agua es insuficiente, el calor horrible. Creo que el chico de la Coca-Cola se ha colado en mi casa para hacerme los arreglos. Te veo subido en la escalera, espalda mojada de mi cuarto. Demasiado bonito para ser verdad, pienso a veces.

El tiempo de mirar a los ojos, de mirar adentro se transforma en partículas de arena que se deslizan
-- capciosas, descreídas, locas-- en la espiral fugaz de la vida. 
Y así pasa otro día.

domingo, septiembre 07, 2014

La india: el país que odia a las mujeres





La India, la cuna del Yoga y de tantos gurús que predican acerca de la paz de espíritu y el desapego, es noticia estos días por su crueldad hacia con las mujeres. Las mujeres que son menos que nada, que sin una dote no van a ningún sitio y que, una vez enviudadas, son invitadas a quemarse en la pira funeraria con su marido (la llamada ceremonia del Sati) o a llevar una vida errante, vistiendo harapos, cubiertas de ceniza, desarraigadas, homeless, despojadas de todo.

El porqué saltan estas noticias a la palestra precisamente ahora es algo que deberíamos plantearnos. En la lotería de los contenidos que nos ofrecen los informativos entran muchas variables. Hay toda una realidad que, finalmente, los medios nos presentan fragmentada, pormenorizada. Durante el 2014 todo este horror y muerte que padecen las mujeres indias ha dado la cara pero no es algo nuevo.

Acabamos de conocer el dato de que un promedio de 92 mujeres al día fueron violadas el pasado 2013: un informe de la Oficina Nacional de Registro de Crímenes (ONRC), indica que los ataques sexuales se dispararon más del 10 % en un año: en 2012 se registraron casi 25.000 casos de violación, mientras que en 2013 aumentaron a 33.707.

Las cifras causan escalofríos e invitan a la reflexión.

Los analistas afirman que la India cambia a pasos agigantados. Palabras que creíamos descatalogadas de nuestro diccionario occidental como "éxodo rural" son allí el día a día. Chabolas conviven con rascacielos. Hay mujeres que beben mojitos en los bares mientras otras siguen sometidas a un régimen de esclavitud. El contraste del desarrollo de país emergente de con el terrible sistema de castas han creado este combinado de barbarie y horror.
Otra complicación es la desproporción de género. Según los datos del censo, hay 37 millones de hombres más que de mujeres. El sector demográfico que más sufre las violaciones es el de las jóvenes de entre 17-35 años.

Hay estados  donde la crueldad es mayor que en otros. Es el caso de Uttar Pradesh. El pasado mes de junio cuatro mujeres fueron encontradas ahorcadas colgando de los árboles en el lapso de dos semanas. Khalid Chaudhary, encargado de la ONG Action Aid, afirmaba "la violación y el asesinato de mujeres son muy comunes porque es uno de los más poblados con menos gobernabilidad".  Un 67% de las mujeres de este Estado se ha enfrentado en más de una ocasión a algún tipo de violencia sexual.

En este país de 200 millones de habitantes hay jóvenes agredidas cuando vuelven a su casa en bus, asesinadas y sodomizadas con barras de acero; otras son obligadas a lamer escupitajos por defender a su propia familia y aparecen salvajemente agredidas junto a las vías de un tren. Hay continuos casos de infanticios y feticidios contra el sexo femenino, matrimonios amañados de niñas con ancianos y una violencia que va en aumento, sobre todo contra las de las castas inferiores como las "dalit"

Nacer con una vulva entre las piernas es una maldición. Una condena. Sólo te salvará un buena dote para comprar algo de dignidad. Que nunca será completa.

La crueldad contra las mujeres choca con  nuestra visión romántica de la India, sin duda. Nos pone delante de las narices este mundo de dos velocidades donde algunos lo tienen todo y otros carecen de lo más elemental. Hay lugares donde se juega con la mujer como si fuera una pieza de caza.
A lo peor, no nos tenemos que ir tan lejos. A lo peor, podemos encontrar trozitos de esta "India" en algunos prostíbulos de carretera.



domingo, agosto 31, 2014

Pitita y yo



Dice Pitita que estamos en el Apocalipsis, con esa boca que tiene ella, con sus másters en levitación, con sus amistades peligrosas —Andy Wharhol— y con sus apariciones marianas. Soy fan de Pitita. Es muy auténtica y nada me gusta más en el mundo que la gente que va con la verdad por delante. Que se confiese casta me subyuga. A mi, sí, que escribo de erotismo, amor y sexo.

