viernes, noviembre 25, 2011

Casi


Me paso la vida en los casi. Rozando el cielo con la punta de los dedos...pero el cielo está ahí, a dos palmos de mis manos. En ocasiones, me encaramo a un trozo de nube y vislumbro el Caribe. Cruzo el atlántico en sueños, gracias a los mails de algunos amigos. Quisiera estar ahí con ellos. Chicago, L.A. NY. Cualquier sitio es bueno para escapar de esta realidad tan tozuda y terrible que vivimos. Gonzalo me acompaña en la fuga muchas veces. Es experto en inventarse universos. La música, el baile y, sobre todo,las risas, la lealtad de los amigos, de la gente que te quiere bien y que tú quieres, te mantienen en pie. Se niegan a verte caer. Tantas veces he estado a punto de....Pero no llega. No llego. Almost. Ese es mi estado. Un standby insoportable.
 Albert Plá le dijo a Julia Otero el otro día que a él le gusta hacer canciones y ya está, sin metas. Es una buena manera de plantearse la vida. Yo disfruto comunicando. Una barbaridad. Pero me queman las horas. Todo está a flor de piel y todo es rápido, intenso, veloz. Pero, a la vez, me tortura una idea: la de malgastar el precioso tiempo que vivimos. Cuando hecho la vista atrás y hago resumen de este 2011 (ya va tocando) contemplo muchas escenas: reuniones, llamadas, más reuniones, más llamadas; cientos y cientos de correos electrónicos; unos cuantos tweets (hasta el momento 5.782), entradas al blog, a facebook. Incontables horas frente al ordenador. Algunos resultados, sí ¿Pero merece la pena tanta lucha?. Me aterra perder el tiempo. Quizá no debiera malgastar una línea y saltar, volar, jugar, olvidarme del mundo, porque en ocasiones creo que el mundo se ha olvidado de mi.
Cierto, el que más y el que menos tiene esta sensación. Son 20 años de sensación. Ya está bien. Hace una década le confesé a un amigo mi idea de abandonarlo todo, dedicarme a otra cosa. Él, muy tierno, me escribió que me libraba de estar fuera de su alcance porque me iba a dar la colleja más grande de la historia. Ahora ya es tarde. No sé hacer otra cosa que esto. Observar la realidad. Comunicar la realidad y refugiarme siempre que puedo en ese cosmos del cine, la música, la literatura...las artes.
A lo mejor me pasa como a Albert Plá...no quiero terminar esta canción porque me encanta hacer canciones, porque me encanta escribir artículos, porque me encanta vivir en el casi.

