viernes, junio 30, 2006

Esta tía tan importante (y tan cojonuda) es mi amiga



Se llama Ana María Tomás. Es escritora, articulista de "La Verdad" (de las buenas, no le sale hacer ladrillos, la pobretica tiene esa manía de escribir de puta madre); ha ganado un montón de premios, el último, el de las cartas de amor que cada año organiza Radio Nacional. Le ha puesto letra a una ópera, tiene unos cuantos libros publicados pero, sobre todo, es mi amiga. Y gratis. A Ana María la quiere todo el mundo. Y no me extraña. Tiene una paciencia infinita y siempre anda con esa super-sonrisa que te desarma. Esa sonrisa que te hace creer que vive en los mundos de Yuppie, con lo curranta que es. Gracias Ana María, por ser como eres. Hoy el García Martínez, jumillano como tú, dice que eres la escritora más vitalista de las letras murcianas. Y tanto que sí. Pero eres muchos más. Creo, sinceramente que ya no eres de Jumilla, ni tan siquiera de Murcia; que eres de todas partes y los de "Vocento" deberían darse cuenta y ponerte donde te corresponde...¡Es que el resto del país se pierde tus artículos, tu alegría, tu ironía, tu talento!. Te quiero un montón, bonica.

MI YO COMPULSIVO



Los de Frigo se han pasado al piscoanálisis en la última campaña de los helados Magnum. No sé que tendrá que ver la personalidad con esa golosina compuesta por grasas animales y cacao. Eso sí, cuando te ponen los anuncios en la hora de la siesta te dan ganas de zamparte esa bomba de calorías. Luego, las nenas que se comen el Magnum (no hay ningún nene, que yo sepa) están todas más escurrías que Victoria Beckam, que ya es un decir. Sobre todo esa que dice "¡¡¡Mi yo Salvaje!!!" parece totalmente Orzowey (I mean, un niño de unos 12 años, siquiera del sexo femenino).
Por cierto, odio a los diseñadores de ropa porque la mayoría quieren que seamos efebos adolescentes y no mujeres rubicundas y mediterráneas.
Realizado este inciso, prosigo: La campaña del "Mi yo", muy bien orquestada desde la primavera --al principio sólo veíamos en los muppies la "M" de Magnum en un fondo color chocolate y yo, que soy una golosa de tomo y lomo enseguida lo adiviné-- ahora se refuerza con Paz Vega. Se vé, que la morenita de las pestañas que decía aquello de "Mi yo depredador" ha dado más miedo que hambre. Pero a lo que iba ¿Qué tendrá que ver la emoción con el helado?. Entiendo las vinculaciones con el chocolate, por eso de que sustituye a "Lo único" pero ¿hasta donde va a llegar la manía de vendernos una cosa como si fuera otra ?¿Si me como un Magnum se me aparecerá un tío buenísimo al lado? ¿Me convertiré en Paz Vega? ¿en la niña-Orzowey?. Eso sí, lo que me encanta es la idea de los "MI YO". Cierto es que todos somos muchos. Como cantaba Shakatak "I'm every woman". A saber, "Mi yo compulsivo" (el que es capaz de zamparse dos Magnum de un tiro en una tarde de ansiedad); "Mi yo cursi" (ese que vería mil veces y llorar siempre "The way we were"); "Mi yo apasionado" (el que baila Tangos, adora los boleros y quema)
En fin, infinitos. Inicio una lista que sería casi imposible de completar, pero ahí va el reto. ¿Cuantos "yoes "tenemos? Pero no imaginados, ni soñados, sino reales y contrastados. Creo que no hay helados en el mundo. Mi yo: caústico, crítico, burlón, deprimido, soñador, paternal, volátil, demoledor, deportista, artista, amigable, cabrón, simpático, estirado, coqueto, inseguro, avasallador, comprometido... Dadme un "yo". El vuestro, el del vecino, el del esperanzado, el del que cuida la línea..¡Diablos, otro anuncio!.