Pitita habla con Dios y yo también, qué pasa. Su Dios le pide castidad y el mío toma forma y cuerpo como una realidad luminosa y bellísima. Yo soy más de la idea del hinduísmo y encuentro que no hay forma más divina de consagrarse y hermanarse con "ello" que el sexo con amor. Porque cuando amamos somos dioses.

Lo mejor de todo es que ni su idea de Dios ni la mía están reñidas aunque vosotros, queridos lectores penséis que Pitita y yo estamos en las antípodas. Ni mucho menos. En la esencia de todo este entramado de vírgenes o diosas de siete brazos se esconde la bondad y, por supuesto, el deseo de trascender.

¿Qué es el sexo sino también una forma de perpetuarse? Porque el sexo con otra persona si se hace con fundamento y rico, rico, es un intercambio mutuo de saberes carnales, de complacencias e incluso de sino kármico. Mismamente se transforma ella con las apariciones marianas y sus solecitos que dan vueltas mientras el cura increpa a las iluminadas: "Toas p'adentro, pa la iglesia". Pero Pitita y yo sabemos que la verdad está ahí fuera y sin coñas me alineo en su misma senda espiritual. En su naturalidad y aceptación de sí misma. Su poca vergüenza para hablar de su afán trascendente, de su vivir célibe. Que también tiene derecho, por Vishnú.

Cuando con maldad los periodistas le preguntan si toma drogas ella responde con bondad que no. Y la creo. Porque yo creo en ti, Pitita. Que no sé si habrás visto a la virgen o a Santo Tomás pero sé que algo has visto y me encanta que te rías de ti misma y tus amigas pijas. Si llega el Apocalipsis que me pille haciendo el amor y a ti, levitando.





domingo, agosto 24, 2014

Objetualizar



Cuerpo perfecto según la revista Time en 1955


La perfección me aburre. Esos cuerpos bronceados, esculpidos, tableteados, sin un ápice de grasa son plástico puro. Esas chicas operadas de pies a cabeza, cuyas tetas llegan antes que ellas me dan cierta pena y aunque no quisiera yo fijarme tanto en los físicos cuando paseo por la playa no me queda otra. Es lo que hay, palpable, visible. Ineludible a veces. Porque ahí te los ves — curiosamente sobre todo a ellos — haciendo ostentación de bíceps, femorales, y cuádriceps. ¿Qué queréis que os diga? Me emocionan lo mismo que una almeja putrefacta.

Cierto, los seres humanos tendemos a objetualizar a otros humanos. Que si mira qué culo, que si qué hombros, qué pectorales. Los amantes incluso se regodean en la anatomía en plan Jack el destripador. Es decir, por partes. El enamoramiento consiste en eso, en la abstracción pura del uno con el otro, e incluso con ciertas partes del objeto de nuestro amor (otra vez la palabreja).

En Ciudadano Kane vemos como el protagonista repite en su lecho de muerte: "rosebud, rosebud"; así denominaba el aparato genital de su novia. Incluso el amor podría tener mucho de cosificación en sus comienzos. Unos labios nos salvan la vida. O unos pechos, o un susurro en la oscuridad.

Objetualizar es casi inevitable y más en el mundo que vivimos plagado de imágenes, contaminado con lo audiovisual. Yo me confieso pecadora de objetualizar y de guardar en mi retina imágenes que me acompañarán toda la vida, al igual que atesoro palabras.
El mundo se divide entre los que observan y se saben observados. A veces jugamos uno u otro papel. Los más adorables son aquellos que destilan un encanto natural sin ser completamente conscientes de ello. Aquellos que derraman su gracia de forma espontánea. Los hay que te pueden noquear con una sonrisa, con una mirada y ellos, tan frescos, sin darse ni cuenta.4

Sí, a veces objetualizamos a seres humanos, qué atrevimiento, pero los más dignos de atención son los imperfectos, los que guardan armonía en una nariz algo torcida, en, quizá, una anatomía  que muestra un abdominal relajado, o el dibujo irregular y caprichoso de perfiles. Los defectos nos hacen entrañables, únicos y, en ocasiones, objetos de deseo.


