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Los de nuestra generación vivimos presos de una nostalgia por el pasado fuera de lo común. Los 70 y primeros 80 eran Rafaella Carrá o los zapatos de material (¿De qué material? ) Pasamos de niños una crisis, la del petróleo, los primeros años de la Transición y aprendimos de nuestros padres que todo cuesta mucho esfuerzo y trabajo. Dicen que somos la única generación que vive peor que sus progenitores. Es posible, pero, al menos, desterramos para siempre el sofá de eskay, ese, en el que despertar de la siesta era despegar la piel del plástico que te dejaba empapado en sudor. Ahora se acaba la sobreabundancia. Vemos en las portadas de los diarios a políticos cariacontecidos víctimas de la avaricia y, entre todos, buscamos el equilibrio. No es fácil para los que crecimos con Félix Rodríguez de la Fuente y la Nocilla. Pero es positivo despertar el sueño del dinero y recobrar los valores de una España sencilla pero ilusionada. Por eso, los de nuestra generación nos hallamos atrapados en las imágenes de una vieja Polaroid. La inocencia de Heidi, el amor de Marco, la potencia de Mazinger Z, la alegría descarada de Rafaella valen más que el dinero de la construcción