miércoles, junio 28, 2006

LA RABIA


Escribo de memoria así que no citaré nombres, salvo el del escritor y profesor Stuart Walton, quien ha publicado recientemente (creo, yo lo cogí de la sección de novedades de la biblioteca) "Humanidad, una historia de las emociones". Se trata de un libro de esos que quisieras aprender de memoria, quedarte con un renglón al menos de cada página y donde se combina con maestría la antropología, sociología, psicología y la historia para repasar diferentes emociones humanas desde una perspectiva global. No sólo aparecen hechos o personajes históricos que demuestran hasta donde es capaz de llegar el hombre en situaciones límite, sino también nos da una pincelada de lo que hace el arte con esas emociones. Dice Tocquinho que el artista es "una antena rastreadora de la voluntad popular" y, en este sentido, Walton nos recuerda la ira de un Goya muy, pero que muy cabreado, en "Los Caprichos", o la corriente dadá como una, también, expresión de ira hacia el sistema establecido.
La rabia es una buena fuente de inspiración. O quizá, la base, el recipiente, la creciente de una buena pieza literaria, o una canción desgarradora, o una película que nos ofrece esa cara "molesta" que no siempre queremos ver.
Me hago varias preguntas al respecto. De todas las imágenes que ofrecemos a nuestros semejantes ¿qué cara es la más verdadera? ¿Somos tan "agradables" como nos mostramos al gran público o símplemente unos grandiosos hipócritas?. Que poco nos gusta el lado oscuro. Los Dar Vader venden algún refresco de Cola, alguna espada láser de baratillo pero, en realidad, la sociedad nos pide que lo silenciemos siempre. Por tanto, ¿de quién fiarnos más? ¿De quien se muestra tal cual es, con sus desgarros emocionales, o con su genio cabrón? ¿o de los que siempre andan con la sonrisa Profiden?
Creo que hay personajes adorados por la gente y que son esencialmente caústicos. Es el caso del Doctor House. ¿Por qué gusta tanto? ¿Porque quizá todos somos como él pero ninguno nos atrevemos a demostrarlo, asegurarlo, afirmarlo?¿Porque nos gustaría andar todo el día con esa pachorra insidiosa y hurgándole la llaga al personal pero no osamos, no sea que nos ninguneen?¿Por qué Don Quijote?¿Por qué El Lazarillo?. La Rabia y el perdedor van de la mano y, en esta vida, el que más y el que menos, se ha sentido jodido, perdido, rabioso y sólo.

viernes, junio 23, 2006

VENGO "ESCOÑÁ" DEL "NIKEA"


Así mismico se lo ha soltado mi madre hace un rato a mi tía Juana, cuando hemos llegado a verla a su casa. "Eso es muy grande, hija, pero yo no encuentro ná". Yo, que soy bastante más joven que mi madre opino como ella. Que ir al IKEA es un escoñamiento. Ir con un niño, como es mi caso, es, directamente un atentado a mi zona lumbar, que está gritando ¡¡Ayudaaaa!! todo el día.
Al IKEA hay que ir un montón de veces para dar con lo que quieres, que el mueble se te ajuste a las medidas de tu habitación, que el color corresponda,que pegue con la pintura de las paredes y que sea funcional (porque, vamos, los productos de allí no son piezas de coleccionista). Y encima, hay que montar los muebles. Eso es el summum. Yo pertenezco a ese bando que advierte del peligro del "Hágalo usted mismo". Es una encerrona total y para los que curramos como posesos toda la semana, pues una pérdida de tiempo.Prefiero echar la siesta --qué queréis que os diga-- que ponerme con las "construcciones". Probablemente jugué poco al Tente, o mucho, pero, vamos...Que el que se inventó eso del "Bricomanía" no sabe el daño que ha hecho, y hace, a los hogares españoles.Mi marido es fan de IKEA y de Bricomanía, con eso lo digo todo.
Odio el "Nikea" porque me ha chupado algunos fines de semana, porque tanto mogollón me provoca cefaleas y, sobre todo, porque me obligan a ir por un sendero marcado como si fuera un borrego.Por si fuera poco, se te van dos horas viendo chorradas y al final te acabas gastando una media de 100 euros en idem. Que si velitas, que si luces de plástico para el patio, que si jarrones...¡¡Es tan barato!! ¡¡Pero para qué co...quiero yo tanta vela!!, me digo cuando me pongo a limpiar mi casa.
Desde aquí lo digo. Yo quiero vivir en un catálogo de Casa Marie Claire. Quiero llegar y que todo esté "nikelao", pero que lo maquee otra. Servidora necesita un break después de tres horas en el "NIKEA" persiguiendo a mi hijo, cama tras cama, sofá tras sofá...
Además, en el "NIKEA", todo es sospechoso. Sabes que lo que te llevas no es bueno, bueno. Es apañao, pero a mí no me convence. Porque lo fetén está en esa tienda megapija de al lado de la Catedral, que me encanta, pero que me entran sudores fríos sólo de asomarme al escaparate. Es un quiero y no puedo, y como mi religión me prohíbe eso del NOPODER, no me resigno al "NIKEA". Si no le gusta a mi madre, que es una sabia de tomo y lomo, por algo será.