Blanco





Tú y yo de blanco
El vino blanco
El lienzo 
en blanco
Y en el mundo, 
aquella noche
sólo existían dos personas
Tú y yo
en blanco,
al rojo,
de blanco.

miércoles, agosto 20, 2014

Urgencia perfecta


Acostada en su cama le deseaba. Un fuego en las entrañas se abría paso sin compasión. Vientre enloquecido. El sexo cobraba vida propia y ya no quería otro alimento que aquel pene poderoso y brillante. Aquellos besos de lenguas infinitas. De ternura infinita. Y no quería mojarse pero quizá era su propio pubis el que extrañaba la fuerza, su fuerza. Ni más fiero ni más manso. Las justa fuerza que se agarraba a sus caderas, que la hacía temblar, desesperarse, descabalgarse. Y regresar a aquel coche y sus estrecheces. Y al descampado y el ansia. Y las prisas y los visitantes inoportunos. Y se decía que todo estaba bien como estaba. A pesar de no ser una suite de cinco estrellas, estaban ellos. Sus pieles rozándose. Sus pieles sabias.

Su mano acariciando aquel mástil de pasión. La boca rodeando el glande, describiendo e intentando aprender el camino de su placer. Los diestros dedos masculinos que se colaban en la frondosa materia de sus cavidades. Los de ella que recorrían sus labios, que se adentraban en la boca.
Sus gestos de insoportable disfrute.
Y le miraba comer de su pecho. Y le miraba y todo era perfecto. Las estrecheces, hasta los miedos.

Y ahora, en esta cama blanca, le deseaba tanto que su ansia podía gritar.
Ojalá lo pueda oír –pensaba– Ojalá, como yo, lo pueda sentir ahora, palpitante, exigente, urgente entre sus piernas. Igual que yo lo siento entre las mías.
El deseo tenía su nombre, tenía su voz, tenía sus ojos y sus manos. Y podía ser en ese momento la esclava de su deseo. Sumisa y postrada ante sus ojos.
Lo mejor de todo es que él no la quería así. Ni sumisa ni postrada, sino libre y feliz.
Lo mejor de todo es que se liberaban cada vez que se amaban. Y con cada gota de ese potente filtro que eran sus fluidos en conjunción crearon un nuevo veneno. Y todo era posible. Todo era mágico en torno a ellos.
Podían amarse y desaparecer. Podían amarse y permanecer
Y el veneno perdió su componente negativo desde aquel momento.
Acostada en la cama fantaseaba con dos amantes, ellos dos, capaces de transformar y transformarse.
A pesar del infierno bajo el short. Del calor intrépido y descarado, se quedó quieta, esperando la llegada de la palma de sus manos, del dibujo de sus labios. De su propia urgencia, la de él, en torno a ella.

Y cerrar el círculo. Y cerrarse en el mundo perfecto que construían sus cuerpos. 

lunes, agosto 18, 2014

Igualismos







La eterna discusión. El sexo con amor es cosa de mujeres. Los hombres son todos unos descerebrados que sólo buscan pasar el rato. A ellos no les compliques la cabeza. Una vez eyaculados, mirarán hacia otro lado. Si son educados, estarán ahí, en alguna ocasión, por lo que puedas necesitar, pero nada más. Ya bastante liada tienen la vida. ¿Y nosotras? ¿Tan pavas y cursis somos que nos enamoramos del primer hombre que nos besa? Pues ni tanto, ni tan calvo.

Hay hombres que aman y follan. Hay otros que sólo se atreven al amor platónico. Son capaces de obnubilarse con una foto sin decir esta boca es mía o morirse de miedo si el objeto de su amor cobra vida. Fíjate tú, una mujer de carne y hueso ¡¡Y que se atreve a responder afirmativamente a su cortejo!! Huyen despavoridos.

Los hay  que sólo conocen la máquina de su cuerpo. Es lo único que les importa. El buen funcionamiento de los engranajes que suben y bajan la adrenalina y otras cosas, ya me entendéis. No les pidáis palabras románticas o lugares especiales. El asiento de atrás del coche es su lecho habitual. No me malinterpretéis, que para un "de vez en cuando" no está nada mal pero así, como plato único, no mola.