domingo, noviembre 20, 2011

Julia Otero, not for sale




Recuerdo la primera vez que alguien me habló de Julia Otero. Fueron mis hermanos. Yo estudiaba en Madrid, no veía la tele en absoluto y en uno de mis  "regreso al hogar", Pedro me insistió: "Tienes que ver esto". Era el 3x4. Julia nos embobó a todos con su pelo pincho, su rapidez, su desparpajo, su gracia. Después la vimos realizar entrevistas magistrales en La Luna. Y era tan joven. Tan joven y tan experta. Paul MacArtney, Pertegaz, Guerra, Paloma Picasso. Julia era y es una gran entrevistadora. Ha demostrado con creces que para ella entrevistar es respirar y transpirar. Era una televisión mimada al detalle. Luego vino la Ronda y después volvía a la radio en 1991. Y ahí la voz de Julia, su encanto, su tenacidad, su temple, su terquedad, su pluralismo, su generosidad, su frescura, su estilo tan moderno,  me atraparon para siempre. Era el tiempo de las sintonías de Kenny G, cuando casi nadie sabía quien era, sólo mi amigo Juanillo, y cuando La radio de Julia era por la noche. Después pasó a las tardes. Iba de mis clases de idiomas, a las de baile, a mis citas con amigos por Madrid con mis walkman y Julia, siempre Julia. Sus risas incontenibles con Académica Palanca, las broncas a los gabineteros porque  "aquello parecía un gallinero". Otra vez, su gran estilo, su altura comunicadora y su cercanía. Qué difícil llegar a ambos extremos.
Julia es muy grande, sólo ella ha conseguido más de medio millón de oyentes en la tarde y dos millones en la tele y, a un tiempo, es muy cercana. Al menos para mi siempre lo ha sido. Los seis meses que estuve en Puerto Rico apenas extrañé España, salvo por el programa de Julia (allí yo realizaba mi propio programita y en el viejo San Juan abría la boca y todos me decían "Ah, tu ereh la ehpañola de Radio Universidad"). Ya existía radio por Internet  pero no tenía computadora, sólo una vieja y eléctrica máquina de escribir que pesaba una tonelada.
Recuerdo aquel fatídico día que sus más de 500 mil oyentes nos quedamos huérfanos. Lo que le hicieron a Julia, a nosotros, fue una canallada. Todos sabemos de donde salió. Los nombres de Aznar y César Alierta se unieron para hacer esto tan vil, tan feo. Lo recuerdo como si fuera ayer. En la radio estaba aquel tipo que sólo habla de música.
Hubo una época de silencio. Ella siguió haciendo tele en Cataluña. Pude ver algunas "Columnas", pudimos leer algunas columnas, de las otras, en El País. Julia, aparte de su oralidad magnífica también escribe muy bien. Es casi perfecta en todo la muy puñetera, qué se le va hacer; llegó la época de Punto Radio, volvió
a la tele con "Las cerezas" y por fin regresó a Onda Cero.
El hecho de reecontrarme con ella por Twitter ha sido una de las pocas alegrías de este 2011, de grandes ilusiones, de preciosos momentos, pero tan duro, por dios. A veces nos escribimos. A veces nos hacemos guiños. Qué honor. Porque ella es honorable. Una mujer admirable, supertrabajadora. Siempre al pie del cañón, en la trinchera. Abierta a los comentarios de sus oyentes a quienes quiere y respeta. Diría incluso que tiene una historia de amor con ellos, con todos nosotros, que es recíproca. Que nadie me la critique porque puedo asestarle una descomunal colleja.  Tiene todo el derecho del mundo a ser parcial, a mostrar sus opiniones. Todos los comunicadores lo hacen de un modo u otro pero ella va de frente, es irremediablemente directa y eso todavía no lo digieren determinados sectores de esta nuestra sociedad democrática. Y menos en una mujer. Mujer tenías que ser, Julia Otero. Pero no una, sino muchas, como cantaba Chaka Khan en esa canción que tanto te gusta "I'm every woman".

La única pega que tengo contigo, Julia, es que te admiro tanto que me impones una barbaridad. Cuando alguna vez participé en tus programas (en aquello de las tribus) me sentía algo estúpida. Me pasa siempre cuando conozco a alguien que he admirado tanto y tan largo. Me cuesta romper la barrera del fan,en el fondo, una fan muy tímida aunque parezca que me como el mundo.
Algo habrá que hacer ¿verdad? Quizá, algún día, nos tomemos una caña en algún sitio o nos vayamos de fiesta, a bailar (nada de entregas de premios ni cosas por el estilo) una fiesta sin metas. Después de tanto correr, corredora de fondo como eres, algo de juerga no te vendría mal. Así, sin objetivos. No me da pudor el escribirlo y el decirlo: que te quiero mucho, Julia; que eres muy grande como comunicadora. Como persona, aún más y que tenía que escribir esto en mi blog.Te escucho.

lunes, noviembre 14, 2011

María Dueñas, reina tsunami


María en su casa de Cartagena. La foto es de AR


María es sobria, elegante. Vende un millón de libros en España con su primera novela y ni se despeina. Ella es así. Prefiere pasar desapercibida, prefiere su casa, sus amigos de siempre. Su orden. Es meticulosa, su vida baila en un pentagrama exacto, preciso, muy, muy bonito. Lo tiene todo bajo control y así es. Después se escapa, se escapa siempre y me pregunto desde cuando María se aficionó a la ficción y a dejar de ser ella para transformarse en otros muchos personajes.
A la María racional y protectora es imposible no quererla. Esa amiga que coge las llaves de tu coche y te lleva a su casa a dormir para que no te mates porque estás que te caes. Esa amiga que busca un hueco para las citas que ella considera importantes, las cercanas, las auténticas. Esa María, madraza por encima de todo.
A María no le gustan las tonterías. Lo sé. Ya se ha acostumbrado a escuchar tantas loas que por un oído le entran y por otro le salen, salvo cuando sabe, y ella lo sabe, que alguien le confiesa su admiración con sinceridad.
María hace café a sus amigas de urbanización. Café y tostadas. Esa María es la que quiero tanto. Me enternece verla con su maleta de acá para allá. Me hace feliz verla recibir premios, todos merecidos, porque no hay una coma mal puesta en "El tiempo entre costuras". María que escucha, que es prudente, afectuosa con los que quiere, que es sabia y que, sin despeinarse, sabe siempre estar en su sitio. María para mi es una reina, y no porque haya vendido un millón de libros y porque su novela está ya en los escaparates de Manhattan, sino porque siempre fue así y el gran éxito no la ha cambiado. 
Estoy segura que cuando salga su segundo trabajo, volverá a triunfar. Sin despeinarse, sin aspavientos. No los necesita aunque bajo esa calma ¿Quien sabe lo que se esconde? Ya sabes lo que pensaba Hichtcock de las frías rubias. Tú eres morena y cálida, elegante y sobria en la superficie. Un tsunami con tacto de seda, me digo. María, mira que eres misteriosa. Cualquier día de estos, te convierto en personaje.