jueves, junio 22, 2006

POVEDA, ESE "PEASSO" ARTISTA


Vía a Poveda hace muchos años en el festival de "La Unión" cuando era un chavalín. Se me pusieron los pelos como escarpias. Y hace unas semanas apareció invitado por Elvira Lindo en el programa de LA 2 "Carta Blanca". Os juro que lloré escuchándole cantar aquella copla de "Por tí, contaría la arena del mar, por tí yo sería capaz de matar...Y esto con la mano sobre el evangelio, te lo juro yo..."
Poveda, ya no tan niño, vestido de traje chaqueta, como un gitano guapo (que creo que no es) y con ese arte impresionante. Nunca en mi vida sentí esa copla como en voz de Poveda, acompañado por un piano. Para mí es un orgullo que lleve sangre murciana por sus venas. A lo peor, si se hubiese criado aquí no habría tenido tanta suerte...Pero creo que los murcianos deberíamos apoyarle, darle nuestro calor a un chaval que llena teatros como el MET de Nueva York.
Poveda es ese guapetón, con temple, y capaz de arañar cada palabra como el propio Sinatra...pero con otro poderío, claro.
Aquel día en La 2, Poveda me recordó a Luis Miguel, con la diferencia que LM necesita un escenario lleno de coristas, focos y músicos (mi teoría es que es tan estrella que su inseguridad es enfermiza). Poveda sólo tenía su planta, sus cuerdas vocales, las entrañas y un piano. Y llenaba. Vaya que sí. No sólo la pantalla, sino los corazones.

www.miguelpoveda.com

miércoles, junio 21, 2006

LAS HORAS





Quería subir a este blog un comentario de uno de los libros que acabo de terminar recientemente y que me ha impresionado por su calidad literaria, por el vocabulario desbordante y los sentimientos "al borde" o muy "al filo".
"Las horas" es una novela deslumbrante escrita por el también deslumbrante Michael Cunningham. A muchos les sonará porque esta obra literaria fue llevada al cine con, bajo mi punto de vista, poca fortuna aunque le valió un Óscar a una de sus intérpretes, Nicole Kidman, en su papel de Virginia Woolf.
El libro responde a un esquema de tres historias de mujeres diferentes con varios nexos en común. Las mujeres son la propia V.Woolf, Clarissa Dalloway y Laura Brown; La segunda es ex-amante de Richard, un escritor homosexual enfermo de SIDA que agoniza sus últimos días, y la tercera es la madre del propio Richard que aparece cuando éste era un niño y años después en el funeral del mismo.
Hay elementos comunes en las historias de las tres mujeres: El personaje creado por Virgina Woolf, Miss Dalloway--Richard llama así chistosamente a su ex-amante y ahora inseparable amiga y cuidadora; Laura Brown está leyendo dicho libro en una casa de las afueras en los años 50 y Woolf se encuentra en pleno proceso de creación del personaje-- la idea del suicidio --que ronda la mente de Brown y Woolf y que acomete finalmente Richard, el autor enfermo-- el espíritu desdichado de sus protagonistas-- y el hecho de que todo ocurra en el mismo día. Es un día en la vida de Clarissa, Virgina y Laura. Unas horas extrañas, de pensamientos lúgubres, de infinita melancolía y también de una valentía inusual. La valentía de morir (Richard) y la de vivir (Clarissa, Virginia) o escapar de su destino monótono, tedioso y mortal aunque sea por algunas horas (Laura)
¿Lo mejor del libro? Las descripciones. Sencillamente abrumadoras, exactas, visuales, translúcidas. Las reflexiones brutales de unos personajes que viven al borde del abismo.