Un amigo me insistía en lo importante que el sexo por el sexo. Con o sin amor. Y nosotras, nos hemos visto de pronto arrojadas a este mundo masculino, a estas guerras que nos dejan muy frías. Porque ellos y nosotras somos muy, muy diferentes. A veces la necesidad obliga a abandonar un lecho en mitad de la noche. No sea que nos enganchemos, no sea que suframos, porque una cosa está clara, como nos enganchemos vamos a sufrir. Y, por supuesto, con la nula esperanza de que ellos sientan algo semejante a nosotras.


Pues no, no somos iguales. No diré que todas sean unas sentimentales como yo que todavía pienso en los Heathcliff y Romeos, pero, sin ser puritanos ¿Hay algo de malo de dotar al puro sexo de algo de afecto, simpatía y empatía? En este mundo de alergia a las relaciones y los compromisos, al menos, que haya un poco de calor humano y no sólo erógeno.                                                                                                                                                                   

jueves, agosto 14, 2014

Nada







Fui especial
porque fui tuya.
Y aquello dio
sentido a mi vida.
Como las piezas
del rompecabezas,
Algo encajó.

Quizá como escribiste,
tu amor
ya navegaba por
mis huesos.
Quizá como sospeché,
toda la vida
me preparé
para nuestro primer
encuentro.
Para ese "me has dejado
algo nuevo dentro".

Pero te fuiste.
La vida sigue.
Falta la guía
en la que te convertiste.
Ese aliado fenomenal,
incondicional.
Ese coach duro
de roer, que me hizo
crecer y crecer.

Fui especial porque
fui tuya.

Siento el orgullo de
saberse amada.
Pero te fuiste.
Quizá por eso, a
veces me siento así,
algo vacía.
Algo de nada.


lunes, agosto 11, 2014

Machito español




Un lector me pidió que escribiese sobre ejemplares en vías de extinción. Ese ser con pelo en pecho, cadenas, camiseta abanderado y barrigón. Ese ser, que podemos denominar manolazo, o el tío typical spanish. Mis lectores tienen claro quiénes son ellos. Hacen el amor con calcetines y se les encienden sospechosas aplicaciones de móvil al llegar a los puticlubs de carretera; una mezcla de Torrente y el personaje tantas veces interpretado por Alfredo Landa, enloquecido por las suecas en aquellas pelis de los años 60.
Algunos sostienen que el Typical Spanish de hoy es lo peor de lo peor: el corrupto, el especulador, el ligón que acostumbra a ir con mujeres florero, que grita en playas atestadas, que bebe tinto de verano con compulsión y, por supuesto, cerveza. Litros y litros de cerveza.

Me tenéis que disculpar. Yo lo veo de otra manera. No, nunca me ennoviaría con un typical spanish, de hecho nunca lo he hecho, siempre he tenido novios medio guiris, o con pinta de tal, o algo frikis pero, no sé, yo veo a estos ejemplares con cierta ternura. Recuerdo los anuncios de Fundador ("Es cosa de hombres"); de Brummel ("En las distancias cortas es cuando un hombre se la juega"); o de Varón Dandy y en la ingenuidad de estos supuestos trolls, ogros consentidos, gritones y petardos. Un trago los hacía poderosos y una colonia, irresistibles.

Imagino las reuniones de familia donde siempre encontraréis un cuñao de este estilo y os digo: ¿Qué sería de nuestra indiosincrasia sin ellos?; ese tocarse las pelotas, esos haikus sonoros que les sirven para todo: "Ya ves", "Aquí", "Ya te digo" o el más moderno "Pues va a ser que no"; esos trucos para conquistar que no conmueven ni a un chicle; ese perrito con cabeza de muelle del coche; ese "pasa torito, ay torito guapo", que suena a toda pastilla mientras conduce con una mano en el volante, la otra fantaseando con un muslo que jamás se comerá y un palillo en la boca. Qué penica.

Nada que ver con los modernos canis, una mezcla de rapero de extrarradio y bailarín de reaggeton con serrín en la cabeza.


Dejad vivir al machito español, vestigio de nuestro pasado reciente.

viernes, agosto 08, 2014

Algún día recordaremos esto




Algún día recordaremos esto. Nos reiremos de nuestras locuras. Entrar en mi casa en el asiento trasero del coche escondido bajo el protector de sol del parabrisas. Tus tonterías de ponerte una barba de rabino para pasar desapercibido. Mis risas. Y ese "me encanta oírte reír" .