viernes, noviembre 11, 2011

I love Madonna



Nuestra profe de danza, Amor Corbalán nos sugiere de cuando en cuando experimentos. Hace una semana nos anunció muy picarona: "el viernes que viene, vestíos de Madonna que hacemos una coreografía suya". Pero ¿Qué Madonna? Ella ha sido Material girl, ha sido sex con muchas xxx, ha cantado Vogue transfigurada en diva de los 40; Music, dorada y cachonda; ha cantado American Pie, rural y country. Ha sido geisha, ha sido reina de Inglaterra, ha sido Morgana en Frozen. Yo las adoro a todas y escribo esto vestida como 

STICKY & SWEET TOUR 2008

No sé como lo ha hecho, lo hace Madonna para estar más buena que ayer pero menos que mañana. I love her

miércoles, noviembre 09, 2011

El mejor/peor de los tiempos

Cuando Charles Dickens escribió aquello de «Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos», tenía que estar sumergido en una profunda crisis como la mayoría de nosotros. Una especie de estado de gracia desgraciado. El pálpito diario de este caos saca a la luz lo mejor y lo peor de nosotros. En ocasiones escucho todas las voces de descontento como si fueran una sola y hoy, más que nunca, opinamos, debatimos, discutimos. Ea, esta crisis no es tan mala porque obliga a replantearnos unas cuantas prioridades ¿Cuántos seres humanos pasan por la vida sin plantearse ni una sola cuestión trascendental? Hoy no se libra nadie. Los días se precipitan con una sempiterna sensación de alerta, de 'could be', de 'some things happen'. Porque así es. Todo puede ocurrir y, no sé qué pensarán ustedes, pero creo que transpirar esta adrenalina tan a flor de piel nos ha convertido en seres creativos, en locos y hambrientos como predicaba Steve Jobs. ¿Habremos perdido el miedo por fin? ¿Escaparemos de la zona de confort que nos mantenía aletargados y atontolinaos? Sin dudarlo un instante responderé: lo estamos haciendo y esto es palpable en las redes sociales, donde los humanos saltan en masa ante lo que les parece injusto, incluso a riesgo de perdernos en un océano de discusiones que a veces terminan en el vacío.
Las opiniones son como el agujero del culo, todos tenemos una y pensamos que el del otro huele peor. Esta frase no es mía, pero describe de forma palmaria el modo en el que respiramos los españoles en esta época de mejor/peor de los tiempos. Los twitteros, los escritores de Facebook son columnistas, cuentan su vida, son personajes de su propia existencia. El ser humano, sin 'star-system' que valga, se ha convertido por fin en protagonista.
El mundo nos invita a que contribuyamos a la masa informe de la realidad con un «me gusta», con un 'retuit' y, ahí lo tenemos, de pronto Ismael Merlo o Carmen de Mairena se convierten una noche de domingo en 'trending topic'. Es el principio del fin ¿Se dan cuenta? Somos unos privilegiados, vivimos algo irrepetible, un ¡eureka! constante.
A Leonard Cohen le dan el Príncipe de Asturias e, ipso facto, leemos su discurso íntegro, nos inunda una marea de comentarios; la gente sube canciones y poemas, y tarareamos 'Let's waltz' miles de personas al unísono. Se acabó el reinado de los programas del corazón.
¿Y a quién le importa lo que escribimos? Pues parece que a bastante gente. Según las estadísticas, un 80% de los twitteros mira y el otro 20 actúa. Entre ellos me cuento.
A veces me pregunto si servirá de algo tanto debate. ¿Nos tornará más democráticos? ¿Abrirá nuevos caminos? Me reitero, es el principio del fin de un viejo orden social. Twitter es solo la punta del iceberg y ustedes les contarán a sus nietos que les tocó vivir en el mejor/peor de los tiempos.


Publicado en La Verdad el 26 de octubre de 2011