lunes, junio 19, 2006

NO PUEDO CON EL "JURGOL"


Juega en estos momentos España contra Túnez y uno de mis vecinos-prefiero ignorar cual de ellos-- ha gritado gol como si le fuese la vida en ello. Vamos, como si hubiese entrado un espermatozoide en la vagina de su cónyuge. Las similitudes portería/rincón soñado, son tan evidentes que no hay que recurrir a rollos Freudianos para tenerlas siempre en cuenta. ¿Será por eso que el fútbol engancha tanto? ¿Alguna sublimación extraña? Perdonadme, amigos, amantes y no del fútbol. Pero no puedo con los tíos en calzones corriendo detrás de una pelota. No entiendo el encanto, ni la pasión que pueden suscitar las calcetas, la hierba y los sudores. Sólo me cabe la admiración, de vez en cuando, de algún cuerpo griego-perfecto. El jurgol para los jurgolistas y para los hinchas...que este mes de junio van a tener partidos hasta en los postres.

MADONNA, AHORA, EN MALLAS

Veo a Madonna en una foto imposible de acróbata “Circo del sol”. La tipa roza los cincuenta, ha parido a dos niños y tiene una silueta que ya hubiese querido para sí a los veintitantos. Madonna era graciosa cuando aquello del “Holiday” pero hoy me parece, sencillamente, abrumadora. Todavía estoy patitiesa tras ver a esa estrella de showbussines, haciendo una ashana de yoga. En mis tiempos de cole, la que hacía eso era una campeona. Lo llamábamos hacer el puente, que no es lo mismo que el pino-puente (esos eran territorios acotados a las superágiles, no a las patitas gordas como servidora). Madonna es una superviviente, una maga del reinventarse. En su nueva gira “Confessions on a dance floor” la vemos emulando a las locas de las pistas de baile. No en balde, siempre se ha confesado una fan de la figura de Tony Manero. Ya saben, el chulito de pantalones blancos ajustados que salía en “Saturday nigth fever”. Madonna Louise Verónica Ciccone Fortín no para de inventarse un nuevo personaje cada año, o cada dos, a lo sumo. Cambia de piel más que una culebra. Es casi una transformer. Consigue llevar sin empacho aquel corsé que le fabricase Jean Paul Gaultier y publicar un libro de fotografías muy artísticas titulado “Sex”.

Un lustro más tarde, más o menos, aparecía en la portada del “Hola” como una amantísima rubia y virginal mamá. Yo me la creí. Incluso llegué a sospechar que “super M” había sentado cabeza. Pero no. Al poco va y aparece morena oriental y vestida de china. Luego se dejó melenón y se disfrazó de Morgana para cantar aquello de “Frozen” en el álbum “Ray of light”.
La ambición rubia ha sido Evita, rostro de “Max factor”, compinche de Dick Tracy, chica “Bomb” (“Die another day”). Se ha puesto la boina del Che Guevara en la portada de “American Life”, la de Cowboy en “Music”; se vistió de ranchera para promocionar uno de sus primeros sencillos-discos “You can dance”; la hemos visto de Marilyn en "Material Girl", de Maria Antonieta... Incluso triunfó antes de que nadie le pusiera rostro, puesto que su primer sencillo, titulado “Everybody”, se lanzó sin foto y vendió 80.000 copias en Estados Unidos. La gente se llegó a pensar que era negra.