Algún día recordaré tu hermoso cuerpo junto al mío. Nuestros abrazos tan sinceros, nuestros latidos tan sinceros. Los nervios y la ansiedad ante cada encuentro. ¡Yo quiero dártelo todo y siempre tenemos tan poco tiempo! Pero cada segundo cuenta, cada instante conversado, sentido, amado es imprescindible y único.

Algún día recordaré ese ¡Cuánto te quiero! aparcados en un polígono un domingo por la tarde. Esos sitios a los que hay que recurrir ante otras posibilidades. Algún día recordarás tu urgencia con placidez. Y tu miedo. Y tu vencer al miedo.

¿Quién sabe que nos depara el destino? Pero sé que tú y yo recordaremos esto, esta locura, este principio tan complicado y una lágrima asomará a nuestros ojos. Porque esto es la vida. Porque tú y yo estamos vivos. Nuestra piel siempre responde. Dudo que alguna vez se extinga el fuego. Es la magia de tu cuerpo, del mío. 

Tú recordarás esos días de ardor, los otros de la tenura. Mi infinita paciencia (Yo que siempre fui tan impaciente). Tus infinitos inventos para tratar de hablarme, de verme (Tú que nunca, nunca hacías estas cosas). Porque el amor es así. Caen viejas reglas, se crean otras nuevas. .

Las mariposas en el estómago son incómodas. Las pesadillas, los miedos, la incertidumbre pero son síntomas de lo afortunados que somos. 

Espero recordar y vivir al mismo tiempo.



domingo, agosto 03, 2014

Spornosexuales








Dan Osborne, conocido por participar en un Reality, ejemplo de Spornosexual, según el creador del término


Ya tenemos nueva palabreja para este verano. Su inventor es el mismo que acuñó aquello de metrosexual allá por el año 1994, se llama Mark Simpson. Pues bien, según Mark, nos encontramos con un nuevo espécimen masculino: el spornosexual. ¿Quién es?¿A qué dedica el tiempo libre? Básicamente a hacer deporte. Según Simpson, es este tipo de ser --fetichizado de sí mismo-- se pasa el día metido en el gimnasio,  valora mucho más el cuidado de su cuerpo que de su ropa y como se quiere tanto ¿Para qué va a malgastar un minuto en ligarse una chica o a un chico? No, nada de eso. El spornosexual consume porno, básicamente.

Lo veréis en las redes sociales porque llaman la atención: se hacen muchas fotos ligeritos de ropa para demostrar su palmito pero ahí siguen: envueltos en su cápsula perfecta de musculitos, depilaciones, aceites untuosos, bronceados de cabina y más sólos que la una. ¡Ay, bendito! ¡Qué desaprovechamiento!.

El spornosexual inteacciona con su móvil, sus espejos y todos sus afeites. Entre pesas y pajas pasa su vida.  Podéis meter en este saco a algunos de esos horribles participantes de Gandía Shore que sólo tienen cuerpo y nada más; esto es: tipos vulgares, que no han leído un libro en su vida, primarios y permanentemente sexualizados. Un puñado de carne con ojos, vaya

Me parece demoledor, triste y hasta apocalíptico. ¿Cómo es posible que nadie prefiera consumir porno, masturbarse en soledad a mantener una relación de verdad con otra persona?

Me encanta que los hombres se cuiden. Me encanta admirar la belleza masculina pero puesto que el sexo está en el cerebro, no me atraen nada los spornosexuales. Me imagino sus sábanas solitarias apestando a semen por las mañanas. Me imagino sus cabezas inundadas por la imagen de sí mismos. Un tío que no es capaz de salir de su burbuja y practicar la empatía es a la postre es mortalmente aburrido. Y no te hará reir.


Vale, estos spornosexuales, una vez subidos al carro de la fama, tendrán todo el sexo que se les antoje sin implicación emocional, tendrán los brazos más fuertes que tú, ganarán más que tú pero piensa, pensad amigos masculinos, que son flor de un día.

                                      


lunes, julio 28, 2014

Agua





Friego los platos con mi bikini negro. Tiene unas cuantas temporadas pero me encanta. Es semi-tanga por detrás y deja ver el trozo justo de culo para darle una forma redondeada, suave. Me salpica el agua sobre el ombligo. Son pocos vasos me digo. Pero entonces llegas tú. Te colocas justo detrás. Susurras mi nombre en el oído y comienzas a meter tu mano delante de la pieza delantera del bikini. La otra se escapa hasta el pubis. "Cómo se puede ser tan sexy en una cocina". Me besas el cuello. Sabes lo que me gusta. Aprendes rápido. 

Yo sigo a lo mío, intentando no inmutarme pero una pequeña inundación se abre entre mis piernas. Siempre es así contigo. Es el amor, me digo. Tanto amor, que soy un río que corre caudaloso, libre hacia ti. Me mantengo firme, a pesar de que tus besos se pasean por mis brazos, por el hueco justo entre el cuello y el esternón. Y el agua sigue corriendo, fregadero abajo. Y yo, inmovilizada. Recuerdo aquella escena de El Paciente inglés cuando acaricias esa parte de mi anatomía. Escotadura supraesternal, se llama. Te lo aclaro entre suspiros. Mi respiración comienza a entrecortarse. Volverás a dejarme sin aliento, muerta de sed y le seguirá esa otra sed. Más sed de tu boca, de tus manos, de ti. "Tu boca me vuelve loca". Te canto nuestro tonto pareado.

Me das la vuelta. Cierras el grifo: "¿Qué es eso de malgastar el agua?". "En El paciente inglés el protagonista bautiza esa parte del cuerpo como el Bósforo de Almasy", te sigo explicando. Tus labios me vuelven a callar y tu mano dibuja, se recrea en ese triángulo que palpita como tu  sexo, como el mío. Abro mis labios. Abro mi cuerpo. Nuestras lenguas juegan una danza muy húmeda y siento tu miembro dispuesto para mi, como siempre. 
La sonrisa cómplice, nuestra sonrisa, nuestras sonrisas. Agarras mi culo. "Este culo, qué culo", exclamas en voz alta.


Mis manos dibujan tu torso, levanto la camiseta y la lengua se pasea alrededor de tus pezones. Erizo tu piel. Me liberas de la parte alta del bikini. Y comes de mi pecho. Y ya no me dejas seguir. Me invades. Eres un colonizador muy hábil. Me rindo sin demasiada lucha. Y bajas hasta mi pubis y lo llenas con esa dulzura tan propia de ti. Me miras desde abajo con picardía. Tiemblo entera. Pero quiero ver tu cara, tus ojos verde turbio frente a los míos. El sabor de mi amor en tu boca. Qué rico es todo esto. Te digo.

Me elevas en brazos, me colocas sobre el fregadero. Se quiere clavar el grifo en mi espalda pero logramos esquivarlo. Igual que esquivamos los miedos, igual que esquivamos las ocupaciones, los quehaceres para encontrar nuestros momentos. Estos momentos que nos dan la vida. Y me follas muy despacio. Es delicioso. Me fijo en tus fuertes hombros.  Mi boca se amarra a tu cuello. Es una tabla fuerte, preciosa, a la que me aso antes de naufragarte y naufragarme. Me contraigo por dentro. Te atrapo por dentro y suspiras tú. Te abandonas tú. Es una espiral de placer y belleza. Me sorprende lo guapo que eres. Me sorprende que tú me sientas tan especial. Y que no pares de alabar mi anatomía.


Sin querer, el grifo vuelve a abrirse. "¿Qué es eso de malgastar agua?", te digo

Alejandro Fernández. Tan bello, tan frío



Alejandro Fernández es tan impecable que le cuesta emocionar y emocionarse. Es un cantante elegante, comedido, perfeccionista. Sinceramente, eché de menos algo más de pasión en el escenario porque cuando uno va a un concierto de un artista mexicano espera eso: sol, alma, pureza. Y sí que había de todo eso, todo cuidado al máximo detalle. Los retroproyectores con imágenes de vaqueros y mariachis, el imponente escenario móvil, las pantallas gigantescas que nos devolvían a este hombre guapo, de aspecto extremadamente cuidado, con su barba de tres días y esa percha de impresión. Pero, a lo que iba, era como una fiesta de músicos donde se divirtiese él sólo. Sus dos pinganillos eran suficiente para él. Para mi no. Eso sí, todo irreprochable, de una perfección algo fría. Ah, y esa chaqueta gris del comienzo, lo peor del mundo: horrorosa, horrorosa.