No hablemos de premios. Ya los tiene todos, incluso un Globo de Oro por “Evita” y algún Óscar por una banda sonora.
Ha cantado aquello de “Vogue”, con ese baile de manos increíble. Ha protagonizado vídeos violentos, se ha morreado con Britney Spears (seguro que fue idea de ella, of course) se ha magreado con Antonio Banderas en “In the bed with Madonna”, ha bailado en una limousine, encima de una mesa de juegos y vestida de cueros dorados cantando aquello buenísimo de “Music”; ha escrito cuentos para niños y en sus comienzos trabajó en un Dunkin Donuts y en un Burger King. ¿Alguien da más?

Capítulo aparte merece su dedicación a la Cábala Hebrea, de la que se ha esgrimido como exponente internacional, ante la rasgada de vestiduras de los ortodoxos, y su prédica continua de la dieta macrobiótica y del yoga.

Madonna se reinventa, sí. Ella en sí es una gran empresa que genera sustanciosos dividendos. Quizá algunos piensen que ha conseguido todo en la vida, algunos envidiosos incluso maldecirán que demasiado. Yo opino que Madonna es un fenómeno casi milagroso para alguien que llegó a Nueva York, con 35 dólares en el bolsillo, y que pidió al taxista que “la llevara al centro de todo”.

viernes, junio 16, 2006

ROSA DÍEZ


Había prometido no hablar de política en este blog pero no puedo menos que mostrar mi indignación por el trato que está recibiendo esa gran persona, política y luchadora por la paz que es Rosa Díez.
A Rosa la admiro desde hace años, cuando era tertuliana en un programa de radio. Me encanta su frescura, su claridad al exponer sus planteamientos y, por supuesto, su entereza ante la afrenta continua del terrorismo. Tanto ella como María San Gil me parecen unas "INCREÍBLES". Esa fortaleza, ese tesón. Bravo. Vaya unos cojones. Son un ejemplo para toda la ciudadanía. Sólo hay que mirar los rostros de estas dos mujeres para darse cuenta de lo mucho que sufren, de los surcos que la estupefacción ha marcado en sus rostros. No podemos hablar si quiera en términos de estética, porque esas expresiones contienen una gran belleza. La hermosura de la valentía. Son tan bellas por dentro como por fuera, pese a la expresión, a la sonrisa velada por tanta "bellaquería". Mi apoyo para ROSA por su bravura, pese a la estulticia de algunos que eran sus compañeros y que hoy piden su cabeza. ¿Cómo puede llamarse socialista un partido anti-social, que niega el pan y la sal a los suyos? ¿A los que han luchado durante años con sus siglas, sin pelos en la lengua, a cara y pecho descubiertos?. Rosa, una ídem para tí...pero no blanca ni paliducha. Una rosa Roja de arrestos y decencia. La rosa más bella del jardín.