Es inevitable comparar a Alejandro Fernández con Luis Miguel. Ambos son dos grandes artistas pero el segundo siempre mucho más. Y, personalmente, aunque no sienta mucha simpatía por ninguno de los dos, Luis Miguel siempre me ha emocionado en los conciertos. Traspasa la batería, está más vivo, se entrega. Alejandro es otro estilo. Desde luego, viste el charro mexicano como nadie. Es imposible tener más apostura en un escenario. Todo él era una estampa sobresaliente pero, volvemos a lo mismo, algo fría.

El show en sí, no decepciona. Las versiones de Nino Bravo, de Julio Iglesias y de Miguel Gallardo fueron de lo mejor de la noche. El sólo de trompeta del brillante Isidro Martínez Villanueva (Gracias a Marta Barbón Suárez por la aclaración) en “Abrázame” uno  de los mejores momentos del concierto. El pequeño acústico que se marcó con sus grandes éxitos, también y, por supuesto el imponente mariachi. Ellos pusieron la pasión, el ardor que le faltó al potrillo de México.

Se me ocurren varias cosas al hilo de este concierto y otros similares. No entiendo por qué hay que presenciar estos shows de pie. Este tipo de recitales de artistas que no dejan de ser cantantes melódicos es para verlos sentados. No entiendo por qué no estaban abiertos todos los aseos portátiles (imagino que porque había bastante menos gente de la esperada). Esa zona vip casi desierta que alejó al artista del público general me pareció un detalle feo. No me gustó nada. Así como algunas de las fans de AF, qué poca clase.

Me gustaría pensar que el artista no pasa por un buen momento porque es una pena que esa voz aterciopelada y perfecta, que esa puesta en escena y esa galanura se queden siempre detrás de las bambalinas.  A Alejandro Fernández lo he notado muy paradito, inflexible, extremadamente profesional. A ratos, un poco zombie ¿Qué es eso de no quitarse ese espanto de chaqueta durante medio concierto con el tremendo calor que hacía?
Como dice una amiga, lo perfecto es enemigo de lo bueno. Y este es un ejemplo clarísimo.
¿He dicho que el montaje del escenario era espectacular?

domingo, julio 27, 2014

Dormir contigo



Una pareja alcanza cierto grado de madurez cuando dejas de oír roncar al otro. ¿Pero yo ronco?, te preguntarás clavando tu pupila en mi pupila del color de la Coca-Cola: pues sí, creo que todos lo hacemos. Dormir en sí tiene poco de sexy. Se nos abre la boca, se nos cae la baba, hablamos en sueños,  pataleamos. Mucho peor son esos que duermen boca arriba y no se cantean un milímetro en horas.

Cierto, si de pronto un día te despiertas con frío, ganas de ternuras o de sensaciones más fuertes, ahí tienes otro cuerpo, dispuesto para ti pero ya sabes que el aliento no olerá a brisa marina precisamente. El ser humano es así de asquerosillo.

Dicen los expertos que hay que dormir desnudos.  ¡Hala, que corra el aire! Los espermatozoides estarán más contentos y nosotras tendremos menos bacterias. Además, evitar temperaturas muy altas favorece la producción de melatonina, hormona de la juventud, y de la HGH, esencial para la reparación ósea y muscular. También se elevan nuestros niveles de cortisol, lo que ayuda a regular la tendencia a aumentar de peso y el envejecimiento.

Bajo mi punto de vista, dormir desnudo es algo muy sensual. Notas tu cuerpo, notas el roce con las sábanas y predispone a un despertar de los sentidos. Esto no lo dice ningún estudio, lo digo yo y quizá sea una apreciación subjetiva pero aquellos que amamos los olores, la dicha de tocar, morder y arañar, hallamos un placer único en ese órgano sexual que es toda nuestra piel. Estar en la cama sin ropa es otro placer más.  Por eso también huyo lo que puedo de las fibras sintéticas. Ahí estamos, en la plenitud de nuestros años pero rodeados de felpas, acrílicos y lycras. No, hombre, no.


Lo de "dormir contigo" tiene su gracia.  Es encantador acompasar tu respiración a la del otro pero llega un momento en que te hormiguean los brazos, el otro se duerme como un tronco, pesa como un tronco y acaba, sí, roncando como un tronco maléfico en tu oreja. Fin de la estampa romántica.  Hay que estar muy tonto y enamorado para que todo eso no te importe. ¿Amor significa no escuchar los ronquidos? Probablemente.