jueves, junio 15, 2006

SENTIR


La música es quizá el mejor invento de los humanos. No hay mal que no se cure con una buena dosis de piano jazz, con un bajo descarado e insolente y si no, démosle una oportunidad al bandonéon. Las música nos hace mejores. Más sinvergüenzas, que es lo mismo que decir más nosotros. Más sensuales y disparatados; más niños. Nos despierta el sistema límbico sin necesidad de estímulos artificiales pero, eso sí, hay que saber sentirla. Estar dispuesto; abierto a recibir un golpe de batería entre ceja y ceja. Dejarnos abatir por un sólo de saxo y abandonarnos sin miedo al deleite del placer y del sufrimiento. Las notas contienen esos llamados “menores” que nos invitan a la lágrima fácil, pero también se puede llorar de gusto.
El que no sepa de estas valentías está muerto. No hay medias tintas. O sientes, o no. Eres un puto vegetal, alimentado con teleseries, mensajes vacíos de la publicidad, cifras, recetas de cocina, horarios imposibles, dietas para adelgazar, datos “importantísimos” para nuestra vida cotidiana y llega un momento en que el cerebro, y el corazón, se convierten en un erial. No hay lugar para la emoción. Muera la emoción (decía nuestra grandiosa Jurado “Muera el amor”) ¿Para qué? Nos hace sentir vulnerables, frágiles, incluso tristes ¡Con lo pasado de moda que está eso de la melancolía! ¡No, no! ¡Por nada del mundo nos hemos de dejar llevar por la emoción, que es una puñetera!. Que nos traiciona cuando uno menos se lo espera. Es mejor vivir bajo la coraza de la racionalidad, de la frialdad de la estadísticas y que otros, los sensibles —esos cursis que además se creen por encima del bien y el mal— apechuguen con los lloros, con las injusticias, con esa utopía de que el hombre es esencialmente bueno. Y un huevo. El hombre es malo, malísimo. Por eso, mejor no sentir. De esa forma no hay dolor. Pero de esa forma tampoco hay nada; vacío, hastío, cotidianidad que pesa como un fardo de plomo.
Desde aquí, queridos y queridas, reivindico la posibilidad de sentir, incluso, el dolor, dejarlo que nos aguijonee como si fuera un anzuelo intoxicado de arsénico (“Arsénico por compasión”). Para que nuestro muerto resucite. Sólo doliendo se puede vivir, sólo sufriendo se puede ser feliz sin que nuestra alegría sea una copia barata de un anuncio de seguros, detergentes o coches familiares; Sólo el dolor nos hace libres para reír a nuestras anchas y sólo la música desata los cordones de la vigilia para llevarnos de la mano a la emoción en estado puro. Por eso, cuando el sensible es feliz, es envidiado por el resto de los mortales. No por su dicha, sino porque, simple y llanamente, está vivo.
Hoy reivindico la emoción y el sentimiento, que no la sensiblería —de eso tenemos todos los días más de siete tazas en los mal llamados programas del corazón— y para sentir, la música. La reina de las artes.

MUJERES DESESPERADAS


Sí que estamos desesperadas, sí. Las mujeres de hoy, modelos televisivos aparte, vivimos bajo una presión continua, como los buzos. Si usted es hombre, pregúntele a su esposa, a su compañera de trabajo, a la vieja amiga de la pandilla. Si alguien pudiese echar un vistazo a nuestras cabezas se toparía con un rebolú de cosméticos, estampados de verano, pieles relucientes, brillantes currículums y hogares perfectos “ambipur”.
La sociedad nos pide, nos exige, que lo demos todo, que andemos veinticuatro horas con la pestaña puesta y el colorete en su sitio y, por supuesto, que seamos las eficaces profesionales que pregonamos.
Luego está el capítulo de la maternidad. El “Dar mucho pedir poco”. Y cuando nos salimos de ese eslogan publicitario, tan cursi como hostigante, entonces las matronas antepasadas se nos avalanzan con los colmillos en ristre. ¡Hay qué ver qué egoístas somos, cuando ellas han aguantado carros y carretas!. Y es cierto. Nuestras madres nos criaron, casi siempre solas y en muchos casos también contribuyeron al sustento económico. Y hoy la sociedad de esta España madrastra nos invita con una sonrisa de hielo a perpetuar esa cautividad insana. Y la que se quiere salir de ese cesto es señalada en algunos casos (casi siempre dentro de la propia familia) como una manzana podrida.
Hoy las mujeres tienen dos opciones: renunciar por completo a los hijos como único modo de realizarse en el mundo laboral o entregarse con ilusión al puzzle imposible de llevarlo todo para adelante. Porque, es cierto...es imposible al 100%. La madre trabajadora vive condenada a dejarse todo a medias. En ocasiones, sus mayores ilusiones de vida. Y que no se nos ocurra quejarnos en voz alta (“Dar mucho, pedir poco, protestar menos”).
Luego están ellos: los hombres, los cónyuges. Los hay maravillosos que comparten al 50% las tareas y el día a día de un hogar, y otros, cuyo refugio y hábitat natural es el sofá con el mando de la tele. Los últimos son candidatos a la eterna soltería y a la melancolía del inerme. “Nada quiero, nada hago, yo solito me valgo”.
Convivir con un mando-adicto en casa sí que es para desesperarse. No hace falta irse a Wisteria Lane.
La presión que ejerce la sociedad sobre las mujeres es tal, que no me extraña que muchas anden a la fuga, algunas decidan lanzarse a la aventura de la soledad pasados los 40, y otras vivamos debatiéndonos entre el complejo de culpa y el rechazo al conformismo (“Dar mucho, pedir poco”). Y encima, nos sobran los ánimos para irnos al gimnasio, ponernos la crema reafirmante, el contorno de ojos y el sérum antes de meternos en el sobre. Agotadas sí, pero orgullosas y algo desesperadas.

EL LECHO


Algunos se lamentan de no poder dedicarle más tiempo a la almohada y otros se maldicen de pasarse las 24 horas enganchados a ella. El lecho, como reposo de las interminables jornadas de trabajo, gimnasio, ordenadores, compras y niños, se nos antoja limitado, casi cicatero. El lecho, como residencia permanente de aquellos que convalecen de una enfermedad, es la terrible cárcel blanca, la antesala del féretro o el preludio de una nueva vida para los más esperanzados.
Hay lechos de espinos. Las camas vacías 4x4 de los recién divorciados, de los viudos, de los que no hallan el amor por más que lo buscan con desesperación.
Hay lechos que semejan la orilla de una playa en agosto.
El durmiente no se halla sólo ni mucho menos, ni tan siquiera acompañado por el cónyuge. En ocasiones, cohabitan en la misma cama otros nombres, perfumes ajenos incluso; facturas, tareas pendientes, el hijo que no llega de la salida nocturna, el amigo que no vemos hace años, la novia de la adolescencia con calcetines blancos, las frustraciones, los deseos incumplidos y el eterno fantasma del fracaso.
Y, por supuesto, aunque sea por breves fracciones de segundo, en la eternidad de toda una vida, hay lechos de amor inmenso. Los amantes que se miran ensimismados, uno dentro del otro, con la eternidad instalada en sus pupilas. La madre que amamanta al niño con el futuro entre sus brazos, con la sangre compartida y la leche que los alimenta a ambos. Los ancianos que se cogen de la mano dispuestos a lanzarse al vacío del más allá. Sin miedo. Absortos en sus vidas, ya pasadas.
Y el lecho del que sueña con un mundo mejor, desinteresadamente, porque ama la vida y a sus semejantes.
Los hay que comparten el lecho con innumerables ritos; Todavía existen aquellos que duermen con el jarro de orinar bajo el sumier o con la candela encendida toda la noche debido a terrores nocturnos no superados. Algunos se acompañan siempre de un libro que acaba revuelto entre las sábanas, o de una tisana que hace más dulce el descanso. Los hay que se rodean de tapones para los oídos, férula para los dientes y redecilla para el pelo y muchos otros se deslizan en el sobre como Dios los trajo al mundo.
Hay lechos de todos los tamaños y colores; Los de las Geishas las obligaban a dormir con la cabeza al aire, sujeta por la nuca en un estribo, para mantener los elaborados peinados.
Pero nuestro lecho, el suyo y el mío, siempre es cambiante. Sin quererlo, casi parte de nuestra piel. Ya sea en la residencia habitual o durmiendo en Pekín, el lecho va enganchado a nuestro destino desde que vinimos al mundo.